Maizal hasta donde
lo postrero emblanquece,
y México se acaba
donde el maíz se muere.

Gabriela Mistral: El Maíz

La liberación de maíz transgénico en México amenaza la agricultura campesina y la gran diversidad de maíz nativo que existe en nuestro país, su centro de origen. Esta riqueza invaluable se expondría a una contaminación transgénica con consecuencias posiblemente funestas al afectar la base de la alimentación de la población mexicana y un elemento central de nuestra cultura, así como la seguridad alimentaria de la nación.

            Ante esta situación resulta imprescindible un debate abierto e informado en el que participe la sociedad en su conjunto, a fin de que la toma de decisiones en torno a esta y otras tecnologías predomine el bien común por encima de intereses políticos y económicos privados.

            En este contexto, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS)  convocó a un grupo de reconocidos científicos para abordar este tema desde diferentes disciplinas, y así establecer la base para entablar tal debate.

            El resultado de esta convocatoria, hasta el momento, ha sido la publicación y difusión del libro: “El maíz en peligro ante los transgénicos. Un análisis integral sobre el caso de México”, coordinado por Elena R. Alvárez-Buylla y Alma Piñeyro Nelson, y editado por la UCCS y la UNAM.

            Los científicos que participan con trabajos en este libro son investigadores de primera línea, y los diez y siete capítulo que lo componen dan un panorama general e integral sobre el tema, abordando tópicos como el origen y diversidad del maíz, la descripción del proceso tecnológico mediante el cual se producen los organismos transgénicos, los riesgos y peligros de la liberación de maíz transgénico en México, la siembra del maíz transgénico en el marco de la bioeconomía y la política pública. Contiene también propuestas sobre alternativas viables a la siembra de maíz transgénico, como en el capítulo 9 titulado “Ciencia global, el maíz mexicano y el neoliberalismo molecular: cambiando los fundamentos de la ciencia, innovación y políticas para una alimentación y una agricultura sostenibles”, cuyo autor es Brian Wynne, profesor en el Centro para el Estudio del Cambio Ambiental de la Universidad de Lancaster, Reino Unido.

            Otros capítulos tratan sobre los aspectos legales relacionados con la siembra de transgénicos, como los capítulos 14 y 15, titulados respectivamente: “Una visión no oficial de la ley de semillas y ley federal de variedades vegetales, a quién ayuda, a quién protege”, y “La protección oficial del maíz frente a los transgénicos: una simulación de estado”.

            En la introducción se señala con claridad el objetivo del libro: “ofrecer materiales científicos, tanto desde la perspectiva de las ciencias naturales y sociales como de las humanidades, que puedan orientar a cualquier ciudadano para comprender con sólidos fundamentos científicos, pero también éticos y humanísticos, los riesgos que se corren con la introducción de maíz genéticamente modificado o transgénico en nuestro país.” (El libro está disponible en: http://www.uccs.mx/downloads/index.php?id=file_53201b4246b59)

 

            También nos advierten los autores sobre una nueva manera de hacer ciencia -sobre la que tenemos que estar avisados- mediante los llamados sistemas tecnocientíficos, que son “sistemas de producción de conocimiento y de intervención en la realidad natural y social que surgieron en el siglo XX como consecuencia del desarrollo científico-tecnológico y su superposición con intereses extracientíficos, particularmente los militares y los económicos…Se trata de un tipo de sistemas técnicos cuya característica principal es que están constituidos por agentes intencionales que se plantean obtener fines determinados transformando la realidad natural o social, o ambas.”         

 

             Resulta muy interesante hacer notar la forma en que, en el presente, estos sistemas modifican la forma de hacer ciencia, pues se trata de sistemas que deben aprovechar el conocimiento científico que esté disponible y sea pertinente para lograr sus fines específicos, a la vez que deben desarrollar, en su seno, el conocimiento científico aún  no disponible, necesario para lograr los propósitos que se plantean quienes diseñan y en su caso operan el sistema tecnocientífico. Estos sistemas están compuestos por grupos de científicos, tecnólogos, administradores y gestores y, por lo general, requieren de financiamientos muy fuertes. Entonces, como el que paga manda, ¿qué rumbo llevan la ciencia y la técnica actuales?

 

            Para muestra basta un botón: el diseño, producción y diseminación del maíz transgénico es obra de uno de tales sistemas, cuya operación y funcionamiento se ocultan por el velo ideológico y propagandístico tendido por sus operadores.

 

            De tal forma que organizaciones como la UCCS se enfrentan a los monstruos transnacionales cuando comienzan a revelar –con fundamentos científicos, objetivos- la forma en que operan, y los fines que persiguen los diseñadores y operadores de tales sistemas, que no son otros que corporaciones transnacionales, apoyadas por serviles gobiernos dizque nacionales.

