Como buen genio, el naturalista británico Charles Darwin fracasó en los pupitres y aguantó las predicciones de un futuro desgraciado, hasta que hizo de su amor por los animales y de un meticuloso método el punto de partida de su viaje hasta la teoría de la evolución.
Sus numerosos bocetos de cuanta especie animal contemplaba, primorosamente identificados y archivados son, con sus apuntes de impecable letra, un ejemplo de los primeros pasos del científico que recoge la exposición «Darwin La Exhibición»,  abierta al público colombiano desde este fin de semana en El Claustro de La Enseñanza de Bogotá.

«De Charles Darwin se habla mucho, pero en una exposición como ésta se entiende quién fue realmente y el valor que ese señor y sus conocimientos tienen para la humanidad», comentó a Efe en la inauguración el visitante Francisco Pérez.
Y es que en la muestra, impulsada por el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, los más curiosos podrán contemplar desde las lupas con las que analizaba a los seres más pequeños hasta el martillo con el que rompía los cráneos que le permitían llegar hasta el fondo de los órganos más complejos.
También está la réplica del despacho en el que pasó tantas horas, abrigado con un chal en Down House, su casa del suroeste de Londres, revisando las muestras que recogía en el campo y que en ocasiones llevaba vivas en una caja.
De algo tenían que servir sus escapadas al campo durante su juventud, las mismas que le costaron los reproches de su padre, Robert Darwin: «No te importa nada más que la caza, los perros y capturar ratas, serás una desgracia para ti mismo y para toda tu familia».
Los historiadores describieron al científico como un muchacho disperso que cosechaba tantas malas calificaciones como cambios de centro educativo, y que fue configurando su pasión por la ciencia hasta que conoció al reverendo John Henslow en el Christ College de Cambridge, el impulsor del viaje de su vida.
Maquetas del barco «HMS Beagle» ilustran la gira que emprendió durante cinco años por el continente americano y oceánico, en los que se erigió como una eminencia de la Geología y recopiló las colecciones de especies animales y vegetales más completas de las ciencias naturales.
En las Islas Galápagos estudió la variación de las especies y apuntó en su pequeño cuaderno de notas: «si hay una mínima base de estas observaciones de la zoología de los archipiélagos, vale la pena examinarlas, ya que estos hechos podrían atentar a la estabilidad de las especies».
Con todas estas notas, dio forma en 1859 al manual «El origen de las especies por selección natural», en la que planteó la teoría que le encumbró y que todavía mantiene vigencia.
«De hecho, lo que tendría que pensar toda persona es que Charles Darwin es el individuo que demostró que el origen de las especies es por evolución y no por creación», teoría que choca con el concepto del «diseño inteligente».
Ahora, 153 años después de esa revelación, los colombianos pueden conocer de primera mano los primeros pasos de Darwin y, según Jorge Enrique Bueno, director del Instituto de Astrobiología de Colombia y experto asesor de los organizadores, animarse a preservar la naturaleza de uno de los países más biodiversos del mundo.
Según esta muestra, la trayectoria del científico también experimentó una evolución; la misma que esbozó en un papel en el que reprodujo paso a paso el crecimiento de un árbol, con una clara conclusión: «yo pienso».
El Claustro de La Enseñanza de Bogotá acoge «Darwin La Exhibición» hasta finales de octubre, cuando partirá hacia las ciudades colombianas de Medellín y Barranquilla.

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