El objeto que cruzó los cielos de la ciudad rusa de Chelyabinsk y estalló sobre ella el 15 de febrero de 2013, generó una potente onda de choque que impactó contra el suelo, causando destrozos materiales y personas heridas, pero también un pequeño terremoto. La investigación sísmica se publica en la revista Seismological Research Letters.

“Ese temblor se propagó después por la superficie de la Tierra como ondas Rayleight, semejantes a las olas causadas por el viento en la superficie del agua, pero mucho más rápidas”, explica Álvaro González, coautor del trabajo durante una estancia en el Centro Alemán de Ciencias de la Tierra y ahora en la Universidad de Zaragoza.

“Estas vibraciones viajaron a cerca de cuatro kilómetros por segundo y llegaron a registrarse por sismómetros situados hasta distancias de 4.100 kilómetros desde el lugar de origen”, añade el investigador.

El trabajo concluye que la principal onda de choque la causó la explosión final del meteoro en la estratosfera, a 23 kilómetros de altitud, al suroeste de la ciudad de Chelyabinsk.  

Es el segundo mayor seísmo registrado a causa de un meteoro, sólo superado por el de Tunguska

El temblor fue equivalente al de un terremoto de magnitud 3,6, comparable al causado por una explosión nuclear atmosférica. Esta es la segunda mayor sacudida sísmica jamás registrada causada por un meteoro, sólo superada por la de Tunguska (Siberia) del año 1908, que tuvo magnitud 5.

La altitud calculada explica que la onda de choque tardase al menos casi minuto y medio en llegar al suelo. Así, los vídeos grabados en las proximidades de la explosión muestran ese desfase entre el momento de máximo brillo del meteoro y la llegada de la onda de choque.

Estos cálculos son comparables a averiguar la distancia a una tormenta teniendo en cuenta la diferencia de tiempo entre el rayo y su trueno correspondiente, sabiendo la velocidad a la que viaja el sonido en el aire.

Las conclusiones concuerdan con las reconstrucciones de la trayectoria del meteoro y de su explosión final, publicadas recientemente en Nature y Science, y calculadas a partir de las observaciones directas del meteoro (testimonios, fotografías y vídeos).

“Si un meteoro semejante cayese en el futuro sobre el mar o sobre un terreno deshabitado, sería posible localizarlo y caracterizarlo a distancia usando sólo las ondas sísmicas”, concluye González.

Referencian bibliográfica:

Sebastian Heimann, Álvaro González, Rongjiang Wang, Simone Cesca y Torsten Dahm “Seismic characterization of the Chelyabinsk meteor’s terminal explosión”. Seismological Research Letters 84 (6): 1021−1025, 2013.

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