Introducción

\'ManitasEl presente texto tiene como propósito reflexionar sobre el estatus científico del movimiento ideológico denominado: Psicología “Positiva” y abordar algunas implicaciones éticas sobre la felicidad humana. La Psicología “Positiva” podría definirse como una “nueva” corriente del saber humano que proporciona herramientas emocionales para el bienestar, el logro, la realización personal, el optimismo, el perdón y la bondad humana. Las “ciencias de la felicidad” pretenden mostrar la eficiencia de metodologías, procesos de consultoría, capacitación, coaching y certificados en psicología positiva sobre el crecimiento humano y la vida plena, e incluso en el tratamiento de enfermedades emocionales y corporales.

Quiero advertirte que en opinión de varios especialistas; Bueno (2005), Cabanas (2011), Pérez (2012) y Ehrenreich (2012) la Psicología “Positiva” es una ideología en donde abundan las falacias, los fenómenos relacionados con el efecto placebo, las tesis tautológicas y las conclusiones tremendamente obvias, además de la imposición de un optimismo sin escrúpulos y de una cultura tirana de la actitud “positiva” a pesar de condiciones históricas, socioeconómicas y culturales represivas. Desde mi perspectiva, la Psicología “Positiva” representa un campo aplicativo cuestionable, una expresión muy compleja del postmodernismo con tintes de new age en la que el sincretismo, los argumentos vestidos con infraestructura experimental y la correlación burda entre variables psicológicas configuran un saber borroso, sin rol social y de salud mental comunitaria. Por lo tanto, es sugerible que este artículo no lo lean estudiantes y pseudoprofesionales con pésima formación de pregrado y posgrado, negociantes educativos, “universidades” que fomentan saberes espurios, sujetos con perfil nihilista y, en general personas con un pensamiento crítico limitado o con hipersensibilidad a los argumentos y la investigación científica.

 

I. Lo negativo de lo “Positivo”\'Bolita

La Psicología ha estado interesada desde hace miles de años en la felicidad, el bienestar y el crecimiento personal; mucho antes de la llegada explosiva con bombo y platillo de la denominada: Psicología “Positiva”. De hecho, Fraguaz (2007) rastrea la función curativa de la palabra en la Grecia clásica y afirma que las ceremonias de los templos de Apolo y Asclepio, la mayéutica de Sócrates, la epodé (palabras dirigidas a las fuerzas de la naturaleza), la catarsis trágica y el diálogo terapéutico en la tragedia griega, fueron las principales formas de terapias dialogales en la antigüedad.

Aquí y ahora, en la plenitud de la época postcontemporánea donde el mandato es sentir y no pensar. Una sociedad anestesiada y distraída hacia la que se promueve imprimir un sello indeleble de individualismo y pragmatismo existencial invariablemente buscará respuestas concretas; no preguntas críticas. La Psicología “Positiva” reduce a la subjetividad humana a ecuaciones de la felicidad (Lyubomirsky, 2008), pasos para la felicidad (Seligman, 2002), emociones positivas (Fredrickson, 1998), estado de flow: Fluir (Csikszentmihalyi, 2005), relaciones positivas con los demás (Peterson, 2006) y un cúmulo de emociones percibidas ante la observación de buenas obras (Emmons y Crumpler, 1997).

Hoy, el malestar psicológico y la franca patología mental que atraviesa a millones de personas naufragas y pletóricas de pensamientos mágicos e irracionales delimitan el sujeto de la postmodernidad; un ente disociado, alienado y seducido por la corriente del pensamiento positivo que, por desgracia parece estar adquiriendo una fuerza ideológica inusitada al maquillar la realidad y operar como un mecanismo de control social bajo la dinámica de una avalancha de alegría, transformación personal y autorrealización.

