La adaptación y la mitigación del cambio climático son herramientas que en su conjunto son conocidas como herramientas de geoingeniería, y las dos son rutas de acción, indispensables, que se deben abordar simultáneamente, sostuvo Salvador Lluch-Cota, del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste.

El investigador miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), es uno de los seis autores principales del capítulo 6, titulado “Sistemas Oceánicos” del Grupo 2 del quinto informe de Evaluación de los Grupos de Trabajo del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

En la información más reciente reportada por el Grupo 2, se destacó que en la Costa Este de Estados Unidos y del Golfo de México, las proyecciones del aumento del nivel del mar prevén amenazas a los ecosistemas costeros. Se estima que el aumento de un metro en el nivel del mar daría como resultado la pérdida del 20% de los humedales y manglares de Tamaulipas y hasta el 95% de estos sistemas de Veracruz.

Por lo anterior, Lluch Cota dijo que de darse los cambios proyectados de afectación a la zona costera, especialmente manglares, “se verían cambios en la estructura de las comunidades marinas y de poblaciones de los recursos pesqueros que utilizan este tipo de sistemas como zonas de refugio, reproducción o alimentación”.

Agregó que estos impactos, como en la mayoría de los casos, requerirían de estudios locales para que puedan traducirse en información a la autoridad encargada del manejo pesquero.

En términos más generales, dijo, existen diversos impactos del clima y sus cambios en los recursos pesqueros, tales como modificaciones en las áreas de distribución o cambios en la cantidad de organismos (abundancia), asociados a alteraciones en la reproducción y mortalidad.

“Aunque se esperarían impactos negativos, dependiendo del tipo de organismo y la región de que se trate, estos cambios podrían también resultar en beneficio de la actividad pesquera”, destacó el investigador.

Otro tipo de impactos, por definición negativos, se pueden englobar en el aumento de la incertidumbre para el manejo pesquero, es decir, que al cambiar el clima, cambiaría la relación ambiente-recurso sobre la cual se ha construido este manejo, “lo que para nosotros sería como regresar en el tiempo, perder la experiencia que hemos acumulado y tener que construir nuevos esquemas de manejo a un ritmo quizá más lento”.

Este efecto puede verse incrementado además porque las poblaciones de organismos acuáticos sometidas a explotación intensa tienden a ser más susceptibles a las variaciones del ambiente, puntualizó el científico que participará en el encuentro entre científicos y legisladores, que se realizará el próximo lunes 21 de abril en el Senado de la República y que lleva como título:Cambio Climático: Riegos, Adaptación y Mitigación.

Soluciones y responsables

En términos de recursos pesqueros, consideró Salvador Lluch-Cota, la solución tendría que buscarse en al menos tres frentes. El primero tiene que solucionar la falta de observaciones continuas y de calidad en nuestros mares, “porque no se puede saber qué tan confiables son los modelos de proyección del clima que utiliza el IPCC para nuestros mares, o al menos para muchas de nuestras regiones, por la falta de datos históricos que nos permitan validarlos y alimentarlos”.

Los modelos climáticos son más confiables en la medida que incorporan la dinámica regional y son capaces de reproducir tendencias y procesos observados en el pasado. “Una red de monitoreo de esta naturaleza es, a mi juicio, atribución del gobierno, utilizando sus diferentes instituciones y sectores; y la academia debe llevar una parte de la carga y participar de la toma y difusión abierta de datos ambientales y biológicos”.

Un segundo frente sería desarrollar una capacidad de innovación en el manejo pesquero. La forma en que actualmente se administran los recursos pesqueros en la gran mayoría de los casos se basa en supuestos que incluyen que las poblaciones no explotadas mantienen un nivel poblacional más o menos constante, es decir que alcanzan un equilibrio y se mantienen alrededor de él.

“Sabemos que este supuesto es erróneo, ya que las poblaciones fluctúan con las variaciones del ambiente de forma compleja y ante condiciones de explotación estas variaciones pueden ser aún mayores; por ello necesitamos desarrollar esquemas diferentes e innovadores de manejo”, subrayó.

Lluch-Cota aseguró que un tercer frente transita por la identificación de recursos pesqueros potenciales y el desarrollo de la acuicultura y de nuevos mercados. “La razón tras este frente es que los recursos intensamente explotados o sobreexplotados tienden a ser más sensibles ante las variaciones del ambiente. Igualmente, los sistemas productivos desarrollados alrededor de estos productos serán también más vulnerables.

“No solo no podemos simplemente reducir la oferta de proteína de origen marino para nuestra sociedad, sino que incluso deberemos aumentarla en el futuro; y para reducir la vulnerabilidad será necesario identificar alternativas en la diversificación de los productos pesqueros e incluso de las formas de producción (cultivo)”.

Adaptación y mitigación

Sobre la adaptación dijo que este concepto se refiere a tomar acciones para convivir, contrarrestar e incluso aprovechar los impactos del cambio climático. Implica la evaluación de vulnerabilidad de un sistema y una vez identificada la vulnerabilidad, la adaptación implicaría el diseño e implementación de estrategias para reducirla.

En tanto, la mitigación, en el lenguaje de cambio climático, se refiere a acciones para modificar las tendencias de calentamiento del planeta. En general, se entiende por mitigación el cambio en prácticas de consumo de energía y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, pero podría también incluir intervenciones para captura de CO2 (bióxido de carbono) o reducción de radiación entrante.

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