Dedos sangrientos de bruja. Imagen de Postres Mil

Dedos sangrientos de bruja. Imagen de Postres Mil


Manuel Martínez Morales

Pero esta noche

estrena libertad un preso,

desde que no eres mi juez

Tu vudú ya pincha en hueso

tu anzuelo se enredó en mi red…

Tiramisú de limón

Helado de aguardiante…

Joaquín Sabina: Tiramisú de limón

 

Proscrito involuntario o de plano excluido de talleres literarios y círculos y sillas en clubes académicos matemáticos, siempre amparado en la sabiduría de Marx -Groucho, por supuesto- quien afirmaba que no podía pertenecer a un club que aceptara a personas como él, pierdes el tiempo inventando coincidencias donde no las hay o buscando relaciones y causas donde todo es pura casualidad.

Sin embargo, pretendiendo ser poeta de ferias o, al menos, matemático de carpa te empeñas en empuñar tus gastados métodos probabilistas en espera del deseado tiramisú de limón. Y también, en tus alucinados delirios, crees que todavía es posible lograr vivir en un mundo mejor que éste, estando convencido que uno de los  primeros pasos para alcanzar este objetivo es reflexionar crítica y poéticamente. ¡Abroón, amigo!

Es así como formas parte de aquellos que buscan explicar los hechos mirando más allá de la superficie, intentando comprender los hechos, lo que lo fenoménico encubre.

Por ejemplo, en el caso de los 43 normalistas desaparecidos en hechos hasta ahora no explicados satisfactoriamente por la autoridá, casi se olvida a Julio César Mondragón Fontes, normalista, quien, en aquel trágico acontecimiento, encontró la muerte en forma terrible la madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero. Y sucede, según consta en los expedientes oficiales, que aquel día alguien robó su celular. A partir de este hecho, los periodistas Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Ángel Alvarado, en su reciente libro La guerra que nos ocultan, revelan cómo los registros de actividades telefónicas posteriores al asesinato abrieron una cloaca que conduce a las profundidades de un México corrupto y violento que la mayoría no nos atrevemos a mirar. Y que las autoridades y sus amos intentan ocultar por todos los medios.

Documentos clasificados y una sólida investigación periodística permiten a los autores adentrarse a las entrañas de la represión cotidiana que allana el trabajo a multinacionales mineras que han hecho suyo el cinturón de oro que va desde Tlatlaya, en el Estado de México, hasta Chiapas, pasando por Mezcala, en el corazón de Guerrero. Detrás del saqueo que están cometiendo y de la impunidad con la que operan estas empresas, existe un negocio multimillonario que ha desatado un imperio de horror y sangre en la región: los yacimientos secretos de titanio y uranio. Así inicia la crónica en la que los crímenes extrajudiciales, la violación a los derechos humanos, la destrucción de evidencias y las investigaciones amañadas amenazan, como nunca antes, la estabilidad social del país.

El salvaje asesinato de Julio César Mondragón, es una de las claves importantes para desentrañar lo que sucedió a los 43 compañeros y vislumbrar cuáles pueden ser las causas reales que dieron lugar a los trágicos sucesos ocurridos en Iguala.

Según sabes, no es el único caso en América Latina en que la represión y ataques constantes contra comunidades, organizaciones e individuos que se oponen a la operación de gigantescos proyectos mineros y a la construcción de hidroeléctricas, proyectos ocultamente asociados pues las mineras requieren de  enormes cantidades del vital líquido.

Para realizar estos proyectos de los que se obtienen ganancias multimillonarias se requiere de la complicidad de los gobiernos. Se unen el poder económico y político -y se sospecha que también bandas del crimen organizado- dispuestos a todo: desplazamiento de comunidades, devastación ambiental, aniquilamiento de formas ancestrales de vida y sus respectivas culturas, así como el desmembramiento de organizaciones comunitarias y la desaparición y/o asesinato de opositores.

Por eso el encono contra los estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, colectivo siempre comprometido con las causas populares, en particular aquellas en contra los criminales proyectos mineros e hidráulicos.

Una pista importante en este caso es el hecho, consignado en el expediente oficial y revelado en el libro mencionado, es que hay registro que el teléfono celular de Julio César fue robado y utilizado en los 30 días posteriores a su muerte, con dos llamadas registradas peculiares: una desde el campo de golf del Campo Militar # 1, y otra desde las puertas del CISEN.

¿Casualidad o causalidad? Para no pensar, mejor le llego al tiramisú de limón.

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