El movimiento estudiantil de 1968 no sólo debe ser recordado por la represión violenta del 2 de octubre, sino porque cumplió la función de crear las condiciones para transitar a la democracia real; sin embargo, ésta nunca llegó. Es por ello que 44 años después, de nueva cuenta, los jóvenes alzan la voz a través del #YoSoy132 para hacerlas efectivas.

Desde el surgimiento del #YoSoy132 –en mayo de 2012–, de inmediato iniciaron las comparaciones con el movimiento estudiantil de 1968. Primero porque ambos fueron gestados por universitarios y, segundo, porque se enfrentan al poder del Estado en busca de ejercer su derecho a una democracia transparente.

Sin embargo, entre ambos movimientos hay diferencias. Por ejemplo, los jóvenes de 1968 estudiaban en universidades y bachilleratos públicos; los de #YoSoy132 en escuelas privadas, a quienes se sumaron luego las instituciones públicas y la sociedad civil.

Ante la diversidad de opiniones en relación con estos dos momentos trascendentes para la historia de los movimientos sociales del país, Erasmo Hernández García, director de la Facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana (UV); Ulises Castro Conde, investigador en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), y Javier Ortiz Aguilar, ex profesor de la Facultad de Historia de la UV y activista social de 1968, compartieron con Universo sus puntos de vista al respecto.

 

Semejanzas y diferencias

El México de 1968 era muy diferente al de la actualidad; sin embargo, pese a que han pasado 44 años, algunas problemáticas con comunes.

De acuerdo con Javier Ortiz, participante en el movimiento del 68 en Xalapa, son evidentes las semejanzas: la falta de credibilidad en el Estado; la crisis económica, en 1968 propiciada por el agotamiento del patrón de acumulación de capital de la posguerra y hoy en día por el desgaste del modelo neoliberal; la falta de oportunidades educativas y laborales; el estancamiento relativo del sistema educativo y la manipulación de la información por parte de los medios de comunicación.

“El origen de estos movimientos tiene que ver con la acumulación de una serie de contradicciones que directamente afectan a los jóvenes; en ese sentido, nos encontramos en una situación en el país en la que no hay crecimiento de la economía ni de las ofertas de trabajo, el sistema educativo tiene un relativo estancamiento, la población joven va en aumento y no se encuentran con alternativas de educación o trabajo”, indicó Erasmo Hernández.

Por su parte, Ortiz Aguilar explicó que tanto ayer como hoy, las protestas no son exclusivas de México; en la década de los sesenta se presentaron inconformidades en muchos otros países, fueran socialistas o capitalistas. Y lo mismo sucede en la actualidad, con jóvenes inconformes en Argentina, Chile, España, Grecia, Francia, Medio Oriente y más, derivado de la desesperanza generalizada.

“Me formé en la creencia de que el proceso histórico sería emancipatorio, que iríamos a la libertad plena, esto fue lo que motivó que el siglo XX fuera el siglo de las revoluciones, en los sesenta todo mundo estaba en armas, era una esperanza, una certidumbre; el problema de ahora es el fracaso de la modernidad, las promesas no fueron cumplidas por la modernidad y nos llevaron a la incertidumbre, entonces el futuro va a ser muy difícil”, añadió.

Asimismo, los jóvenes inconformes pertenecen a la “clase media” –casi extinta–, tienen acceso a cierta información o conocimiento sobre lo que pasa en su entorno: “El conflicto se profundiza en cuestiones globales y quienes tienen más conciencia de esto son los que van a las escuelas particulares, porque tienen el conocimiento de las nuevas tecnologías” que les permite tener acceso a la información.

Pero también existen diferencias, indicó Javier Ortiz; la primera y más marcada es dónde surgen. El movimiento del 68 se da en el seno de la UNAM y del Politécnico, mientras que el #YoSoy132 se da en la universidad privada.

“Para el problema de la democracia no nada más se necesita la voluntad, sino el desarrollo de una cultura política que sólo se logra con conocimiento. ¿Y dónde se está desplazando la generación del conocimiento?, aunque me duela decirlo, la expresión más significativa se está dando en la universidad privada”.

El académico de la BUAP, Ulises Castro, destacó: “Durante varios años los jóvenes estuvieron desencantados de esa ideología del progreso, estaban pasivos, no salían a las calles, no luchaban, no hacían nada, tal parecía que los medios de comunicación los habían dominado perfectamente, los habían sumido en una sociedad o en unas imágenes del espectáculo”.

Al respecto, Hernández García dijo que sin duda se trata de la “primavera mexicana”, ya que es una manifestación y explosión social que ha tenido efectos en muchos lados –aunque no sean perceptibles–, ejemplo de ello es que las principales televisoras cambiaron sus editoriales e hicieron un manejo cuidadoso de la información.

