¿Qué demonios es el amor?

Idealmente los vínculos amorosos debieran tener una función de “nutrición” afectiva, cognitiva y relacional para todas las personas. Sin embargo en la realidad, el amor y sus vínculos también indigestan y arruinan la poesía. En mayor o menor medida, con buena o mala fortuna, todas las personas adultas conocemos la experiencia del enamoramiento, del amor y también del desamor y de las hermosas o terribles consecuencias emocionales que implica.

Amor es un concepto profundo, subjetivo y ciertamente abstracto pero paradójicamente con una multitud de aproximaciones conceptuales que lo han convertido para fortuna de quienes no lo entendemos en un objeto de estudio científico abordado desde múltiples miradas, tales como la psicología, la antropología, la filosofía, la ética, la neurobiología y hasta las ciencias socio-económicas. Y si no me creen, realicemos un breve pero sustancioso análisis.

Ya desde Atenas, el célebre Platón en sus diálogos con Fedro (2003, en Reale) asociaba al amor con el deseo instintivo del placer, con el gusto reflexivo del bien, con la belleza y con ese furor delirante en el que abundan sensaciones que trastornan al “enamorado” -o agregaría yo ¿a la víctima?- Es digno reconocer que si bien Platón no era como lo pintan debido a la dudosa reputación de su carácter cáustico y considerable envidia siempre sostuvo que el verdadero amor es el amor a la sabiduría.

Por su parte, Aristóteles, al reflexionar sobre el amor nos recuerda que es aquello que condiciona al cambio de una persona, con la que se afecta el juicio y se acompaña de placer y dolor (En Diálogoscon Fedro). El psicoanálisis de Sigmund Freud supuso que el amor era una “catexia libidinal”, vaya nombrecito para referirse a un satisfactor de necesidades instintivas de placer o con el propósito de eliminar el dolor (En Laplanche y Pontalis, 1996). Uno de los críticos más severos de las ideas Freudianas; Carl Jung (2011), también se aventuró a conceptualizar el amor explicando que el encuentro entre dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si se produce una reacción, ambos se transforman. Otro genial psicoanalista; Erich Fromm (2004), nos recuerda un hecho básico; la función de la relación de pareja es la de poder desarrollar la capacidad de amor que cada ser individual tiene, la de poder tener un sistema y un espacio donde canalizar la espontaneidad.

Desde la visión socio-económica, Marx y Engels (2010) propusieron que el amor es la relación directa, natural y necesaria para que un hombre y una mujer puedan concebirse en un ser genérico y colectivo. En épocas más recientes donde los métodos experimentales dominaron la investigación de los fenómenos humanos, la escuela psicológica conductista de Frederik Skinner (1938) también quiso explicar el fenómeno amoroso y lo redujo a un reforzamiento positivo mutuo y constante, que incrementaba la ocurrencia de conductas elegidas.  

Desde la literatura, Antoine De Saint Exupery popularizo el aforismo: “El amor es lo único que crece cuando se reparte” y en su obra “El principito” aludió a  la incomprensible paradoja amorosa cuando describe “su flor” como frágil, espléndida y magnífica y, al mismo tiempo, llena de imperfecciones; orgullosa, vanidosa, egoísta y mentirosa. Lo cierto es que cuando nos enamoramos en realidad no se ve al otro en su totalidad, más bien el otro funciona como una pantalla donde proyectamos nuestros aspectos idealizados (Bucay, 2009).

 

Las relaciones alternativas de pareja

Hace varios años al proporcionar psicoterapia a parejas violentas en un Centro de Crisis de Ciudad Juárez, Chihuahua me impactó el testimonio de una paciente recientemente separada después de mantener un matrimonio por 20 años quién reflexionaba…

Siendo soltera pensaba que el amor era un sueño y que debía entregarme a una sola persona, casada ese amor me tuvo de rodillas sufriendo como una loca. Ahora, separada descubrí que el amor puede ser diferente y que quizás la única condición que debes de poner no es la fidelidad obligada, sino el compromiso y el  respeto”.

Mi paciente nunca lo supo, pero desde aquel momento, su comentario cumplió dos propósitos igualmente importantes para mí como persona y para mi actividad profesional; me sirvió para comprender y redefinir mi concepción sobre las relaciones de pareja, pero también para aminorar mi lucha contra algunas conclusiones inevitables que seguramente muchos de ustedes también viven y que a continuación enlisto…

  • No soy partidario de aquel mito de la monogamia dogmática y menos aún de ideas que nos hacen establecer vínculos amorosos suponiendo que sexo y amor vienen en el mismo paquete de pareja.
  • No puedo defender conceptos y prácticas amorosas que confunden, alienan y en ningún sentido contribuyen al fortalecimiento de una pareja, tales como “amor eterno”, “fidelidad absoluta”, “traición”, “castigo” o “complemento”.
  • Estoy convencido que los modelos tradicionales de pareja no satisfacen a todas las personas y que, por ello todos tenemos el derecho a experimentar y ejercer libre y responsablemente nuestra capacidad amorosa y expresión de la sexualidad en relaciones alternativas de pareja.

