Introducción

Hace unas semanas acudí como tallerista a un Congreso Nacional de Psicólogos y Psicopedagogos Humanistas e indudablemente la reflexión y avance del conocimiento en torno al desarrollo personal y profesional en el mundo contemporáneo fue prolífica, sin embargo me asusté bastante cuando a la hora de la comida entre todos los especialistas escuche con absoluta seriedad que algunos de ellos portaban amuletos energéticos y protectores dimensionales, discutían si el cielo estaba en la tierra y el infierno en el cielo, intercambiaban diagnósticos energéticos de chakras y meridianos energéticos, compartían una enorme cantidad de “remedios naturales» homeopáticos, posología de las flores de Bach, utilidad del reiki y las cabalgatas terapéuticas o la conveniencia psicocorporal de tener relaciones sexuales con los usuarios de psicoterapia.

El sujeto cognoscente 1

Ese día comprobé que por desgracia el Humanismo no es ciencia, sino mero dogma. Yo sólo alcancé a comentar que la dominancia de las ciencias y de la tecnología pueden provocar, como reacción esperada, el recurso al sabio, al chamán o al gurú y que en esta época donde la psicología es objeto de masas, la idea de los iluminados roza lo risible; y que habríamos de tener cuidado de no convertirnos en los nuevos especuladores y demagogos del conocimiento.

Hace unos días, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología –CONACYT- y el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática –INEGI- presentaron los resultados de la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología (ENPECYT) aplicada en 2011, la cual revela entre otros datos muy interesantes que más de la mitad de la población mexicana considera como “peligrosos” los conocimientos científicos, 55.39% sostiene que el desarrollo científico y tecnológico originan una manera de vivir “artificial y deshumanizada”, casi 30% de los encuestados cree que existen números de la suerte, 33.53% asegura que los objetos voladores no identificados (OVNIS) reportados son vehículos espaciales de otras civilizaciones, 37.55% de los encuestados cree que los primeros humanos vivieron en la misma época que los dinosaurios, 40% afirma que algunas personas poseen poderes psíquicos y una inmensa mayoría considera que las limpias, la homeopatía y la acupuntura son opciones para aliviar enfermedades que la ciencia no reconoce.

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Ambas situaciones descritas, tanto la anécdota académica como los resultados de la encuesta muestran las formas en cómo las personas construyen su conocimiento, en cómo operan las creencias y fundamentalismos; particularmente nos permite precisar que información no es sinónimo de formación y que lamentablemente predomina una concepción animista de la realidad que nos impide centrarnos en problemas reales y tomar consciencia de nuestra situación de población explotada, marginada y humillada. Es importante señalar que, sí aludimos a creencias, es innegable la participación de un componente emotivo y actitudinal que le permite a los sujetos inferir, conjeturar, pensar, suponer y actuar como guía de su comportamiento sin que existe necesariamente una relación unidireccional entre las creencias y la conducta.

Villoro (2004) al realizar un exhaustivo análisis de conceptos epistemológicos esenciales como creencia, certeza, saber y conocimiento afirma que cualquier creencia, aún la más abstracta, implica expectativas e hipótesis que regulan nuestras acciones ante el mundo. Aclara además que, las creencias sólo operan como una guía y disposición de las posibles acciones, lo cual explica que algunas creencias no puedan traducirse en comportamientos.  Sin embargo, las creencias ciegas y en particular las prácticas relativas a la pseudociencia siempre implican una dosis de irresponsabilidad; quizás por eso a tantos les fascina.

En este contexto, el enajenamiento, sensación espuria de felicidad y reforzamiento de la condición de habitantes, más no de ciudadanos difundidos por la pseudociencia, la fe, el new age y los contenidos basura multiplicados en los mass media constituyen una de las estrategias mediáticas más efectivas de control poblacional tal como ha insistido enfáticamente Noam Chomsky (1992). Al respecto Pineda Cachero (2002) agrega que los medios de comunicación de masas actúan como un sistema de transmisión de mensajes y símbolos para el ciudadano medio. Su función es la de divertir, entretener e informar, así como inculcar a los individuos los valores, creencias y códigos de comportamiento que les harán integrarse en las estructuras institucionales de la sociedad […] En un mundo en el que la riqueza está concentrada y en el que existen grandes conflictos de intereses de clase, el cumplimiento de tal papel requiere una propaganda sistemática.

El mito de la caverna y el sujeto cognoscente

¿Alguna vez has escuchado o leído “El mito de la caverna” propuesto por el filósofo griego Platón? En la narración, Platón nos presenta a varios hombres prisioneros en una caverna. Al estar atados por el cuello, no pueden girar su cabeza y solo alcanzan a ver el fondo del lugar donde están. Detrás de ellos hay una hoguera que ilumina la cueva, y un pasillo por el que circulan hombres con todo tipo de objetos. Las sombras de estos últimos se proyectan en el fondo de la caverna, y esto es lo que ven los encadenados: proyecciones que confunden con la realidad.El mito de la caverna y el sujeto cognoscente

El mito de la caverna da un giro cuando uno de los prisioneros es liberado, sale de su ‘prisión’ y comprueba que la realidad es otra, con un mundo de lagos, árboles y animales. Feliz con sus descubrimientos, el prisionero liberado vuelve con sus antiguos compañeros para relatarles que fuera de la caverna se encuentra la realidad, y que lo que ven no son sino sombras.