Mientras que Castro Conde calificó el suceso como un despertar de la memoria histórica, aquella que se mantuvo adormilada por algunos momentos pero que nunca se perdió, “los jóvenes del #YoSoy132 inmediatamente recordaron Atenco, luego fueron más allá, dijeron somos Cherán, somos el movimiento del 68, somos los zapatistas, son momentos en que la memoria vuelve a emerger”.

 

El triunfo del movimiento del 68

Para la gran mayoría de los mexicanos, el movimiento del 68 finalizó el 2 de octubre con la muerte de jóvenes en la Plaza de las Tres Culturas, y con esto se pensaría que los universitarios idealistas fueron derrotados, pero Javier Ortiz Aguilar y Erasmo Hernández García piensan que fue en ese momento en que inició el verdadero triunfo de la lucha social.

Ortiz Aguilar dijo que el movimiento tuvo un alto costo social, con un número aún desconocido de jóvenes masacrados, pero al final triunfaron, al ser liberados todos los presos políticos, incluidos los estudiantes.

“Se hizo un reforma política que no fue producto de una dádiva gratuita del gobierno de Luis Echeverría, sino que había la necesidad de restablecer una comunicación entre la sociedad civil y el Estado, creándose las condiciones de una posibilidad de democracia, que no quiere decir que se haya cumplido”, resaltó.

Y agregó que “el problema ahora es en dónde insertar al #YoSoy132, si aquellos –los del movimiento del 68– cumplieron la función de crear las condiciones de posibilidad de democracia y todavía no nos acercamos a ella, sigue siendo la democracia bárbara de la que hablaba ‘Pepe’ Revueltas; ahora la quieren hacer efectiva”.

De igual manera, abundó Hernández García, de forma inmediata tuvo un impacto político-cultural, porque hubo transformación en la vida democrática del país, con la pluralidad y libertad política de la que hoy gozamos, pese a que la democracia siga poniéndose en duda.

“Después se dan procesos muy interesantes, se presentan más movimientos en los setenta y ochenta, pero eso sólo se ve a lo largo del tiempo, cuando acaba el movimiento estudiantil no se ve que haya tenido mucho efecto, pero en el caso del #YoSoy132 será interesante observar qué sucederá con estos jóvenes”, apuntó.

 

Rumbo del #YoSoy132

Para los investigadores sociales, lo importante en el caso del movimiento #YoSoy132 será observar qué rumbo seguirá, ya que desde sus inicios –en mayo– estuvieron en contra del manejo de la información en los medios de comunicación y de una democracia a medias que vive el país.

De una manera inmediata, consideró Ortiz Aguilar, estos jóvenes inconformes serán tratados con “pinzas” por el Estado, porque saben de la repercusión que tendría en caso de que la respuesta por parte de las autoridades fuera la represión.

“Es necesaria la organización del Estado de tal manera que pueda institucionalizar los conflictos, si el Estado no logra ampliar su vida democrática que le permita canalizar los conflictos, entonces sí estaremos en un peligro”, subrayó.

En cambio, Hernández García tuvo una visión muy esperanzadora de la situación, al mencionar que los universitarios que hoy se movilizan seguramente serán quienes generen los cambios que tanto ansiamos los mexicanos, ya que posiblemente formen parte de las instancias gubernamentales, partidos políticos u organizaciones civiles.

“Los cambios que vayan generando tendrán efectos muy enriquecedores para la vida social del país, porque seguramente algunos de ellos se incorporarán en movimientos estudiantiles con demandas específicas, en movimientos sociales, en asociaciones civiles; creo que va a variar la forma en que se van a seguir expresando desde diferentes trincheras sociales”, dijo.

También espera que los chicos sigan en la lucha para solucionar los problemas sociales, políticos y económicos, y, sobre todo, que no dejen de tener contacto con todas las expresiones de la sociedad civil, pues eso es lo que ha enriquecido al movimiento.

Para Ulises Castro, una de las grandes aportaciones que deja el #YoSoy132 es el regreso a la policía asamblearia, al convertirse en una forma donde los ciudadanos en común acuerdo deciden sobre los bienes públicos y al mismo tiempo cuestionan las formas impositivas de la democracia gubernamental.

“Ya estamos lejos de aquellos movimientos donde existía un sujeto revolucionario que conocía la realidad, que podía transformar y tenía el conocimiento, y los demás no tenían otro papel más que el de seguirlo. Ahora todos participan, opinan”, destacó.

Al cuestionarlo sobre si las condiciones están dadas para que se presenten represiones y persecuciones violentas en contra de los voceros e integrantes del movimiento, dijo que siempre están latentes porque el poder siempre querrá desaparecer a los inconformes; sin embargo, hoy existen las redes sociales, las cuales hacen que la política represora del gobierno sea ineficiente.

“Las nuevas luchas no son un regreso hacia lo pasado, sino un proyecto hacia el futuro para realizar los anhelos y las esperanzas de los antepasados vencidos”, finalizó el investigador de la BUAP.

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