Madrid (EFE-REPORTAJES).- Aunque el éxito de un líder depende de factores físicos, como su estatura, su carisma o su capacidad innata de dirigir a los demás, el buen liderazgo puede aprenderse y ejercer una influencia positiva y constructiva en un grupo humano. 
Esta regla tiene, no obstante, sonadas excepciones, pues los dirigentes de mayor estatura física tienen mayores probabilidades de cosechar victorias políticas, y de llegar a dirigir una comunidad, empresa o nación, porque las personas prefieren líderes más corpulentos.
Esta predilección por los líderes altos, podría derivarse de la historia violenta de la Humanidad en la que los individuos más grandes y fuertes tenían más posibilidades de sobrevivir y proteger a la gente de su entorno.
La elección de candidatos físicamente imponentes se ha dado en distintas civilizaciones y puede ser un comportamiento desarrollado para asegurar la supervivencia, según investigadores de la Universidad Tecnológica de Texas, que comprobaron que este modelo se repite en la bibliografía antigua y los análisis psicológicos actuales. 
Aunque esta distinción no tiene hoy demasiado sentido aún sigue vigente, ya que como explica Gregg Murray coautor del estudio e investigador, «algunos instintos adquiridos en el proceso evolutivo siguen manifestándose en la vida moderna, aunque sean irracionales”. 
“El que quiera ser líder debe ser puente”, reza un antiguo proverbio galés, y en eso puede resumirse la esencia del liderazgo”, explica la experta en gestión de organizaciones y crisis, Viviana Segura.
Para Segura, “la capacidad de comunicarse, escuchar y canalizar las inquietudes, iniciativas y preocupaciones de los distintos niveles de una organización, en lugar de aplicar el clásico “ordeno y mando”, es sin duda una de las cualidades del buen liderazgo. Aunque existen muchas otras”.
“Independientemente de las capacidades de influencia y conducción innatos de una persona y de su carisma natural, las dotes del liderazgo eficaz pueden aprenderse y adquirirse”, según el psicólogo clínico George Kohlrieser.
Asegura el especialista que “lejos de los líderes coercitivos de épocas pasadas, los dirigentes actuales tienen que forjar vínculos para inspirar a sus equipos a lograr las metas anheladas, y más que nunca tienen que enseñar los beneficios del cambio”.
El líder, según este psicólogo estadounidense, tiene que controlar su mente para no convertirse en un rehén de la situación ni caer en creencias, actitudes y emociones negativas. Tiene que enfocarse en el punto al que se dirige y hablar con la gente, negociar y comprometerse para que las dos partes se beneficien.

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