 

            Ante la activa, y hasta cierto punto efectiva, oposición a la introducción de maíz transgénico a México por parte de diversas organizaciones no gubernamentales, asociaciones de productores de maíz, grupos de científicos, y amplios sectores de la ciudadanía, la reacción de las corporaciones no se ha hecho esperar.

 

            Y ya comienza el fuego cruzado en la arena del debate sobre los transgénicos. Por ejemplo en el terreno legal, advierte la investigadora Silvia Ribeiro: “Contra viento y marea, en un contexto de huracanes privatizadores que buscan entregar hasta el último recurso de México a las trasnacionales, se mantiene la resistencia popular contra los transgénicos y la suspensión legal contra la siembra de maíz transgénico que un juzgado otorgó ante la demanda colectiva promovida por 53 personas y 20 organizaciones civiles, ambientalistas y campesinas, representadas legalmente por Colectivas AC. Desde que se dictó esta suspensión en octubre 2013, las trasnacionales demandadas, Monsanto, Syngenta, Dow y PHI México (DuPont) y el propio Estado mexicano, a través de las secretarías de Agricultura y Medio Ambiente, han presentando más de 70 recursos legales contra la suspensión y la demanda.

 

Uno de los más llamativos fue el de Monsanto contra el juez Jaime Marroquín Zaleta, quien en diciembre de 2013 ordenó reinstalar la medida precautoria de suspensión contra la siembra de maíz transgénico, luego de que las empresas habían logrado revertirla por un breve lapso de tiempo. Monsanto, con uno de los peores historiales de envenenar con tóxicos a miles de seres humanos y al ambiente, pidió retirar al juez Marroquín acusándolo… ¡de parcialidad y falta de ética!” (Silvia Ribeiro: Transgénicos y falta de ética, http://www.jornada.unam.mx/2014/09/06/opinion/025a1eco)

 

La contienda rebasa el marco puramente legal para adentrarse en los mismos laboratorios de investigación y en la conciencia de los científicos, pues el Estado mexicano, a través de sus instituciones, está litigando e interviniendo en los debates científicos como parte a favor de los intereses de las empresas. Un ejemplo flagrante de ello salió recientemente en el periódico electrónico Los Angeles Press, sobre la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), que gestiona las solicitudes de transgénicos. En la Cibiogem participan, entre otras, las dos secretarías mencionadas que están ahora litigando a favor de las trasnacionales. Su secretaría ejecutiva la ocupa Sol Ortiz, denunciada en 2009 por haber tomado los estudios de contaminación transgénica del maíz nativo en los que participó estando en la UNAM y entregarlos a una empresa comercial que argumentó falsamente que no existía contaminación.

Ahora, la secretaria de la Cibiogem organizó a una serie de científicos y empresarios allegados al organismo, para refutar, capítulo por capítulo, precisamente el libro arriba comentado: El maíz en peligro frente a los transgénicos. En lugar de una discusión pública transparente y directa, con participación igualitaria de científicos críticos, abierta a la sociedad y a los grupos más afectados, la Cibiogem organizó un taller cerrado y excluyente, invitando solamente a actores pro-transgénicos, el 26 y 27 de junio, en un hotel capitalino, para preparar la denostación del libro. (Daniela Villanueva, 9/7/14, Los Angeles Press)

El artículo reproduce un correo electrónico de Agrobio México (asociación de las trasnacionales de transgénicos), donde éstos agregan a la lista de Cibiogem para la refutación, a técnicos y representantes de Monsanto, DuPont y otras empresas, a los que designa como aportes independientes. Invitan también a una serie de científicos de instituciones académicas y privadas que Agrobio cuenta como amigos de su causa, tales como Ariel Álvarez (anterior secretario ejecutivo de Cibiogem), y otros conocidos defensores de transgénicos del IPN, Cinvestav, Instituto de Biotecnología de la UNAM y otros, para que participen en la tarea y asistan al exclusivo taller cerrado de la Cibiogem, a espaldas de la sociedad, pero pagado con recursos públicos.

La falta de ética en el uso de recursos públicos es evidente. La vacuidad y falsedad de los argumentos que esgrimen queda aún más clara con este tipo de manipulaciones. ¿O por qué le temen a los debates abiertos?

                  Ahora los científicos involucrados en el tema enfrentan un dilema ético: pondrán su conocimiento y su trabajo al servicio de intereses privados, cuyo único afán es el lucro, o se inclinarán por participar, con su conocimiento y habilidades, en un proyecto que se oriente en busca del bienestar colectivo.

      Mientras tanto la resistencia de los pueblos y de la gran mayoría de la gente en México contra los transgénicos, para proteger el maíz, la milpa y las formas sanas de vida y alimentación, sigue caminando por muchos caminos y se mantiene en su diversidad, desde las milpas a las ciudades.

Maizal hasta donde

lo postrero emblanquece,

y México se acaba

donde el maíz se muere.

