Miguel Limón, Víctor Arredondo, Silvia Lemus, Basilio Baltasar, Florence Olivier, Julio Ortega y Enrique Florescano.

Miguel Limón, Víctor Arredondo, Silvia Lemus, Basilio Baltasar, Florence Olivier, Julio Ortega y Enrique Florescano.


Carlos Fuentes logró en su ensayo El espejo enterrado una historia de la cultura hispánica a través de sus batallas, de sus artistas y de sus grandes obras, coincidieron en señalar los invitados a la sexta edición de la Cátedra Interamericana “Carlos Fuentes” (CICF) 2015, que tuvo como tema, precisamente ese ensayo.

Como integrantes de la cátedra se contó con la participación de Basilio Baltasar, escritor y presidente de la Fundación Santillana; Florence Olivier, especialista en literatura latinoamericana y profesora de la Sorbona de París, y Julio Ortega, crítico y académico de la Universidad de Brown, en Estados Unidos.

Correspondió a la periodista Silvia Lemus, viuda de Fuentes, presentar a los invitados y moderar la mesa donde reflexionaron acerca de la obra.

Basilio Baltasar comenzó declarando: “Con Carlos Fuentes me une una gran amistad que trasciende las circunstancias y el tiempo, de geografía y de memoria”, y planteó la pregunta: ¿Qué El espejo enterrado? A lo que respondió que es un ensayo histórico, un documental de la BBC, una inesperada aportación a la celebración y a la retórica de lo que se llamó el quinto centenario, un ejercicio de la interpretación y una apología de la inteligencia.

Más allá, “es una mirada panorámica sobre el movimiento de hombres y tierras, ideas y batallas en las que al día de hoy estamos todos inmersos”, y opinó que uno de los subtítulos de la obra podría ser “La guerra de los mil años, la guerra interminable”.

Esta obra puede concebirse también como “una grandiosa ópera de nuestra historia, a ratos wagneriana, a ratos bufa y patética, porque nuestra historia es una explosión de sucesos”.

En este ensayo, afirmó, Fuentes ha cumplido su misión, “hemos visto reflejadas las múltiples facetas de nuestra personalidad, los mil rostros del ser y la multitud que nos precede, el fértil mestizaje sin nombre y el murmullo de voces que suena en la corriente del tiempo. El espejo enterrado es un ensayo intelectual, pero también es una sinfonía que reproduce la melodía que fluye a través de nosotros”.

A continuación, Florence Olivier leyó la ponencia “El espejo enterrado: un espejo de doble faz. Biografía de la cultura hispánica y tesauros del tiempo”, donde expresó que el autor mexicano aborda la cultura hispánica como un biógrafo, buscando la continuidad cultural del mundo hispánico. “Pocas veces el escritor tiene la oportunidad de escribir la biografía de su cultura”.

En esta obra Fuentes se convierte en “un cronista de cronistas, un cronista de indias y de España, y lo es a conciencia, mezclando su relato con una explícita reflexión sobre la historia cultural hispánica; al dirigir la obra a un público amplio, con un ensayo histórico, renuncia a la plena libertad de la ficción o a la temporalidad del relato”.

La composición del libro dinamiza la temporalidad narrativa al circular al relato por el espacio de uno y otro continente, marcando pausas para destacar cualquier momento excepcional de creatividad cultural; “tal circulación modula la tensión que requiere tal o cual periodo histórico de la cultura común que se fue fraguando y gestando entre España y la América española, convertida luego en Hispanoamérica”.

Para concluir, el escritor peruano Julio Ortega, recién galardonado con la Medalla al Mérito Universitario por la UV en la Feria Internacional del Libro Universitario, invitó a los asistentes a la próxima CICF que se celebrará en su universidad norteamericana.

Planteó que Carlos Fuentes “intenta lo imposible, como suele hacer, en El espejo enterrado, porque busca que Moctezuma y Cortés no sean enemigos, como él dijo alguna vez: no se trata de derrotar al otro sino de dialogar con él”.

El ensayo de Fuentes propone que somos una identidad en construcción y “el yo se debe al tú, el yo solo no puede hacer nada, el tú solo tampoco”; en ese sentido, es una metáfora de la identidad y advirtió que la noción de “el problema de la identidad”, como se ha mencionado, no existe. “Nuestro problema es que tenemos un exceso de identidad, hay que calmar a la gente para que no se exprese demasiado y sea un poco más civil”.

Cuando se mira hacia el pasado para entender el presente tenemos una sucesión de fracasos, cierta historiografía latinoamericana, y la teoría de la dependencia han perpetuado una noción de que todo lo sucedido en el pasado ha fracasado una y otra vez, “pero ésa es una mala lectura, porque si vemos el pasado como una sucesión de ensayos de futuro, la historicidad nuestra es una historia de futuro. Creo que Fuentes no llegó a formularla, pero sí asentó una forma de pensarla y a nosotros, que venimos después de él, nos toca eso”, puntualizó.

El evento tuvo como sede el Museo de Antropología de Xalapa (MAX) y fue coordinado por la Universidad Veracruzana (UV), el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Veracruzano de la Cultura.

En la fotografía: Miguel Limón, Víctor Arredondo, Silvia Lemus, Basilio Baltasar, Florence Olivier, Julio Ortega y Enrique Florescano.

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