En este sentido, entendamos como relación alternativa de pareja a aquel vínculo amoroso establecido entre adultos de modo honesto, libre e informado que parte de premisas afectivas, cognitivas y conductuales diametralmente opuestas a las relaciones tradicionales pues plantean al amor como un compromiso ético no mercantilista que alivia la presión cultural al considerar que una pareja no debe cubrir todas nuestras necesidades y cumplir todas nuestras expectativas. Las relaciones alternativas o “abiertas” como también se han denominado, por desgracia han sido estigmatizadas bajo una vulgarización extrema criticándolas por su supuesta “libertad”, ligereza y regla falaz de “no enamorarse” pues si lo haces “pierdes” y en consecuencia los vínculos dejan de ser pasionales y vívidos.

Más bien, las relaciones alternativas han pretendido colocar “letreros” para generar certidumbre y dar sentido a formas diferentes de hacer amor y pareja. Así pues, además del noviazgo, matrimonio y unión libre, en diversos países, culturas y escenarios han irrumpido los amigantes, las parejas DINK y LAT, las relaciones primarias y secundarias, el poliamor e incluso hasta aquellos que se adhieren al intercambio de pareja. Cabe señalar que esta descripción no es exhaustiva pues existen otras tantas configuraciones y vínculos, tales como las relaciones “free”, los vínculos basados en el apoyo económico y los swingers, sin embargo no se contemplan ni analizan en este artículo por considerar que las personas que participan en éstas interacciones renuncian a las formas más completas de los vínculos interpersonales; la intimidad y el compromiso emocional y la fidelidad consigo mismo. Así también, en tales relaciones no están presentes la honestidad, la convivencia y el tiempo sino más bien son relaciones generadas y mantenidas por factores diferentes al amor como la reducción a la genitalidad o asociadas a un tinte mercantilista y de prostitución sin compromiso afectivo alguno.

La tesis de las relaciones alternativas es relativamente sencilla de explicar mediante una atrevida metáfora… ¿Cuántos de nosotros no hemos escuchado la expresión “media naranja”?, ¿Cuántos de nosotros además de escucharlo, hemos esperado sentados que nuestra mitad llegue? y ¿Cuántos suponiendo haber encontrado y presumido tener esa “media naranja” han vivido partidos a la mitad con su amor de película y más bien se toparon con un verdadero exprimidor?

Ahora, expliquemos brevemente cada modalidad de relación.

  • Amigantes: Se trata de una relación entre amigos que mantienen una atracción importante y que de alguna forma han establecido como sus derechos la intimidad, la confianza, la comunicación, la exploración afectiva y la convivencia mediante encuentros relativamente esporádicos y por ello no se consideran como una pareja oficial (novios) ni tampoco exclusivamente como amantes y quizás menos aún se visualicen como potencial pareja pues es posible que alguno de ellos o ambos tengan una pareja formal, aunque quizás el cambio de estatus de un vínculo a otro pudiera darse si lo acuerdan. En México, es común denominarle a esta relación amigos con derechos, amigos con beneficios o amigos cariñosos.
  • Parejas DINKY: La abreviatura DINKY proviene del inglés double income no kids yet, lo cual se refiere a una pareja de adultos productivos en donde ambos miembros cuentan con ingresos económicos pero que han decidido no contemplar en su proyecto común la presencia de hijos, al menos no en un futuro inmediato. Si bien las parejas DINKY comparten una visión de compromiso también les interesa generar un patrimonio y consolidar su crecimiento profesional, emocional y calidad de vida. Su rango de edad es de los 25 a los 39 años y se perfilan como parejas que radican en centros urbanos. En México, las parejas DINKY quizás han proliferado no necesariamente por elección sino por otras razones como la inseguridad, la ausencia de un empleo o la inestabilidad laboral y la crisis económica. Datos del Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2010) indicaron que en México al menos 8.6% de los hogares están formados por parejas sin hijos, es decir, 2 millones 408 mil hogares, que se traduce en 4 millones 816 personas.
  • Parejas LAT: El acrónimo hace referencia a Living Apart Together que significaría “viviendo juntos pero separados”. Estas relaciones las conforman adultos de mediana edad –algunos de ellos que han vivido divorcios o rupturas-  y si bien se aman, practican la fidelidad y mantienen proyectos comunes no viven en el mismo espacio al considerar como prioridad el ejercicio de su individualidad y el respeto a la autonomía y privacidad del otro. Por ello, no es raro que las parejas LAT, compartan viajes, intereses, amigos, y quizás por temporadas la convivencia estrecha en un mismo espacio por lo que los conflictos por asuntos domésticos se presentan con menos frecuencia.
  • Poliamor: Implica la posibilidad de sostener más de una relación íntima, duradera, simultánea, amorosa y sexual -aunque este requisito no es una condición- con el pleno consentimiento de todas las personas involucradas. Es importante señalar que los poliamorosos insisten con justa razón en no aplicar el término a meras relaciones sexuales casuales, orgías anónimas, amoríos, prostitución u otras definiciones populares de intercambio de pareja. El poliamor es quizás una de las configuraciones alternativas de pareja más complejas pues pueden adquirir expresiones múltiples como las relaciones jerárquicas, en las cuales se distingue entre relación “primaria”, “secundaria” e incluso ‘»terciaria'», relaciones grupales, redes de relaciones conexas, tribus y relaciones abiertas sin que con ello se transgredan los valores de polifidelidad, honestidad, respeto, comunicación y negociación.

