Clonación humana

Clonación humana


El 25 de octubre de 1993 Jerry Hall y Robert Stilmann, de la George Washington University, divulgaron datos relativos a un proceso de clonación de células humanas, mediante un experimento de escisión gemelar (splitting) de embriones humanos de 2, 4 y 8 embrioblastos, dividiéndolos en copias idénticas, hasta cuatro veces.

Se trató de experimentos realizados sin el consentimiento previo del Comité ético competente y publicados –según los autores– para avivar la discusión ética.

El experimento no supuso un avance científico espectacular, ya que se habían utilizado métodos similares en la clonación de embriones de animales, pero sí reavivó la polémica internacional sobre la clonación humana.

El procedimiento consiste en que los embriones humanos pueden ser artificialmente divididos y replicados en múltiples copias idénticas, ofreciendo la posibilidad de crear artificialmente muchos gemelos idénticos: reprodujeron de manera artificial el proceso que sigue la naturaleza cuando surgen gemelos monocigóticos, individuos genéticamente idénticos que proceden de la división de un único óvulo fecundado. Removieron la capa protectora del embrión, separaron la célula en dos y reemplazaron la capa protectora con una capa artificial.

La revista geosalud.com planteó sobre el procedimiento y sus objetivos que:

Los autores tomaron 17 embriones de dos a ocho células, sobrantes de la práctica de fecundación in vitro: no se trataba de embriones normales, sino triploides, resultado de la fecundación de un óvulo por más de un espermatozoide, fenómeno relativamente frecuente durante la práctica de las técnicas de reproducción asistida. Estos embriones triploides no son viables, y eran material de desecho. Los investigadores los retiraron de su zona pelúcida, los sometieron a micromanipulación para dividirlos, obteniendo así 48 embriones, que colocaron en un medio de cultivo con polialginato sódico, que reemplazó a la zona pelúcida original y permitió el crecimiento ulterior de los embriones divididos.

Los resultados fueron los siguientes: cuando el embrión original tenía 8 blastómeros antes de la excisión, los nuevos embriones se desarrollaron como máximo hasta el estadio de ocho células. Si tenía 4 blastómeros, podían alcanzar las 16 células. Y los embriones que resultaron de la división en el estadio de dos blastómeros, alcanzaron a tener 32 células, con buen aspecto; no se sabe si estos últimos se hubieran desarrollado más. Hall y Stillman habían decidido interrumpir ahí el experimento. Habría sido necesario que se implantaran para poder proseguir su desarrollo.

El experimento de Hall y Stillman perseguía dos objetivos. El primero, teórico y principal, averiguar si realmente, tal como se suponía, las células embrionarias humanas en estadio de mórula poseían la totipotencia que habitualmente se les atribuye. El experimento, aunque aparentemente parece haber confirmado esta suposición, al menos para el estado de embrión de dos células, es bastante discutible en sus conclusiones: ese experimento se realizó con embriones triploides, inviables; por tanto, realmente, no sabemos qué puede pasar con los embriones normales. Con respecto a ellos sólo tenemos la sospecha de que sucederá lo mismo que con los triploides, como ya suponíamos por nuestros conocimientos veterinarios y por los estudios de la gemelación espontánea en el hombre. En suma, el experimento no ha aportado casi ningún conocimiento relevante a la ciencia (la posibilidad de sustituir la zona pelúcida por gel de polialginato ya había sido descubierta por el equipo del propio doctor Hall en 1991). Además, una vez pasado el primer momento de fama, que les obtuvo un premio, se plantearon serias dudas sobre la corrección técnica y ética con que se realizaron dichos experimentos. Ante la ausencia de aprobación del protocolo del experimento por un comité de ética de investigación independiente, Stillman y Hall debieron devolver el premio recibido, y fueron objeto de otras sanciones.

El segundo objetivo de su experimento era práctico: aumentar el rendimiento de la fecundación in vitro. Se sabe desde hace tiempo que algunas mujeres que se someten a las técnicas de reproducción asistida no reaccionan de modo adecuado a la estimulación hormonal, y sus ovarios producen un escaso número de óvulos. Como la eficacia de la fecundación in vitro está ligada a la transferencia de un número suficiente de embriones, se buscaba un procedimiento para mejorar los rendimientos de la técnica en esas mujeres que reaccionan pobremente a la hiperestimulación ovárica y no aceptan óvulos donados. Eso podría conseguirse mediante la clonación: dividiendo en varios el único embrión o los pocos embriones que se hayan podido obtener. Así, estos matrimonios con pocos óvulos tendrían parecidas posibilidades de tener un hijo que quienes producen muchos. Además, con la clonación de los embriones obtenidos se podría disminuir la dosis de estimulación hormonal que reciben actualmente las mujeres que se someten a la fecundación in vitro, estimulación que, al parecer, aumenta el riesgo de padecer ciertos cánceres ginecológicos y, en algunas ocasiones, produce un síndrome clínico que puede tener consecuencias graves.

Hasta aquí geosalud.com

Sin embargo, la noticia dada por la revista Nature –en su número del 27 de febrero de 1997– del nacimiento de la oveja Dolly, mediante clonación realizada por los científicos escoceses Jan Vilmut y K.H.S. Campbell con sus colaboradores del Roslin Institute de Edimburgo, le dio un nuevo giro a la discusión.

Un tiempo después otros investigadores se pronunciaron sobre la necesidad de garantizar la libertad de investigación.

Incluye información de geosalud.com

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