La Psicología “Positiva” como cualquier otro movimiento pseudocientífico, demuestra una vez más la utilidad de banalizar constructos psicológicos sin aludir a sus implicaciones éticas, tales como optimismo, perdón, bondad, alegría, satisfacción, positivismo, metas, experiencias de vida, procesos decisionales y por supuesto felicidad. La industria millonaria de la felicidad demuestra también como una ideología falaz pero bien sistematizada y traducida en estrategias narrativas se constituye en discursos que legitiman la existencia de millones de personas enmarcadas en la necesidad de vivir plenamente. Como lo señala magistralmente Pérez (2012, p. 183): “La cuestión de fondo es que la felicidad no es un principio de la vida sobre el que pueda establecerse una ciencia, de acuerdo con el argumento filosófico final”.

\'Palabras\'La Psicología “Positiva” está demostrando su popularidad y auge en la población por la industrialización y el mercadeo de una gama de productos tangibles e intangibles que paradójicamente afirman oponerse a una lógica racionalista y consumista, pero que operan al amparo de la ganancia y del capital aprovechando la mentalidad ingenua de consumidores que ponderan recetas cognitivas y mercancías simbólicas. Cabe señalar que, no nos sirve de nada, la promoción de una ética individual y de un proyecto de felicidad personal en un entorno de injusticia y exclusión social. Parafraseando a Nussbaum (2011), la meta formativa ha de ser el cultivo de la humanidad y el fomento de una educación liberal que produzca ciudadanos libres que se saben dueños de sus propias mentes, deliberantes y reflexivos, y no solamente adeptos a la colisión de preferencias carentes de análisis.

 

II. Ética de la felicidad

La Psicología “Positiva” carga en su seno una retórica llena de promesas hedonistas, sonrisas espurias y una enorme carencia de argumentos consistentes sobre el constructo de felicidad, ya que sentirse “feliz”, buscar el ansiado bienestar, desarrollar habilidades de inteligencia emocional, someterse a coaching, ser resiliente y fluir a través de la experiencia cotidiana parece no tener interés alguno con la ética, la libertad, la dignidad, las virtudes y menos aún con procesos cognitivos como la deliberación, la reflexión y el pensamiento crítico, sino más bien exalta la adaptación, el conformismo, el egoísmo y el individualismo en un sistema salvajemente neoliberal.

\'Mafalda++\'La ética de la felicidad nos obliga a realizar cuestionamientos diferentes y diametralmente profundos. La pregunta ética rebasa lo fáctico, lo natural, lo obvio y cuestiona el origen y propósito de determinados sistemas morales, sus bienes supremos y reglas últimas y nos proporciona orientaciones para dirigir nuestras acciones. Una aclaración importante respecto a la noción de “felicidad”, ya que éticamente  puede adquirir significaciones distintas y complejas.

Así pues, la perspectiva ética teleológica propone la aspiración a la felicidad como referencia central, en ésta lo moral es lo que estimo bueno para mí y para los demás. El bien humano consiste en la búsqueda de la felicidad en tanto se apegue a las virtudes como justos medios. Aristóteles suponía que actuando virtuosamente logramos el buen destino, así pues no se trata de sentirse feliz sino de ser feliz. Aristóteles planteaba la existencia de tres tipos de bienes y su necesario equilibrio; los bienes del alma, los bienes del cuerpo y los bienes externos. Sin el cuidado de los bienes del alma, el resto de los bienes no funcionan. Desde la perspectiva teleológica, la búsqueda de aquello que se estima como bueno, se presenta como el fin o proyecto a alcanzar; sin embargo cada uno de nosotros tenemos un proyecto diferente; surge de este modo la pluralidad.

 Aristóteles (1988), en su Ética nicomáquea, indica que “vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz”. La felicidad es para el filósofo una meta exigida por nuestra propia naturaleza: tendemos a ella como un fin que está enraizado en nuestra esencia. Y en esto consiste ser feliz. La virtud como realización de la felicidad, más que como deber. En este sentido es actualización (plenitud) de nuestra potencialidad. La virtud como fuerza (virtus) para actuar que realiza la excelencia (areté) del que actúa.

