Paisaje de escombro

donde hierve, estancada,

el agua de los colectores de las petroquímicas

y se deslíe hacia el mar

el rojo veneno de las montañas de los fosfoyesos.

Antonio Orihuela

Lo único que alcanza a ver es un paisaje de escombro, un paisaje asolado por la devastación de todo aquello que sólo un poco antes era motivo de gusto: una naturaleza diversa y pródiga, un cielo limpio y, sobre todo, un paisaje humano amable y acogedor.

Debió haber sido hace mucho tiempo –medita Mané-, tal vez en mi lejana y probablemente imaginaria infancia.

Tosen las chimeneas toneladas de gases tóxicos/ y cae polvo gris sobre la piel del mundo/ levantada día tras día,/ con más saña que el padrastro de un niño.

Con infinita más saña con la que los verdugos, al servicio de un estado criminal, dicen haber asesinado a 43 jóvenes estudiantes. No puede haber paz en un lugar así, ni paz social, ni paz en los corazones.

También estallan, en esta hora,/ un millón de motores/ que vuelven a casa.

Y estalla también el llanto de dolor por los desaparecidos, por los que vivos se llevaron y vivos los queremos. No se vuelve ya a casa con tranquilidad. Se busca  explicación a la brutalidad con que los gobernantes tratan a los gobernados.

Signos de normalidad/ que no impiden que las enfermedades pulmonares/ arrasen con los viejos, dejen tocados los recién/ nacidos/ o empañen de hollín mis pulmones, mis gafas.

Signos de normalidad bajo los cuales se pretende borrar el crimen, una normalidad del todo anormal: en medio de la crisis el señor presidente se va de viaje dejando atrás una ostentosa rsidencia, de 80 millones de pesos, a la cual regresará para descansar de los reclamos de quienes habitan casas de cartón y se alimentan de desperdicios. Signos de normalidad…

Y se pone el sol/ no sin incierta belleza/ que hace aún más hiriente/ toda esta ruina/ que paga/ periódicos, políticos, libros de poesía/ y hasta la restauración de todos los santos y/ santuarios de esta  ciudad/ antes de llevarse por delante a los que acuden a las procesiones.

Un paisaje de escombro, desolado, cubierto de fosas repletas de cadáveres, ¿Quiénes son? ¿Quiénes fueron?¿Qué sueños albergaron bajo esos cráneos ahora calcinados?

¿A dónde vamos compañeros de camino? ¿Puede acaso un ciego guiar a otros ciegos?

 ¡No estás ciego Mané!, sólo hace falta un poco de luz, luz para deshacer la tiniebla que los poderosos han tendido sobre la patria. Tinieblas para encubrir sus crímenes y ocultar sus orgías dantescas.

El país hierve. Vive momentos de una creciente indignación, protesta e insurgencia ciudadanas. El hartazgo de vivir en un país salvaje, ha comenzado a expresarse de manera masiva. Del “estamos hasta la madre” se ha pasado al “que todos se vayan”. Necesitamos limpiar el país, nuestro paisaje, limpiarlo de escombro y de la escoria humana que lo ha dejado en tal estado. Es  hora de pedir cuentas.

“En México la movilización de los ciudadanos y la desobediencia civil de miles o millones realizando acciones concertadas terminará exigiendo la salida no sólo del Presidente de la República y su gobierno, sino de toda la clase política. Contra lo que las mentes conservadoras, temerosas y timoratas sostienen, hoy es factible realizar una revolución sin disparar un arma y/o sin acudir a las urnas, ahí donde la vía electoral ha sido cancelada. Hoy, los medios modernos de comunicación y transporte, junto a la libre difusión de conocimientos y análisis críticos, facilitan las transformaciones por la vía de la ocupación y el control pacífico de espacios, territorios, símbolos. Una nueva concepción de revolución sin violencia parece emerger en el mundo moderno.

La situación de México ha llegado a su límite y los mexicanos han (hemos) dicho ¡basta! La percepción de un país devastado y secuestrado por una minoría de políticos, empresarios y criminales en complicidad se extiende y multiplica por todos los sectores y regiones de la nación. La propaganda política, mercantil e ideológica que había logrado mantener anestesiados a los mexicanos ha sido insuficiente y el sistema (hoy representado por el PRI y los partidos de oposición) se ha obligado a utilizar la fuerza criminal del Estado contra los ciudadanos. La dictadura se tornó imperfecta. Las masacres de Ayotzinapa y Tlatlaya, y sus conexiones con otros sucesos acaecidos en éste y el sexenio anterior, le destapan a la mayoría adormecida y a la opinión internacional, la cloaca en la que se encuentra el país. Y esos dos trágicos escenarios no son sino iconos y expresiones de un contexto que se ha venido construyendo desde al menos la última década. Son el producto tangible de la corrupción que va y viene entre la clase política mexicana, un sector selecto de empresas y corporaciones y el crimen organizado.” (Victor Toledo: ¡EPN debe irse! La dictadura se volvió imperfecta, http://www.jornada.unam.mx/2014/11/11/opinion/018a2pol)

Espacios de desolación,/ en otra mayor desolación/ por la que va cayendo, lentamente, la tarde.

            Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

Los comentarios están cerrados.