Ante esta afirmación, quienes permanecen en la caverna se ríen del liberado, pues piensan que la luz le ha cegado, y que por ello dice tales cosas. Para demostrar lo contrario, el citado hombre libre trata de quitar las cadenas al resto, pero estos se niegan y amenazan con matarle.

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El mito de la caverna de Platón, un pasaje del Libro VII de «La República”, si bien constituye una narración alegórica de la existencia de dos mundos: el mundo sensible y el mundo de las ideas, también pretende afirmar que muchos viven cómodos en el engaño, cuando hay una realidad ahí afuera esperándolos. Se trata finalmente de una metáfora sobre la posición del ser humano ante el conocimiento. En la narración puede apreciarse que todo conocimiento de la realidad implica una relación, por un lado; el sujeto que es cognoscente (conocedor) y el objeto que es conocido y el vínculo peculiar que se establece entre ambos. Esos son los tres elementos básicos en todo conocimiento.

Hablar de sujeto cognoscente en términos cognitivos alude a  un grito de batalla para que la persona abandone su papel sumiso de receptor de conocimiento y adquiera responsabilidad en su propia formación intelectual.  Es un reto abierto a la supuesta autoridad de los que saben y una aceptación tácita de que en el mundo de las ideas solo se reconoce la autoridad del conocimiento. El sujeto cognoscente es la persona que mantiene una actitud de búsqueda y cuestionamiento activo –característica de todo pensador exitoso- aquel que entra en contacto con el objeto de conocimiento inicialmente a través de sus sensopercepciones, las cuales son procesadas en su sistema cognitivo, formando conceptos abstractos de la realidad para que finalmente el proceso concluya al conformar las propias ideas en torno a la realidad objetiva. Aspecto que no es logrado por los partidarios de la pseudociencia, la fe, el new age y las creencias irracionales.

El origen y valor del conocimiento puede explicarse de distintas formas. Así pues, el origen del conocimiento para los racionalistas reside en el mundo de las ideas, en la cognición y en procesos internos de pensamiento, para los empiristas radica en la experiencia y vida práctica, para los críticos en la razón y la experiencia. Por su parte, el dogmatismo no tiene límites, pues cree que los hombres pueden conocer la realidad tal cual es. Su contraparte, es el escepticismo, que plantea que todo conocimiento depende de las circunstancias o del individuo. Finalmente, los positivistas limitan el valor del conocimiento a la experiencia y a los hechos objetivos o medibles.

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Cómo observas en el esquema anterior, el conocimiento puede ser entendido de diversas formas, sin embargo, optaremos por modelar una explicación constructivista –que mantiene ciertos tintes racionalistas-, pues bajo tal postura es viable comprender las creencias, concepciones y pensamientos de las personas y considerar que el conocimiento se construye de modos muy complejos, y que no se limita a la contemplación o la asimilación, sino que implica invariablemente también una creación personal y social.

La construcción del conocimiento y el constructivismo

Ningún conocimiento viene de la nada, es decir conocimiento previo da nacimiento a conocimiento nuevo. La palabra “conocimiento” en este caso tiene una connotación muy general. Este término incluye todo aquello con lo que el individuo ha estado en contacto y se ha asimilado dentro de él,  no solo conocimiento formal o académico.  De esta manera, creencias, prejuicios, lógicas torcidas, irracionalidad y piezas de información meramente atadas a la memoria por asociación y repetición, son tan importantes como el conocimiento más puro y más estructurado que pudiéramos pensar.  El individuo «construye» su conocimiento, pero ¿con qué lo construye?  Pues con lo que tenga a su disposición en términos de creencias y conocimiento formal e informal. Así como el buen arquitecto levanta con piedra y lodo bellas construcciones, así el sujeto cognoscente levanta bellas “cogniciones” teniendo como materia prima su conocimiento previo (prejuicios y creencias incluidos).

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Nuestras construcciones mentales son fundamentalmente una creación de reglas, modelos, esquemas, generalizaciones o hipótesis que nos permitan predecir con cierta precisión que va a pasar en el futuro. Hacemos, por ejemplo, construcciones mentales de la personalidad de aquellos que nos rodean y frecuentemente estamos cambiando estas construcciones adaptándolas a lo que vamos viendo en esas personas. Por ejemplo, un bebé aprendiendo sus primeras palabras y un científico descubriendo un fenómeno que ha de revolucionar el mundo están ambos construyendo estructuras mentales para entender la realidad.  Ambos usan conocimiento previo para acomodar el conocimiento nuevo, ambos sufren un conflicto cognitivo, ambos han llegado a este punto de conflicto por que una vida social los ha confrontado con él y ambos producen una estructura de conocimiento que se va haciendo más y más personalizada en el transcurso de una vida.

