Aurelio Nuño- adn-sureste

Aurelio Nuño- adn-sureste


Manuel Martínez Morales

Y sigo buscando

sin encontrar mi centro,

y pongo ladrillo sobre ladrillo

y sigo sin dar con el estribillo…

Hace unos días, el director de una escuela secundaria de la localidad me comentó que, como consecuencia de lo que la mal llamada reforma educativa exige de los maestros, se ha producido un ambiente de confrontación entre los maestros de dicha escuela. Puesto que dichas exigencias son de locura, hay maestros que no duermen bien, no se concentran en su trabajo docente sino en llenar los múltiples formularios, se muestran irritables y con el menor pretexto surgen pleitos entre ellos, algunos al grado de llegar a la confrontación física.

Y no es para menos pues todo el proceso de evaluación programado por el INEE se basa en el documento Perfiles, parámetros e indicadores, emitido por el Servicio Profesional Docente, que ha servido también para los concursos de oposición. Es el eje rector del ingreso, la promoción y permanencia del magisterio. Y para “medir” esos perfiles, parámetros e indicadores el documento Perfiles señala cinco dimensiones que definen al docente. La primera, por ejemplo, dice que un docente que conoce a sus alumnos sabe cómo aprenden y lo que deben aprender; para media superior esta misma dimensión apunta a que el docente adapta los conocimientos sobre la disciplina que imparte y los procesos de enseñanza-aprendizaje con las características de los estudiantes. Para medir cada una de estas cinco dimensiones y clasificar a los maestros en idóneos o no el INEE implementa un mecanismo de reducción a 16 parámetros y 53 indicadores en la educación básica y 17 parámetros con 49 indicadores en la media superior.

La primera etapa del actual proceso se integra a partir de un informe detallado de los directores o supervisores sobre el grado de cumplimiento de las responsabilidades de los profesores y su participación en el funcionamiento de las escuelas. Los directores deben responder directamente a 19 indicadores de cuatro de las dimensiones que quedarán bajo su criterio. Poderosa arma nueva para los directores y supervisores.

La segunda etapa la integra el famoso expediente de evidencias, que el maestro evaluado debe integrar y que cualquier análisis superficial puede dar cuenta de la imposibilidad de que el INEE pudiera concretar la responsabilidad que tiene de analizar cuidadosamente y con equidad de criterios los dos millones de páginas que aproximadamente constituyen la argumentación solicitada a los 150 mil profesores convocados.

Ahora, amable lector, imagine el caso de alguna maestra de la escuela secundaria aludida quien tiene que atender hasta 5 o 6 grupos de 30 a 40 alumnos cada uno, y que para cada uno de estos estudiantes tiene que llenar diariamente una serie de formularios para integrar el expediente de evidencias. Cuenta el director que entonces los maestros se ven obligados a cargar un pesado paquete de carpetas conteniendo estos expedientes de clase en clase, robando por las noches tiempo al descanso para dejar en orden los documentos. De pesadilla.

Es a todas luces evidente que la única evaluación que alcanzará el INEE a calificar es, simplemente, el examen de bolitas que llenen los maestros que se presentan a la evaluación periódica, con las significativas limitaciones que estas seudoevaluaciones, reducidas a la aplicación de pruebas de opción múltiple, tienen.

Entonces creo que puede afirmarse que la reforma educativa debía más bien denominarse deforma educativa, pues en ninguno de sus planteamientos se encuentran propuestas que aborden otras dimensiones del proceso educativo, concentrándose en una serie de exigencias punitivas y coercitivas para los docentes que, si se miran bien las cosas, no tiene otro propósito que el control del gremio magisterial, su sometimiento dócil a los mandones del gobierno y para quienes no la aceptan -lo que ya sucede- la represión abierta: el despido o el pase automático a los penales de alta seguridad, a convivir con la élite delincuencial.

-¡Pa’ que se eduquen!- Tal vez dice para sus adentros el atildado Secretario de Educación.

Queda pendiente la cuarta etapa, que implica que los maestros construyan un modelo de planeación didáctica en el cual deben atender cuatro de las dimensiones y más de la mitad de los parámetros e indicadores. De nuevo, cientos de miles de cuartillas subidas a una plataforma de dudosa eficiencia.

La SEP y el INEE creen a pie juntillas el viejo dicho de que la letra con sangre entra mejor. A ver si estos maestros aprenden de una buena vez que deben repetir y memorizar puntualmente que sólo serán idóneos si acatan metódicamente los perfiles para una buena práctica docente diseñados por el INEE.

Deforma conducente al descalabro educativo, para comprobar lo cual basta consultar los múltiples indicadores que sobre los niveles educativos de los alumnos de educación básica, dan a conocer diversas agencias internacionales.

Los rasgos principales de esta deforma se aplican también en la educación superior, en forma silenciosa y sutil, adoptando modalidades peculiares, afectando tanto a los académicos en la misma forma que afecta a los maestros de educación básica, así como la eficiente operación de los procesos de enseñanza aprendizaje y los de investigación.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

Los comentarios están cerrados.