Un joven de las islas Trobriand identifica emociones en los rostros que se le muestran. Imagen: PNAS

Un joven de las islas Trobriand identifica emociones en los rostros que se le muestran. Imagen: PNAS


Un gesto de terror, alegría, enfado, tristeza o asco en el rostro parece fácilmente reconocible en cualquier persona. Sin embargo, un estudio internacional que publica la revista PNAS, en el que participa la Universidad Autónoma de Madrid, pone en duda que estas emociones sean universales.

Esto contradice la Teoría de las Emociones Básicas desarrollada por el científico Paul Ekman en 1960, que establece que las expresiones faciales de las emociones tenían un componente biológico y universal.

Se les pidió a un grupo de adolescentes españoles y de Oceanía que atribuyeran emociones a fotos

El equipo de científicos que trabajó en esta investigación, con una amplia experiencia de trabajo de campo previo y conocedores de la lengua vernácula Kilivila, llevó a cabo dos estudios en una sociedad indígena aislada de Papúa Nueva Guinea situada en las islas Trobriand. Su trabajo demuestra que la expresión de las emociones está influenciada por el contexto y la cultura.

En el primero de sus estudios, se les pidió a un grupo de adolescentes españoles y de estas islas de Oceanía que atribuyeran emociones a un conjunto de fotos previamente identificadas en estudios de psicología.

Al comparar los resultados de ambos grupos, los resultados mostraron que los chicos y chicas asociaban la sonrisa con la felicidad. Sin embargo, para otras emociones no hubo consenso, como en el significado del ceño fruncido o en la expresión neutra para los trobriandeses.

¿Susto o enfado?

Para algunas emociones no hubo consenso, como en el significado del ceño fruncido o la expresión neutra

Curiosamente, en la segunda prueba sí coincidían en identificar los ojos muy abiertos y labios entreabiertos, que en la cultura occidental se asocia con el miedo y la sumisión, con el miedo. Sin embargo, cuando los adolescentes tuvieron que seleccionar la cara que les parecía más amenazante, los trobriandeses no dudaron en elegir aquella señalada como «miedo», mientras que los españoles eligieron un rostro con el ceño fruncido, identificada como «enfado».

Este hallazgo es importante no solo en el campo del comportamiento y los estudios sobre conducta facial, sino también para las pruebas de inteligencia emocional o seguridad. El trabajo podría hacer tambalear la tecnología que reconoce las emociones de las personas a través de programas de inteligencia artificial o la dedicada al desarrollo de robots.

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