Gabriela Mistral, El Maíz

 

La liberación de maíz transgénico en México amenaza la agricultura campesina y la gran diversidad de maíz nativo que existe en nuestro país, su centro de origen. Esta riqueza invaluable se expondría a una contaminación transgénica con consecuencias posiblemente funestas al afectar la base de la alimentación de la población mexicana y un elemento central de nuestra cultura, así como la seguridad alimentaria de la nación.

 

Ante esta situación resulta imprescindible un debate abierto e informado en el que participe la sociedad en su conjunto, a fin de que la toma de decisiones en torno a esta y otras tecnologías predomine el bien común por encima de intereses políticos y económicos privados.

 

En este contexto, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) convocó a un grupo de reconocidos científicos para abordar este tema desde diferentes disciplinas, y así establecer la base para entablar tal debate.

 

El resultado de esta convocatoria, hasta el momento, ha sido la publicación y difusión del libro: “El maíz en peligro ante los transgénicos. Un análisis integral sobre el caso de México”, coordinado por Elena R. Alvárez-Buylla y Alma Piñeyro Nelson, y editado por la UCCS y la UNAM.

 

Los científicos que participan con trabajos en este libro son investigadores de primera línea, y los diez y siete capítulo que lo componen dan un panorama general e integral sobre el tema, abordando tópicos como el origen y diversidad del maíz, la descripción del proceso tecnológico mediante el cual se producen los organismos transgénicos, los riesgos y peligros de la liberación de maíz transgénico en México, la siembra del maíz transgénico en el marco de la bioeconomía y la política pública. Contiene también propuestas sobre alternativas viables a la siembra de maíz transgénico, como en el capítulo 9 titulado “Ciencia global, el maíz mexicano y el neoliberalismo molecular: cambiando los fundamentos de la ciencia, innovación y políticas para una alimentación y una agricultura sostenibles”, cuyo autor es Brian Wynne, profesor en el Centro para el Estudio del Cambio Ambiental de la Universidad de Lancaster, Reino Unido.

 

Otros capítulos tratan sobre los aspectos legales relacionados con la siembra de transgénicos, como los capítulos 14 y 15, titulados respectivamente: “Una visión no oficial de la ley de semillas y ley federal de variedades vegetales, a quién ayuda, a quién protege”, y “La protección oficial del maíz frente a los transgénicos: una simulación de estado”.

 

En la introducción se señala con claridad el objetivo del libro: “ofrecer materiales científicos, tanto desde la perspectiva de las ciencias naturales y sociales como de las humanidades, que puedan orientar a cualquier ciudadano para comprender con sólidos fundamentos científicos, pero también éticos y humanísticos, los riesgos que se corren con la introducción de maíz genéticamente modificado o transgénico en nuestro país.” (El libro está disponible en: http://www.uccs.mx/downloads/index.php?id=file_53201b4246b59)

 

También nos advierten los autores sobre una nueva manera de hacer ciencia -sobre la que tenemos que estar avisados- mediante los llamados sistemas tecnocientíficos, que son “sistemas de producción de conocimiento y de intervención en la realidad natural y social que surgieron en el siglo XX como consecuencia del desarrollo científico-tecnológico y su superposición con intereses extracientíficos, particularmente los militares y los económicos…Se trata de un tipo de sistemas técnicos cuya característica principal es que están constituidos por agentes intencionales que se plantean obtener fines determinados transformando la realidad natural o social, o ambas.”

 

Resulta muy interesante hacer notar la forma en que, en el presente, estos sistemas modifican la forma de hacer ciencia, pues se trata de sistemas que deben aprovechar el conocimiento científico que esté disponible y sea pertinente para lograr sus fines específicos, a la vez que deben desarrollar, en su seno, el conocimiento científico aún no disponible, necesario para lograr los propósitos que se plantean quienes diseñan y en su caso operan el sistema tecnocientífico. Estos sistemas están compuestos por grupos de científicos, tecnólogos, administradores y gestores y, por lo general, requieren de financiamientos muy fuertes. Entonces, como el que paga manda, ¿qué rumbo llevan la ciencia y la técnica actuales?

 

Para muestra basta un botón: el diseño, producción y diseminación del maíz transgénico es obra de uno de tales sistemas, cuya operación y funcionamiento se ocultan por el velo ideológico y propagandístico tendido por sus operadores.

 

De tal forma que organizaciones como la UCCS se enfrentan a los monstruos transnacionales cuando comienzan a revelar –con fundamentos científicos, objetivos- la forma en que operan, y los fines que persiguen los diseñadores y operadores de tales sistemas, que no son otros que corporaciones transnacionales, apoyadas por serviles gobiernos dizque nacionales.

 

Ante la activa, y hasta cierto punto efectiva, oposición a la introducción de maíz transgénico a México por parte de diversas organizaciones no gubernamentales, asociaciones de productores de maíz, grupos de científicos, y amplios sectores de la ciudadanía, la reacción de las corporaciones no se ha hecho esperar.

