Eva Rodríguez Nieto, SINC
En 2011, antes de la crisis en Siria, la mitad de todos los refugiados en el mundo llevaban en el exilio más de 22 años, según los datos del Grupo de Política Humanitaria del Instituto para el Desarrollo en el Exterior. En la última década, el 80% de estos refugiados se encuentra en un estado de desplazamiento prolongado. Los campos han pasado de ser algo temporal a acabar siendo, para muchos, su hogar de por vida.
“Parte del trabajo de los científicos sociales es ayudar a que la gente de los países de acogida conozcan más sobre la situación de los refugiados. Esto hará que desaparezcan los miedos y las amenazas. Espero que podamos cambiar el rumbo de la intolerancia y la xenofobia que está surgiendo en Europa y en EE UU”, declara a Sinc la antropóloga de la Universidad de Indiana (EE UU) Elizabeth Cullen Dunn, que acaba de publicar un artículo en la revista Science en el que refleja los puntos débiles de la ayuda a los desplazados, tras su experiencia de más de un año trabajando en los campos de la Guerra de Abjasia en Georgia.
El pasado año, más de un millón de refugiados y otros migrantes entraron en la Unión Europea y han sido la trágica portada de numerosos medios de comunicación. Pero esta es tan solo una pequeña parte de la creciente población del mundo de personas desplazadas que se han visto forzadas a dejar sus hogares por razones de conflictos armados, violaciones de los derechos humanos o desastres humanitarios o naturales. Estas cifras se han incrementado en más de un 37% entre 2009 y 2015.
Las agencias de ayuda humanitaria mantienen que la razón de soportar tanto tiempo los campos es porque las guerras que desplazan a las personas duran largos períodos. Para la antropóloga, aun siendo cierto, esto no explica por qué la duración media de la estancia en un campamento es ahora unos 17 años.
Refugiados georgianos se lavan y hacen la colada en un campamento para desplazados internos en Gori, 80 kilómetros al norte de Tiflis, Georgia. Miles de georgianos se han visto obligados a abandonar sus hogares en Osetia del Sur por el conflicto con Rusia, que ha reconocido la independencia de esta región separatista, así como la de Abjasia. / EFE
“Pasé 16 meses en total en un campamento de refugiados en Georgia, la mayoría viviendo allí, así como realizando investigaciones de campo. La guerra fue muy corta, de tan solo 5 días, y el gobierno del país estaba muy dispuesto a trabajar con las agencias de ayuda para proporcionar auxilio a los desplazados internos, que no han cruzado una frontera internacional. Los mayores problemas que encontramos procedían de los propios organismos de ayuda que recibían grandes sumas de dinero de los donantes, pero tuvieron enormes problemas para coordinarse entre sí para proporcionarla de manera eficiente”, argumenta la científica.
Durante su estancia observó cómo día a día esta ayuda estaba limitaba a centraban lo que creían que necesitaban los desplazados internos, pero muy a menudo estaban equivocados y la ayuda que se les dio no era muy útil.
Grupos como Techfugees están haciendo grandes avances en la coordinación del trabajo de voluntarios y agencias pequeñas
Por ejemplo, muchas de las mujeres que conoció Cullen durante su vida allí requerían frascos de vidrio para preservar los alimentos que crecían en sus pequeños jardines, lo que permitiría a toda una familia tener comida durante el invierno. Al ver esta carencia pidió a los organismos de asistencia que les consiguiera más y tan solo uno de ellos les concedió cerca de 12 frascos por grupo (cuando se necesitaban alrededor de 60). El resto de organizaciones que trabajan allí no les dieron ninguno. “Mientras tanto, varias agencias de ayuda gastaban grandes sumas de dinero en programas psicosociales que los desplazados internos, en ese momento, encontraban bastante inútil”, añade.
Grupos como Techfugees, que une a desarrolladores de tecnología con los organismos que trabajan sobre el terreno, están haciendo grandes avances en la coordinación del trabajo de los voluntarios y las agencias pequeñas, para asegurarse de que prestan la ayuda que realmente se necesita.
Planear un futuro dentro del caos
Los campamentos de refugiados se sitúan normalmente lejos de los mercados laborales urbanos a propósito, para asegurarse de que no funcionen como mano de obra barata y bajen los salarios de los ciudadanos del país de acogida. El problema es que para reubicar a estas personas dentro de una sociedad, la búsqueda de puestos de trabajo es esencial.
Randy Capps, director de investigación en el Instituto de Políticas de Migración de los EE UU explica a Sinc los pasos que siguen en el caso del reasentamiento en su país. “Nos centramos en la búsqueda de puestos de trabajo de los refugiados en los primeros meses, y se les obliga a coger el primer trabajo que encuentran para el que estén cualificados. Como resultado, el riesgo de dependencia a largo plazo de la asistencia gubernamental para su supervivencia es baja”. Son los refugiados con menor nivel educativo los que Capps señala que pueden tener mayores dificultades para mantener a sus familias, y complementan sus ingresos con la ayuda gubernamental en el largo plazo.
Los desplazados internos están fuera del radar de medios de comunicación y de responsables políticos
“No es que no tengamos recursos para reasentar a los refugiados, sino que en un entorno altamente politizado, los votantes tienen miedo a que los refugiados ocupen sus puestos de trabajo o pongan en peligro su seguridad”, resalta la antropóloga de la Universidad de Indiana. Estos esfuerzos podrían ayudar a los refugiados a integrarse, ser autosuficientes y convertirse en contribuyentes culturales en sus comunidades.
Facilitar su integración en las ciudades también debe ser un objetivo prioritario. “El acceso a las oportunidades de empleo debe acompañarse con ayudas en el transporte público, tanto en disponibilidad como en la reducción del costo. Existe una gran experiencia que debe ser compartida para mejorar la asistencia a los desplazados internos en las ciudades”, enfatiza Nadine Walicki, investigadora en el Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos.
Su institución acaba de publicar un extenso trabajo que reúne, por primera vez, todas las estimaciones sobre los desplazados internos por conflictos, violencia y desastres en todo el mundo. El estudio se centra en puntos clave como Yemen, Nepal o Siria.
Según sus conclusiones, los desplazados internos, obligados a huir por grupos criminales, proyectos llevados a cabo en nombre del desarrollo o por desastres asociados a lentos procesos de cambios ambientales como la sequía, el aumento del nivel del mar o la desertificación están fuera del radar de los medios de comunicación, de los responsables políticos y de los revisores de datos. Estas últimas estimaciones pintan solo una parte de la imagen mundial de los desplazados.
“Existe un problema de voluntad política para que estos casos no aumenten. No hay ninguna razón para que haya refugiados que arriesguen sus vidas cruzando el Egeo o los mares del Mediterráneo. Podrían hacerlo en aviones, lo que sería mucho más seguro. Pero los países europeos y norteamericanos no quieren. Tampoco hay ninguna razón para que la gente tenga que sufrir en los campos. Hay una gran cantidad de viviendas vacías, apartamentos y casas que están cerradas y que podrían utilizarse para reasentar a los refugiados. Solo hay que fijarse en ciudades como Detroit, o Baltimore, o los cerca de 3,4 millones de viviendas vacías en España”, reivindica Cullen.
La buena acogida que ha dado Canadá a los refugiados en los últimos meses demuestra que, cuando un gobierno tiene la capacidad política para hacerlo, no existen trabas que lo impidan.