Conclusión

El amor a diferencia del enamoramiento, es duradero. El amor es una percepción real del otro y pese a ello toda relación de pareja es vulnerable y bien vale la pena que, al sostener cualquier relación amorosa -sea ésta tradicional o alternativa- tengamos en mente que las promesas no son suficientes, que los juramentos no vuelven inmunes a los enamorados y que la protección contemplada en los marcos legales no puede garantizar que el amor sobrevivirá a la prueba del tiempo, a la presencia de otros amores, a las limitaciones materiales, y al dolor emocional provocado por la ausencia de vida sexual, la carencia de intimidad comunicativa o los conflictos por la falta de acuerdos cotidianos.

Hace más de 30 años, el psiquiatra Scott Peck ya advertía que la noción del amor verdadero en las relaciones de pareja se relacionaba con el crecimiento humano y no con el deseo de que cada miembro llenara su vacío interior y estuviera dispuesto a tolerar el sufrimiento y la soledad que muchas veces supone ese crecimiento. Recientemente investigaciones neurobiológicas han comprobado que el “amor verdadero” también implica el reconocimiento en nuestro compañero o compañera de su inteligencia, del reconocimiento social que goce ante los otros y de la apreciación y seguridad material que nos pueda generar (Cahill, 2009). Finalmente, si hemos de capturar algo valioso del amor que permanezca con nosotros el resto de nuestras vidas y nos ayude a practicar una humanidad sensible, tenemos que reconocer que amar profundamente implica una consciencia igualmente profunda de nuestra propia ignorancia. Sólo espero que nuestras parejas nos permitan encontrar nuevas y variadas formas de mostrar qué demonios es esa cosa llamada…..amor.

 

Referencias

  • Cahill, L. (2009). The sexual brain. Scientific American Mind. 20 (3), 39-47.
  • Bucay, J. (2009). Amarse con los ojos abiertos. México, D.F: Océano.
  • Consejo Nacional de Población (2008). La situación actual de los jóvenes en México. México, D.F: CONAPO/UNFPA/SEGOB.
  • De Saint Exupery, A. (2010). El principito. México, D.F: Ediciones Gandhi.
  • Fromm. E. (2004). El arte de amar. Barcelona: Paidós Ibérica.
  • Jung, C. (2011). Sobre el amor. Barcelona: Trotta.
  • Marx, K., Engels, F. (2010). El capital: Critica de la economía política (Antología). Barcelona: Alianza Editorial.
  • Laplanche, J., Pontalis, J. (1996). Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Paidós.
  • Peck, S. (1978). The Road Less Traveled. A New Psvchology of Love, Traditional Values and Spiritual Growth. New York: Ebury Press.
  • Reale, G. (2003). Por una nueva interpretación de Platón. México, D.F: Libuk.
  • Skinner, F. (1938). The Behavior of Organisms: An Experimental Analysis. New York: Appleton-Century-Crofts.

Héctor Cerezo Huerta. Doctor en Psicología Educativa y del Desarrollo por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Instructor de Educación Continua de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, UNAM. Profesor de Cátedra de la División de Profesional y Posgrado del Departamento de Estudios Humanísticos y Formación Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla.

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Blog:  http://docenciaydocentes.blogspot.com

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