Cuádruple hélice del ADN humano- Universidad de Cambridge

Cuádruple hélice del ADN humano- Universidad de Cambridge


Manuel Martínez Morales

La verdad se te presenta, iluso soñador, como una escurridiza sirena de aposemático talle, deslizándose ágilmente por las profundidades marinas. Su canto te seduce, induciéndote a sumergirte más y más en las oscuras aguas oceánicas. Y cuando crees que por fin podrás abrazarla, lo que tienes en las manos es un erizo de mar, en tanto a lo lejos la hermosa sirena te sonríe y mueve su mano en señal de temporal despedida.

Quisieras tener la mirada del poeta, pues crees –como ha dicho Javier Sicilia- que lo que el poeta dice a través de sus versos es aquello que hace existir a los objetos, esa realidad profunda y oscura que los llama a la existencia -¿por qué el ser y no la nada?-, esa esencia secreta, ese resplandor ontológico que siempre escapa a nuestras miradas distraídas.

Para la ciencia, la verdad  será siempre como esa sirena escurridiza, pues cuando creemos tenerla dentro de nuestras redes conceptuales, sólo encontramos en éstas un montón de erizos.

La comunidad científica creía que el misterio de la vida se encontraba y podía descifrarse a partir del código genético, encriptado en la doble hélice del ADN. Y que a partir de este códice podría, incluso, predecirse el futuro de un individuo leyendo solamente el  mencionado código. Los más aventurados, proclaman que hasta es posible producir seres vivos, incluyendo humanos,  a partir de un diseño genético previo. O crear quimeras: seres en parte animales, parte humanos y otra más de naturaleza electrónica, robótica. Y sirenas, ¿por qué no?

(https://www.the-scientist.com/?articles.view/articleNo/54643/title/Opinion–Should-Human-Animal-Chimeras-Be-Granted–Personhood)

Estas conjeturas se basan, desde luego, en la premisa  que el secreto de la vida está inscrito en el ADN ya debidamente enjaulado en el paradigma –la red conceptual- actualmente prevaleciente.

¡Cuidado! David Bohm lo había advertido desde el siglo pasado, afirmando que la naturaleza es cualitativamente infinita, siempre  creando novedades y que por más completa que pensemos que es una teoría, la realidad la excederá. Siempre nos presentará sorpresas y el investigador tiene que entrenar su mirada a la manera apuntada por Sicilia.

Recientemente, informa Silvia Ribeiro, un equipo de científicos australianos comprobó la existencia de estructuras del ADN que son diferentes a la doble hélice que conocemos. La nueva estructura se había observado in vitro, pero nunca en células humanas vivas. Otro equipo de investigadores en Suiza reportó que al intentar crear resistencia a un virus con la tecnología CRISPR-Cas9 creó accidentalmente un nuevo virus patógeno. Es uno más de los posibles efectos adversos que pueden tener esta y otras nuevas técnicas de ingeniería genética, que contradicen la abundante propaganda seudocientífica que trata de convencernos de que son rápidas, seguras y baratas.

Sorpresa doble: por una parte el descubrimiento de la existencia de estructuras del ADN que son diferentes a la doble hélice que conocemos; y por otro ladola creación no deseada de un nuevo virus patógeno.

Un ejemplo más, que muestra el aspecto contradictorio en que se desenvuelven la investigación científica y el desarrollo tecnológico. Tema al cual los investigadores prestamos poca atención; nos enganchamos al carrito de la “productividá” siguiendo la corriente principal definida por el  interés económico que, en ciencia y tecnología, tienen las gigantescas corporaciones transnacionales que dictan lo que se debe hacer, o no hacer, en estos terrenos.

En efecto, señala Ribeiro, hay gran movilización de la industria biotecnológica, incluyendo a Monsanto-Bayer y DowDuPont, que tienen sendas licencias para usar la  tecnología mencionada en agricultura y alimentos, tratando de engañar al público de que ahora sí son tecnologías seguras.

La experiencia del equipo suizo muestra que puede haber impactos negativos, haya o no material genético visible en el producto modificado final. Pero, sobre todo, el fascinante descubrimiento de estructuras del ADN que no se conocían y sus posibles funciones confirman nuevamente que los organismos vivos y sus interacciones en la evolución son de una enorme y maravillosa complejidad que estamos lejos de comprender bien. Por ello, que unas cuantas empresas trasnacionales y los científicos que les sirven, manipulen organismos vivos es un experimento perverso con la naturaleza, la salud y el medio ambiente.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

Los comentarios están cerrados.