 

Y ya comienza el fuego cruzado en la arena del debate sobre los transgénicos. Por ejemplo en el terreno legal, advierte la investigadora Silvia Ribeiro: “Contra viento y marea, en un contexto de huracanes privatizadores que buscan entregar hasta el último recurso de México a las trasnacionales, se mantiene la resistencia popular contra los transgénicos y la suspensión legal contra la siembra de maíz transgénico que un juzgado otorgó ante la demanda colectiva promovida por 53 personas y 20 organizaciones civiles, ambientalistas y campesinas, representadas legalmente por Colectivas AC. Desde que se dictó esta suspensión en octubre 2013, las trasnacionales demandadas, Monsanto, Syngenta, Dow y PHI México (DuPont) y el propio Estado mexicano, a través de las secretarías de Agricultura y Medio Ambiente, han presentando más de 70 recursos legales contra la suspensión y la demanda.

 

Uno de los más llamativos fue el de Monsanto contra el juez Jaime Marroquín Zaleta, quien en diciembre de 2013 ordenó reinstalar la medida precautoria de suspensión contra la siembra de maíz transgénico, luego de que las empresas habían logrado revertirla por un breve lapso de tiempo. Monsanto, con uno de los peores historiales de envenenar con tóxicos a miles de seres humanos y al ambiente, pidió retirar al juez Marroquín acusándolo… ¡de parcialidad y falta de ética!” (Silvia Ribeiro: Transgénicos y falta de ética, http://www.jornada.unam.mx/2014/09/06/opinion/025a1eco)

 

La contienda rebasa el marco puramente legal para adentrarse en los mismos laboratorios de investigación y en la conciencia de los científicos, pues el Estado mexicano, a través de sus instituciones, está litigando e interviniendo en los debates científicos como parte a favor de los intereses de las empresas. Un ejemplo flagrante de ello salió recientemente en el periódico electrónico Los Angeles Press, sobre la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), que gestiona las solicitudes de transgénicos. En la Cibiogem participan, entre otras, las dos secretarías mencionadas que están ahora litigando a favor de las trasnacionales. Su secretaría ejecutiva la ocupa Sol Ortiz, denunciada en 2009 por haber tomado los estudios de contaminación transgénica del maíz nativo en los que participó estando en la UNAM y entregarlos a una empresa comercial que argumentó falsamente que no existía contaminación.

 

Ahora, la secretaria de la Cibiogem organizó a una serie de científicos y empresarios allegados al organismo, para refutar, capítulo por capítulo, precisamente el libro arriba comentado: El maíz en peligro frente a los transgénicos. En lugar de una discusión pública transparente y directa, con participación igualitaria de científicos críticos, abierta a la sociedad y a los grupos más afectados, la Cibiogem organizó un taller cerrado y excluyente, invitando solamente a actores pro-transgénicos, el 26 y 27 de junio, en un hotel capitalino, para preparar la denostación del libro. (Daniela Villanueva, 9/7/14, Los Angeles Press)

 

El artículo reproduce un correo electrónico de Agrobio México (asociación de las trasnacionales de transgénicos), donde éstos agregan a la lista de Cibiogem para la refutación, a técnicos y representantes de Monsanto, DuPont y otras empresas, a los que designa como aportes independientes. Invitan también a una serie de científicos de instituciones académicas y privadas que Agrobio cuenta como amigos de su causa, tales como Ariel Álvarez (anterior secretario ejecutivo de Cibiogem), y otros conocidos defensores de transgénicos del IPN, Cinvestav, Instituto de Biotecnología de la UNAM y otros, para que participen en la tarea y asistan al exclusivo taller cerrado de la Cibiogem, a espaldas de la sociedad, pero pagado con recursos públicos.

 

La falta de ética en el uso de recursos públicos es evidente. La vacuidad y falsedad de los argumentos que esgrimen queda aún más clara con este tipo de manipulaciones. ¿O por qué le temen a los debates abiertos?

 

Ahora los científicos involucrados en el tema enfrentan un dilema ético: pondrán su conocimiento y su trabajo al servicio de intereses privados, cuyo único afán es el lucro, o se inclinarán por participar, con su conocimiento y habilidades, en un proyecto que se oriente en busca del bienestar colectivo.

 

Mientras tanto la resistencia de los pueblos y de la gran mayoría de la gente en México contra los transgénicos, para proteger el maíz, la milpa y las formas sanas de vida y alimentación, sigue caminando por muchos caminos y se mantiene en su diversidad, desde las milpas a las ciudades.

– See more at: http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=140907_225707_980#sthash.R4aPN8Z0.dpuf

Maizal hasta donde

lo postrero emblanquece,

y México se acaba

donde el maíz se muere.

