El Sahara posee grandes cantidades de agua almacenadas en profundidad, heredadas de períodos antiguos. Un reciente estudio realizado por el IRD y sus colaboradores acaba de revelar que estas capas no son totalmente fósiles, sino que se van realimentando cada año. Gracias a un método basado en datos obtenidos por satélite, los investigadores han podido calcular las variaciones del volumen de agua que yace bajo el desierto del Sahara septentrional; durante el período 2003-2010, se ha ido cargando cada año como media con 1,4 km3, cantidad que representa el 40 % de las extracciones realizadas, esencialmente para el regadío que sostiene la economía de los oasis. Esto significa que las aportaciones no compensan las extracciones, pero su existencia permite plantearse una gestión sostenible de estos acuíferos transfronterizos, principal recurso de agua de las regiones semiáridas de Argelia y Túnez.

Un reabastecimiento nada desdeñable

Hasta hace poco, las capas de agua del sistema acuífero del Sahara septentrional estaban consideradas «fósiles», es decir no renovables, como por ejemplo el carbón o el petróleo. Se pensaba que las precipitaciones en la región eran demasiado escasas y la evapotranspiración demasiado importante como para reabastecer las capas profundas. Pero los investigadores acaban de demostrar que en realidad las capas del sistema acuífero del Sahara septentrional, que es como se llama, siguen alimentándose hoy día. Existe un reabastecimiento y éste ha podido ser cuantificado, como revela un estudio publicado en Geophysical Research Letters. Las aguas de lluvia y de escorrentía aportan como media al sistema 1,4 km3 al año, es decir unos 2 mm al año en la superficie de alimentación de las capas. En el período de 2003 a 2010, el reabastecimiento anual llegó incluso a alcanzar 4,4 km3 algunos años, es decir 6,5 mm al año.

Un nuevo enfoque por satélite

El equipo de investigación ha podido desvelar esta alimentación gracias a un nuevo método de medición por satélite. Los científicos han analizado los datos proporcionados por la misión espacial GRACE (Gravity Recovery and Climate Experiment) de la NASA y del centro aeroespacial alemán. GRACE, puesto en órbita en 2002, mide las variaciones del campo gravitatorio terrestre, lo que permite deducir las variaciones en la masa de agua contenida en las capas superficiales. Estos datos han permitido a los investigadores calcular la evolución del volumen de agua almacenada y deducir el reabastecimiento de los acuíferos, una vez restadas las cantidades extraídas. Este enfoque global permite, por ejemplo, resolver algunas dudas de los modelos hidrogeológicos que se apoyan en mediciones locales del nivel piezométrico, es decir del nivel de agua leído en los pozos y perforaciones.

Extracciones no compensadas

El reabastecimiento medio de 1,4 km3 al año sólo supone el 40 % de los 2,75 km3 que se extraen en total al año en la región, según los datos del Observatorio del Sahara y del Sahel (OSS). Es decir, que no se compensa el 60 % de las punciones anuales. A pesar de este significativo reabastecimiento, el sistema acuífero del Sahara Septentrional sigue estando sobreexplotado.

Desde los años 1960, no han dejado de aumentar las extracciones para satisfacer a la creciente demanda de los distintos sectores socioeconómicos: industria, agricultura, turismo y uso doméstico. Se han multiplicado los pozos y perforaciones y las extracciones anuales han pasado de 0,5 km3 en 1960 a 2,75 km3 en 2010, provocando una disminución generalizada del nivel piezométrico, que llega a ser de 25 o 50 m en algunos lugares. Ya se han agotado numerosos pozos artesianos y fuentes naturales, alrededor de los cuales se habían desarrollado los oasis.

La disminución del artesianismo, es decir de la presión del agua en las capas subterráneas, puede afectar negativamente a la viabilidad de la economía de los oasis. Gracias a la cuantificación del reabastecimiento actual, estos trabajos permitirán desarrollar herramientas de gestión razonada de este recurso, hasta que se instalen sistemas de regadío más sostenibles. El desafío es importante: estas capas deberán responder a las crecientes necesidades de una población que para el año 2030 será de 8 millones de habitantes según el OSS.

Los comentarios están cerrados.