El “constructivismo” se constituyó como una epistemología que se preocupó por responder a las preguntas: ¿Cómo conocemos? ¿Cómo conoce el sujeto? ¿La realidad es una “construcción activa”, una representación de la realidad o simplemente una especie de fotografía instantánea de lo que vemos, escuchamos, olemos, degustamos, sentimos o escuchamos? El constructivismo es la síntesis de una serie de estudios de diversas disciplinas; en la que se conjugan aspectos de la psicología cognitiva, la antropología y la filosofía, es una teoría que no sólo abarca los procesos formales de enseñanza-aprendizaje que se dan en el ámbito escolar  -cómo comúnmente se cree- sino que incluye también a todos aquellos por los que el individuo construye conocimiento en su vida cotidiana.

La idea subyacente de manera muy sintética, es que el sujeto no es visto como un ente pasivo sino, al contrario, como un organismo activo, responsable de su propio aprendizaje. Al respecto Cerezo (2005) indica que el constructivismo es primeramente una epistemología, es decir una teoría de cómo los humanos aprenden a resolver los problemas y dilemas que su medio ambiente les presenta, es una teoría que intenta explicar cuál es la naturaleza del conocimiento humano, o por decirlo más crudamente es simplemente una teoría de cómo ponemos conocimiento en nuestras cabezas. 

Todo conocimiento representa una imposición de estructuras cognitivas, en este mismo momento que lees estas líneas “construyes” cogniciones y estoy imponiendo ciertas ideas, pero tal imposición se realiza en un contexto en el cual las ideas se conectan con lo que ustedes ya saben y por ello pueden criticarlas.  Aquí tienen en sus manos una serie de ideas que si las dejan como están se volverán dogmáticas sin importar que estén de acuerdo o en contra de lo que he escrito. En la medida que ustedes generen estos conceptos de su propia manera, con sus propios ejemplos y sean capaces de proveer su propia teoría del conocimiento, entonces el dogmatismo desaparece y una meta educativa de gran valor se manifiesta, la construcción del conocimiento.

El constructivismo, en un plano más humilde, vino al mundo para hacernos ver que nuestro conocimiento es construido imperfectamente desde bloques que solo pueden catalogarse como reflejos o creencias.  En el constructivismo no hay ideas “puras”. La cognición humana no es el edificio perfecto de ideas básicas que se combinan con lógica impecable para formar ideas más complejas.  Todo lo que pasa en nuestras cabezas es en esencia un mundo personal que sorpresivamente se adapta al mundo exterior. Todo lo que se genera en la cognición humana es producto de una combinación de sentimientos, prejuicios y juicios, procesos inductivos y deductivos, esquemas y asociaciones, representaciones mentales que juntos nos dan elementos para resolver nuestros problemas.  Este proceso de “juntar” es construir estructuras de significado y la manera de “juntar” es altamente personal, algo que realmente no se puede enseñar sino que se tiene que dejar al individuo a que lo construya y una vez que ha construido monitorear si esta clase de construcción tiene paralelo o similitud en el mundo real.

El constructivismo aparece como metáfora del conocimiento en un mundo donde la explosión del conocimiento rebasa con mucho la capacidad del cerebro humano. Es cierto también que construimos nuestro propio conocimiento pero no en esa libertad completa que la imagen casi publicitaria y romántica del constructivismo alguna vez conlleva. Construimos destruyendo, cambiando y acomodando aquellas estructuras de conocimiento que se nos han impuesto en nuestras actividades de aprendizaje. No construimos de la nada, construimos con los fragmentos de aquello que nos fue impuesto.

Construimos no como queremos sino en las condiciones dictadas por las imposiciones de nuestro propio proceso de aprendizaje.  En los más fantásticos logros cognitivos, en la estructura magnífica creada para las explicaciones de un problema científico, podemos encontrar los ladrillos de estructuras impuestas que fueron en algún momento destruidas o transformadas, pero al mismo tiempo proveyeron el material para levantar un nuevo edificio. Aquí, “los que saben” tienen una misión que es tan difícil como sublime. Tenemos que fomentar el análisis crítico de las ideas con el mismo fervor que las construimos y las imponemos en las personas.

El constructivismo ha tomado la mente de todos los educadores actuales. En todas partes se hacen manifiestos constructivistas muchas veces sin entender del todo el compromiso que este concepto implica. Este concepto ha ocupado las mentes más brillantes del planeta, las cuales fervientes y metódicas se adhieren con determinación al concepto.  El constructivismo parece ser la culminación de una serie de ideas psicológicas muy anheladas que se han presentado en la historia de la humanidad y que, con apoyo de la filosofía y los desarrollos de la psicología cognitiva, le han dado un estatus incomparable. 

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Referencias:

Doctor en Psicología Educativa y del Desarrollo por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Instructor de Educación Continua de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, UNAM. Profesor de Cátedra de la División de Profesional y Posgrado del Departamento de Estudios Humanísticos y Formación Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla.

Correo: [email protected]

Twitter: @HectorCerezoH

Blog:  http://docenciaydocentes.blogspot.com

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