Gabriela Mistral, El Maíz

 

La liberación de maíz transgénico en México amenaza la agricultura campesina y la gran diversidad de maíz nativo que existe en nuestro país, su centro de origen. Esta riqueza invaluable se expondría a una contaminación transgénica con consecuencias posiblemente funestas al afectar la base de la alimentación de la población mexicana y un elemento central de nuestra cultura, así como la seguridad alimentaria de la nación.

 

Ante esta situación resulta imprescindible un debate abierto e informado en el que participe la sociedad en su conjunto, a fin de que la toma de decisiones en torno a esta y otras tecnologías predomine el bien común por encima de intereses políticos y económicos privados.

 

En este contexto, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) convocó a un grupo de reconocidos científicos para abordar este tema desde diferentes disciplinas, y así establecer la base para entablar tal debate.

 

El resultado de esta convocatoria, hasta el momento, ha sido la publicación y difusión del libro: “El maíz en peligro ante los transgénicos. Un análisis integral sobre el caso de México”, coordinado por Elena R. Alvárez-Buylla y Alma Piñeyro Nelson, y editado por la UCCS y la UNAM.

 

Los científicos que participan con trabajos en este libro son investigadores de primera línea, y los diez y siete capítulo que lo componen dan un panorama general e integral sobre el tema, abordando tópicos como el origen y diversidad del maíz, la descripción del proceso tecnológico mediante el cual se producen los organismos transgénicos, los riesgos y peligros de la liberación de maíz transgénico en México, la siembra del maíz transgénico en el marco de la bioeconomía y la política pública. Contiene también propuestas sobre alternativas viables a la siembra de maíz transgénico, como en el capítulo 9 titulado “Ciencia global, el maíz mexicano y el neoliberalismo molecular: cambiando los fundamentos de la ciencia, innovación y políticas para una alimentación y una agricultura sostenibles”, cuyo autor es Brian Wynne, profesor en el Centro para el Estudio del Cambio Ambiental de la Universidad de Lancaster, Reino Unido.

 

Otros capítulos tratan sobre los aspectos legales relacionados con la siembra de transgénicos, como los capítulos 14 y 15, titulados respectivamente: “Una visión no oficial de la ley de semillas y ley federal de variedades vegetales, a quién ayuda, a quién protege”, y “La protección oficial del maíz frente a los transgénicos: una simulación de estado”.

 

En la introducción se señala con claridad el objetivo del libro: “ofrecer materiales científicos, tanto desde la perspectiva de las ciencias naturales y sociales como de las humanidades, que puedan orientar a cualquier ciudadano para comprender con sólidos fundamentos científicos, pero también éticos y humanísticos, los riesgos que se corren con la introducción de maíz genéticamente modificado o transgénico en nuestro país.” (El libro está disponible en: http://www.uccs.mx/downloads/index.php?id=file_53201b4246b59)

 

También nos advierten los autores sobre una nueva manera de hacer ciencia -sobre la que tenemos que estar avisados- mediante los llamados sistemas tecnocientíficos, que son “sistemas de producción de conocimiento y de intervención en la realidad natural y social que surgieron en el siglo XX como consecuencia del desarrollo científico-tecnológico y su superposición con intereses extracientíficos, particularmente los militares y los económicos…Se trata de un tipo de sistemas técnicos cuya característica principal es que están constituidos por agentes intencionales que se plantean obtener fines determinados transformando la realidad natural o social, o ambas.”

 

Resulta muy interesante hacer notar la forma en que, en el presente, estos sistemas modifican la forma de hacer ciencia, pues se trata de sistemas que deben aprovechar el conocimiento científico que esté disponible y sea pertinente para lograr sus fines específicos, a la vez que deben desarrollar, en su seno, el conocimiento científico aún no disponible, necesario para lograr los propósitos que se plantean quienes diseñan y en su caso operan el sistema tecnocientífico. Estos sistemas están compuestos por grupos de científicos, tecnólogos, administradores y gestores y, por lo general, requieren de financiamientos muy fuertes. Entonces, como el que paga manda, ¿qué rumbo llevan la ciencia y la técnica actuales?

 

Para muestra basta un botón: el diseño, producción y diseminación del maíz transgénico es obra de uno de tales sistemas, cuya operación y funcionamiento se ocultan por el velo ideológico y propagandístico tendido por sus operadores.

 

De tal forma que organizaciones como la UCCS se enfrentan a los monstruos transnacionales cuando comienzan a revelar –con fundamentos científicos, objetivos- la forma en que operan, y los fines que persiguen los diseñadores y operadores de tales sistemas, que no son otros que corporaciones transnacionales, apoyadas por serviles gobiernos dizque nacionales.

 

Ante la activa, y hasta cierto punto efectiva, oposición a la introducción de maíz transgénico a México por parte de diversas organizaciones no gubernamentales, asociaciones de productores de maíz, grupos de científicos, y amplios sectores de la ciudadanía, la reacción de las corporaciones no se ha hecho esperar.

