No se alarme usted, amable lector, no se trata de que los malévolos dueños del mundo quieran implantarnos un GPS en el cerebro, para así poder localizar nuestra posición en todo momento, aunque ya lo hacen de diversas formas.

            Como usted sabe, el  GPS o SPG (Global Positioning System: Sistema de Posicionamiento Global) es un sistema global de navegación por satélite que permite determinar en todo el mundo la posición de un objeto, una persona o un vehículo con una precisión hasta de centímetros, aunque lo habitual son unos pocos metros de precisión. El sistema fue desarrollado, instalado y actualmente operado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. El sistema GPS está constituido por 24 satélites y utiliza la triangulación para determinar en todo del globo la posición con una precisión de más o menos metros.

            Lo que nos dice un reciente artículo científico -Mapping Humans’ Mental GPS, publicado en The Scientist  este mes- es que no sólo ciertos animales, como ratas y palomas, sino también los seres humanos tenemos en nuestro cerebro un conjunto de neuronas interconectadas que nos permiten orientarnos y tener un sentido de la dirección. (http://www.the-scientist.com//?articles.view/articleNo/36881/title/Mapping-Humans–Mental-GPS/)

            Registrando la actividad neuronal de personas a quienes se pedía localizaran objetos “invisibles” en un entorno virtual, investigadores de la Universidad de Drexel observaron cierta actividad muy específica en dos zonas del cerebro, muy parecida a la observada en animales que pueden orientarse con facilidad.

            Desde 2010, el investigador Neil Burguess y sus colegas ya habían reportado esa clase de actividad a partir de estudios que realizaron empleando imágenes del cerebro mediante resonancia magnética; asociando esta actividad con el reconocimiento espacial y la memoria autobiográfica de los sujetos experimentales.

            El hallazgo más reciente confirma con mayor certeza los resultados obtenidos mediante  resonancia magnética, y también valida un modelo propuesto con anterioridad para tratar de explicar el conocimiento espacial en los seres humanos.

            Uno de estos investigadores declaró que estos experimentos sugieren que las estructuras neuronales relacionadas con el desplazamiento (navegación) espacial –surgidas evolutivamente- también parecen estar relacionadas con la memoria “episódica”; es decir estas estructuras no son solamente importantes para explicar la orientación espacial sino también para entender la base neuronal de la memoria.

            Entonces los seres humanos contamos con una especie de GPS en nuestro cerebro, insertado en ciertas estructuras neuronales que también se relacionan con nuestra memoria.

            El equipo de Jacob estudió a 14 pacientes con electrodos conectados a su cerebro en una investigación cuyo objetivo era estudiar la resistencia a ciertos fármacos en pacientes epilépticos.

            Debo comentar aquí, que las investigaciones relacionadas con la estructura y función del cerebro son altamente complejas, pues se trata de observar al cerebro en funcionamiento a través de los instrumentos disponibles hasta ahora, como son los electrodos conectados a varios puntos del cerebro y la resonancia magnética. Además, los investigadores deben idear experimentos que les permitan inferir, a partir de la observación de la actividad cerebral y de la conducta de los sujetos experimentales –animales o seres humanos-, la relación entre esas estructuras y funciones cerebrales con el fenómeno investigado: la orientación espacial, por ejemplo.

            Como en toda investigación básica, las consecuencias de estas investigaciones son imprevisibles. Dicen estos investigadores que los resultados obtenidos hasta ahora, abren la posibilidad de que estudiando la actividad de estos grupos de neuronas en pacientes que sufren desorientación espacial como consecuencia del mal de Alzheimer, por ejemplo, pueda encontrarse la manera de “reparar” estos circuitos, y así contribuir a mejorar la condición de estos enfermos.

            Algunos científicos dicen que el cerebro humano es el objeto más complicado que existe en el universo, dado el inmenso número de unidades que lo componen –billones de neuronas-,  las conexiones entre ellas y los complicados procesos neurofisiológicos a que dan lugar. Yo digo que no, una entidad mucho más compleja es la interconexión e intercambio de información entre miles de cerebros; esto es, las sociedades humanas. Pues en éstas emergen propiedades singulares, como es la generación y evolución de un lenguaje, que no pueden darse en un cerebro aislado. Además debe investigarse la interacción entre el individuo y la sociedad, esto es, entre un cerebro individual y el colectivo de cerebros insertos en una colectividad humana.

            Hay quien asegura –como Edelman- que el mismo cerebro humano ha evolucionado hasta alcanzar el estado que hoy guarda, gracias a la interacción entre el individuo y la comunidad, es decir, que hay una co-evolución entre cerebro y sociedad.

            La investigación sobre la estructura y función del cerebro, así como la interacción individuo y sociedad, son áreas que deben fomentarse y apoyarse por la gran importancia que en sí mismas tienen, así como por todas las aplicaciones prácticas que de estas pueden desprenderse.

           

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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