Hace unos días conversaba con un colega, investigador universitario, acerca de la ciencia y su filosofía y ambos nos sorprendimos al descubrir que, en el transcurso de nuestras respectivas formaciones, en algún momento nos topamos de forma inesperada con la Enciclopedia de la Ciencia Unificada, obra que de una u otra manera influyó en nuestro modo de pensar la ciencia filosóficamente.

            La Enciclopedia Internacional de la Ciencia Unificada (EICU) fue un ambicioso proyecto, iniciado en 1938, orientado a unificar la ciencia. Fue obra del llamado Círculo de Viena, cuya preocupación central se enfocaba en la historia y la sociología de la ciencia. De esta ambiciosa obra, solamente se publicó la primera sección (Fundamentos de la Unidad de la Ciencia), en dos volúmenes, que tuve la suerte de  encontrar en la pequeña biblioteca de la escuela donde cursé la licenciatura en física.

            El primer volumen está dedicado a la lógica ya que, según la visión de los integrantes del Círculo de Viena, una ciencia unificada requería un lenguaje común que no podía ser otro que el de la lógica. Todas las teorías científicas debían poder codificarse en el lenguaje de la lógica formal.

            Sin embargo, estos pensadores ya habían asimilado el paradigma no determinista, de tal modo que fueron conscientes que el lenguaje de la ciencia debía poder expresar también la incertidumbre. Entonces el segundo volumen de la EICU está dedicado a la teoría de la probabilidad, considerada ésta como una extensión de la lógica clásica, apropiada para modelar la incertidumbre presente en los fenómenos naturales.

            En esta enciclopedia se defendía la teoría fisicalista de Otto Neurath, quien propugnaba que todas las ciencias físicas tenían un núcleo común. En una versión más extremista se suponía que todas las ciencias podían reducirse a la física.

Para el Círculo de Viena la filosofía tiene la acepción de una disciplina más bien ligada a lógica y el empirismo inglés, que define lo relevante de los enunciados. La publicación en 1922 de Ludwig Wittgenstein de su Tractatus logico-philosophicus,  influyó en los trabajo del Círculo y reafirmó posiciones previas en cuanto a tratar la ciencia como un conjunto de proposiciones con sentido y relevantes.

El proyecto del Círculo de Viena comenzó a difundirse a partir de los trabajos de la revista Erkenntnis dirigida por Rudolf Carnap, en la cual se publicaron los principales aportes de este movimiento. Karl Popper hizo una presentación de su obra La lógica de la investigación científica que influyó en forma importante en el Círculo. Si bien Popper nunca se consideró o asoció posteriormente con el Círculo, siendo un crítico de su positivismo.

El círculo de Viena se disolvería producto de la presión política y ascenso del nazismo en Austria. En 1936 Moritz Schlick, fundador del Círculo, sería asesinado por un estudiante nazi, Johann Nelböck, situación justificada por la prensa alemana de la época. Tras estos acontecimientos, la mayor parte de los miembros del círculo de Viena escaparon a otros países (principalmente a Estados Unidos) donde seguirán desarrollando su filosofía: el positivismo lógico, pero ya no como un círculo, sino de manera diseminada.

Fue en 1939 cuando, finalmente,  Rudolf CarnapOtto Neurath y Charles Morris publican la Enciclopedia Internacional de la Ciencia Unificada. Si bien el empirismo lógico siguió desarrollándose por un tiempo, los dos volúmenes publicados son  considerados como el último trabajo realizado por el Círculo de Viena.

La filosofía del Círculo de Viena aboga por una concepción científica del mundo, defendiendo el empirismo de David HumeJohn LockeErnst Mach, el método de la inducción, la búsqueda de la unificación del lenguaje de la ciencia y la refutación de la metafísica. Esta filosofía es una forma de empirismo y una forma de positivismo conocida con los nombres de positivismo lógiconeopositivismo, empirismo lógico o neoempirismo, aunque los miembros del Círculo de Viena preferían llamarlo empirismo consecuente.

El haber recordado la influencia que la EICU tuvo en mi formación, me hizo pensar en la forma excesivamente especializada en que actualmente formamos a nuestros estudiantes, a pesar de los infructuosos intentos por lograr una educación más integral y flexible.

El estudiante de ciencias prácticamente desconoce la filosofía y la relación que ésta guarda con la ciencia, así como el estudiante de filosofía tiene un conocimiento  vago de la ciencia contemporánea. En general, no se aprecia el gran valor que tiene el conocer, interpretar y aplicar la filosofía en la práctica científica, al modo como lo intentaron los positivistas lógicos, al margen de estar de acuerdo o no con su postura filosófica.

Creo que casi ningún maestro de materias científicas conoce y/o utiliza la EICU en sus cursos; obra fundamental para adquirir una comprensión más amplia del quehacer científico de nuestros días.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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