 

Y ya comienza el fuego cruzado en la arena del debate sobre los transgénicos. Por ejemplo en el terreno legal, advierte la investigadora Silvia Ribeiro: “Contra viento y marea, en un contexto de huracanes privatizadores que buscan entregar hasta el último recurso de México a las trasnacionales, se mantiene la resistencia popular contra los transgénicos y la suspensión legal contra la siembra de maíz transgénico que un juzgado otorgó ante la demanda colectiva promovida por 53 personas y 20 organizaciones civiles, ambientalistas y campesinas, representadas legalmente por Colectivas AC. Desde que se dictó esta suspensión en octubre 2013, las trasnacionales demandadas, Monsanto, Syngenta, Dow y PHI México (DuPont) y el propio Estado mexicano, a través de las secretarías de Agricultura y Medio Ambiente, han presentando más de 70 recursos legales contra la suspensión y la demanda.

 

Uno de los más llamativos fue el de Monsanto contra el juez Jaime Marroquín Zaleta, quien en diciembre de 2013 ordenó reinstalar la medida precautoria de suspensión contra la siembra de maíz transgénico, luego de que las empresas habían logrado revertirla por un breve lapso de tiempo. Monsanto, con uno de los peores historiales de envenenar con tóxicos a miles de seres humanos y al ambiente, pidió retirar al juez Marroquín acusándolo… ¡de parcialidad y falta de ética!” (Silvia Ribeiro: Transgénicos y falta de ética, http://www.jornada.unam.mx/2014/09/06/opinion/025a1eco)

 

La contienda rebasa el marco puramente legal para adentrarse en los mismos laboratorios de investigación y en la conciencia de los científicos, pues el Estado mexicano, a través de sus instituciones, está litigando e interviniendo en los debates científicos como parte a favor de los intereses de las empresas. Un ejemplo flagrante de ello salió recientemente en el periódico electrónico Los Angeles Press, sobre la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), que gestiona las solicitudes de transgénicos. En la Cibiogem participan, entre otras, las dos secretarías mencionadas que están ahora litigando a favor de las trasnacionales. Su secretaría ejecutiva la ocupa Sol Ortiz, denunciada en 2009 por haber tomado los estudios de contaminación transgénica del maíz nativo en los que participó estando en la UNAM y entregarlos a una empresa comercial que argumentó falsamente que no existía contaminación.

 

Ahora, la secretaria de la Cibiogem organizó a una serie de científicos y empresarios allegados al organismo, para refutar, capítulo por capítulo, precisamente el libro arriba comentado: El maíz en peligro frente a los transgénicos. En lugar de una discusión pública transparente y directa, con participación igualitaria de científicos críticos, abierta a la sociedad y a los grupos más afectados, la Cibiogem organizó un taller cerrado y excluyente, invitando solamente a actores pro-transgénicos, el 26 y 27 de junio, en un hotel capitalino, para preparar la denostación del libro. (Daniela Villanueva, 9/7/14, Los Angeles Press)

 

El artículo reproduce un correo electrónico de Agrobio México (asociación de las trasnacionales de transgénicos), donde éstos agregan a la lista de Cibiogem para la refutación, a técnicos y representantes de Monsanto, DuPont y otras empresas, a los que designa como aportes independientes. Invitan también a una serie de científicos de instituciones académicas y privadas que Agrobio cuenta como amigos de su causa, tales como Ariel Álvarez (anterior secretario ejecutivo de Cibiogem), y otros conocidos defensores de transgénicos del IPN, Cinvestav, Instituto de Biotecnología de la UNAM y otros, para que participen en la tarea y asistan al exclusivo taller cerrado de la Cibiogem, a espaldas de la sociedad, pero pagado con recursos públicos.

 

La falta de ética en el uso de recursos públicos es evidente. La vacuidad y falsedad de los argumentos que esgrimen queda aún más clara con este tipo de manipulaciones. ¿O por qué le temen a los debates abiertos?

 

Ahora los científicos involucrados en el tema enfrentan un dilema ético: pondrán su conocimiento y su trabajo al servicio de intereses privados, cuyo único afán es el lucro, o se inclinarán por participar, con su conocimiento y habilidades, en un proyecto que se oriente en busca del bienestar colectivo.

 

Mientras tanto la resistencia de los pueblos y de la gran mayoría de la gente en México contra los transgénicos, para proteger el maíz, la milpa y las formas sanas de vida y alimentación, sigue caminando por muchos caminos y se mantiene en su diversidad, desde las milpas a las ciudades.

– See more at: http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=140907_225707_980#sthash.R4aPN8Z0.dpuf

Maizal hasta donde

lo postrero emblanquece,

y México se acaba

donde el maíz se muere.