\'PastillasPor otro lado, la “felicidad” puede concebirse como sabiduría del desapego respecto a los bienes de este mundo, como apaciguamiento o liberación de los deseos en la acogida del presente. Bajo esta posición reconocemos a los estoicos y, a su modo, a Spinoza y Schopenhauer. La “felicidad” puede también comprenderse como moderación de los deseos con la guía de la razón. Aristóteles propone la moderación, sobre todo, en el ejercicio de los afectos, en el horizonte de realización de la excelencia de la vida virtuosa. En cambio, Epicuro defiende la moderación de la satisfacción de los deseos para poder realizar su máxima satisfacción placentera, para lo que es decisivo el cálculo de las consecuencias y, desde la perspectiva social los utilitaristas también pertenecen a este enfoque. La “felicidad” puede también conceptualizarse como vida intensa, como vivencia del mayor número posible de experiencias en toda su complejidad, desde la ligereza de espíritu, la audacia y la autenticidad, esta propuesta tiene inspiración en Nietzsche.

 Por su parte, la perspectiva deontológica propone actuar en conformidad con un imperativo, con un “deber ser”, lo moral es hacer lo que se nos impone como obligatorio. Desde la visión deontológica, se considera que lo moral consiste en respetar la norma que se me impone y en tratar a las personas como fines y no como medios, es decir instrumentalizarlos, una acción es buena o mala en sí misma. Estamos dispuestos a aceptarlo cuando esta norma se impone a todos; surge así la universalidad. La categoría básica de esta perspectiva es la justicia.

Finalmente, la propuesta ética de articulación de los dos polos recupera el concepto de estima de la teleología y los conceptos de respeto y justicia de la deontología; sin embargo los interpreta de una forma sui géneris: “Yo puedo realizar proyectos de vida personal cuando tengo estima de mí, porque soy una persona que merece estima y estimo al otro; la realización de estos proyectos son morales siempre y cuando incluya la solicitud (de los otros) y la justicia (con los otros)”.

 

Referencias:

  • Aristóteles. (1988). Ética Nicomaquea. México: Porrúa.
  • Bueno, G. (2005). El mito de la felicidad. Autoayuda para desengaño de quienes buscan ser felices. Barcelona: Ediciones B.
  • Cabanas, E. (2011). El Individualismo “Positivo” y sus categorías psicológicas: Una introducción al estudio de la historiogénesis y de las consecuencias psicológicas, políticas y económicas de la Psicología Positiva. Proyecto para la obtención del DEA. UAM: Departamento de Psicología Básica.
  • Csikszentmihalyi, M. (2005). Fluir (Flow): Una psicología de la felicidad. Barcelona: Kairós.
  • Ehrenreich, B. (2011). Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo. Barcelona: Turner.
  • Emmons, R; Crumpler, C. (1999).  ¿Religion and spirituality?  The roles of sanctification and the concept of God.  International Journal for the Psychology of Religion, 9, 17-24.
  • Fraguas, D. (2007). ¿Hubo una psicoterapia verbal en la Grecia Clásica? Frenia. Revista de Historia de la Psiquiatría, 7, 167-193.
  • Fredrickson, B. L. (1998). ¿What good are positive emotions? Review of General Psychology, 2(3), 300-319.
  • Lyubomirsky, S. (2008). La ciencia de la felicidad. Barcelona. Uranos.
  • Nussbaum, M. (2011). El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal. Barcelona. Paidós.
  • Pérez-Álvarez, M. (2012). La psicología positiva: Magia simpática. Papeles del Psicólogo, 3, 183-201.
  • Peterson, C. (2006). A primer in positive psychology. New York: Oxford University Press.   
  • Sackett, D. & Richardson, W. & Rosenberg, W. & Haynes, R. (1997). Evidence based medicine: How to practice and teach EBM. Edinburgh: Churchill Livingstone.
  • Seligman, M. (2002). La auténtica felicidad. Barcelona: Ediciones B.

 

Héctor Cerezo Huerta: Doctor en Psicología Educativa y del Desarrollo por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Director del Departamento de Psicología y Formación Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Instructor de Educación Continua de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala en la UNAM.

Correo: [email protected]

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