Gabriela Mistral, El Maíz

 

La liberación de maíz transgénico en México amenaza la agricultura campesina y la gran diversidad de maíz nativo que existe en nuestro país, su centro de origen. Esta riqueza invaluable se expondría a una contaminación transgénica con consecuencias posiblemente funestas al afectar la base de la alimentación de la población mexicana y un elemento central de nuestra cultura, así como la seguridad alimentaria de la nación.

 

Ante esta situación resulta imprescindible un debate abierto e informado en el que participe la sociedad en su conjunto, a fin de que la toma de decisiones en torno a esta y otras tecnologías predomine el bien común por encima de intereses políticos y económicos privados.

 

En este contexto, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) convocó a un grupo de reconocidos científicos para abordar este tema desde diferentes disciplinas, y así establecer la base para entablar tal debate.

 

El resultado de esta convocatoria, hasta el momento, ha sido la publicación y difusión del libro: “El maíz en peligro ante los transgénicos. Un análisis integral sobre el caso de México”, coordinado por Elena R. Alvárez-Buylla y Alma Piñeyro Nelson, y editado por la UCCS y la UNAM.

 

Los científicos que participan con trabajos en este libro son investigadores de primera línea, y los diez y siete capítulo que lo componen dan un panorama general e integral sobre el tema, abordando tópicos como el origen y diversidad del maíz, la descripción del proceso tecnológico mediante el cual se producen los organismos transgénicos, los riesgos y peligros de la liberación de maíz transgénico en México, la siembra del maíz transgénico en el marco de la bioeconomía y la política pública. Contiene también propuestas sobre alternativas viables a la siembra de maíz transgénico, como en el capítulo 9 titulado “Ciencia global, el maíz mexicano y el neoliberalismo molecular: cambiando los fundamentos de la ciencia, innovación y políticas para una alimentación y una agricultura sostenibles”, cuyo autor es Brian Wynne, profesor en el Centro para el Estudio del Cambio Ambiental de la Universidad de Lancaster, Reino Unido.

 

Otros capítulos tratan sobre los aspectos legales relacionados con la siembra de transgénicos, como los capítulos 14 y 15, titulados respectivamente: “Una visión no oficial de la ley de semillas y ley federal de variedades vegetales, a quién ayuda, a quién protege”, y “La protección oficial del maíz frente a los transgénicos: una simulación de estado”.

 

En la introducción se señala con claridad el objetivo del libro: “ofrecer materiales científicos, tanto desde la perspectiva de las ciencias naturales y sociales como de las humanidades, que puedan orientar a cualquier ciudadano para comprender con sólidos fundamentos científicos, pero también éticos y humanísticos, los riesgos que se corren con la introducción de maíz genéticamente modificado o transgénico en nuestro país.” (El libro está disponible en: http://www.uccs.mx/downloads/index.php?id=file_53201b4246b59)

 

También nos advierten los autores sobre una nueva manera de hacer ciencia -sobre la que tenemos que estar avisados- mediante los llamados sistemas tecnocientíficos, que son “sistemas de producción de conocimiento y de intervención en la realidad natural y social que surgieron en el siglo XX como consecuencia del desarrollo científico-tecnológico y su superposición con intereses extracientíficos, particularmente los militares y los económicos…Se trata de un tipo de sistemas técnicos cuya característica principal es que están constituidos por agentes intencionales que se plantean obtener fines determinados transformando la realidad natural o social, o ambas.”

 

Resulta muy interesante hacer notar la forma en que, en el presente, estos sistemas modifican la forma de hacer ciencia, pues se trata de sistemas que deben aprovechar el conocimiento científico que esté disponible y sea pertinente para lograr sus fines específicos, a la vez que deben desarrollar, en su seno, el conocimiento científico aún no disponible, necesario para lograr los propósitos que se plantean quienes diseñan y en su caso operan el sistema tecnocientífico. Estos sistemas están compuestos por grupos de científicos, tecnólogos, administradores y gestores y, por lo general, requieren de financiamientos muy fuertes. Entonces, como el que paga manda, ¿qué rumbo llevan la ciencia y la técnica actuales?

 

Para muestra basta un botón: el diseño, producción y diseminación del maíz transgénico es obra de uno de tales sistemas, cuya operación y funcionamiento se ocultan por el velo ideológico y propagandístico tendido por sus operadores.

 

De tal forma que organizaciones como la UCCS se enfrentan a los monstruos transnacionales cuando comienzan a revelar –con fundamentos científicos, objetivos- la forma en que operan, y los fines que persiguen los diseñadores y operadores de tales sistemas, que no son otros que corporaciones transnacionales, apoyadas por serviles gobiernos dizque nacionales.

 

Ante la activa, y hasta cierto punto efectiva, oposición a la introducción de maíz transgénico a México por parte de diversas organizaciones no gubernamentales, asociaciones de productores de maíz, grupos de científicos, y amplios sectores de la ciudadanía, la reacción de las corporaciones no se ha hecho esperar.

 

Y ya comienza el fuego cruzado en la arena del debate sobre los transgénicos. Por ejemplo en el terreno legal, advierte la investigadora Silvia Ribeiro: “Contra viento y marea, en un contexto de huracanes privatizadores que buscan entregar hasta el último recurso de México a las trasnacionales, se mantiene la resistencia popular contra los transgénicos y la suspensión legal contra la siembra de maíz transgénico que un juzgado otorgó ante la demanda colectiva promovida por 53 personas y 20 organizaciones civiles, ambientalistas y campesinas, representadas legalmente por Colectivas AC. Desde que se dictó esta suspensión en octubre 2013, las trasnacionales demandadas, Monsanto, Syngenta, Dow y PHI México (DuPont) y el propio Estado mexicano, a través de las secretarías de Agricultura y Medio Ambiente, han presentando más de 70 recursos legales contra la suspensión y la demanda.

 

Uno de los más llamativos fue el de Monsanto contra el juez Jaime Marroquín Zaleta, quien en diciembre de 2013 ordenó reinstalar la medida precautoria de suspensión contra la siembra de maíz transgénico, luego de que las empresas habían logrado revertirla por un breve lapso de tiempo. Monsanto, con uno de los peores historiales de envenenar con tóxicos a miles de seres humanos y al ambiente, pidió retirar al juez Marroquín acusándolo… ¡de parcialidad y falta de ética!” (Silvia Ribeiro: Transgénicos y falta de ética, http://www.jornada.unam.mx/2014/09/06/opinion/025a1eco)

 

La contienda rebasa el marco puramente legal para adentrarse en los mismos laboratorios de investigación y en la conciencia de los científicos, pues el Estado mexicano, a través de sus instituciones, está litigando e interviniendo en los debates científicos como parte a favor de los intereses de las empresas. Un ejemplo flagrante de ello salió recientemente en el periódico electrónico Los Angeles Press, sobre la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem), que gestiona las solicitudes de transgénicos. En la Cibiogem participan, entre otras, las dos secretarías mencionadas que están ahora litigando a favor de las trasnacionales. Su secretaría ejecutiva la ocupa Sol Ortiz, denunciada en 2009 por haber tomado los estudios de contaminación transgénica del maíz nativo en los que participó estando en la UNAM y entregarlos a una empresa comercial que argumentó falsamente que no existía contaminación.

 

Ahora, la secretaria de la Cibiogem organizó a una serie de científicos y empresarios allegados al organismo, para refutar, capítulo por capítulo, precisamente el libro arriba comentado: El maíz en peligro frente a los transgénicos. En lugar de una discusión pública transparente y directa, con participación igualitaria de científicos críticos, abierta a la sociedad y a los grupos más afectados, la Cibiogem organizó un taller cerrado y excluyente, invitando solamente a actores pro-transgénicos, el 26 y 27 de junio, en un hotel capitalino, para preparar la denostación del libro. (Daniela Villanueva, 9/7/14, Los Angeles Press)

 

El artículo reproduce un correo electrónico de Agrobio México (asociación de las trasnacionales de transgénicos), donde éstos agregan a la lista de Cibiogem para la refutación, a técnicos y representantes de Monsanto, DuPont y otras empresas, a los que designa como aportes independientes. Invitan también a una serie de científicos de instituciones académicas y privadas que Agrobio cuenta como amigos de su causa, tales como Ariel Álvarez (anterior secretario ejecutivo de Cibiogem), y otros conocidos defensores de transgénicos del IPN, Cinvestav, Instituto de Biotecnología de la UNAM y otros, para que participen en la tarea y asistan al exclusivo taller cerrado de la Cibiogem, a espaldas de la sociedad, pero pagado con recursos públicos.

 

La falta de ética en el uso de recursos públicos es evidente. La vacuidad y falsedad de los argumentos que esgrimen queda aún más clara con este tipo de manipulaciones. ¿O por qué le temen a los debates abiertos?

 

Ahora los científicos involucrados en el tema enfrentan un dilema ético: pondrán su conocimiento y su trabajo al servicio de intereses privados, cuyo único afán es el lucro, o se inclinarán por participar, con su conocimiento y habilidades, en un proyecto que se oriente en busca del bienestar colectivo.

 

Mientras tanto la resistencia de los pueblos y de la gran mayoría de la gente en México contra los transgénicos, para proteger el maíz, la milpa y las formas sanas de vida y alimentación, sigue caminando por muchos caminos y se mantiene en su diversidad, desde las milpas a las ciudades.

– See more at: http://www.jornadaveracruz.com.mx/Nota.aspx?ID=140907_225707_980#sthash.R4aPN8Z0.dpuf

Los comentarios están cerrados.