Las grandes cantidades de lava y ceniza que el volcán de Colima, en México, emite durante su constante actividad se vigilan no solo mediante instrumentos terrestres, sino también desde el espacio. Desde hace un mes, este es uno de los 22 volcanes en activo de todo el mundo monitorizados por satélites.
Las últimas observaciones de los satélites europeos Sentinel y los satélites estadounidenses Terra y Landsat se procesan de forma automática para ofrecer rápidamente parámetros clave a los investigadores de riesgos geológicos.
“En el ámbito de las amenazas geológicas, este tipo de servicio sistemático es algo realmente nuevo —explica Fabrizio Pacini, de Terradue, que opera el nuevo servicio a través del sistema online en la nube de la ESA, la Plataforma de Explotación de Geoamenazas, o GEP—. Los investigadores ya utilizan datos de observación de la Tierra, por supuesto, pero normalmente lo hacen ‘bajo demanda’, empleando un único sensor. Nosotros usamos toda una serie de sensores para abarcar distintos lugares de forma constante”.
El servicio se basa en las cadenas de procesamiento automatizadas desarrolladas por los socios investigadores de la GEP, que se ejecutan en la propia plataforma y que se distribuyen a través de ella.
Massimo Musacchio, del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV) italiano, añade: “Estamos colaborando en la elaboración de un mapa de temperaturas superficiales. Aprovechando sobre todo datos ópticos de múltiples satélites, nos muestra anomalías térmicas alrededor de los volcanes”.
Como afirma Fabrizia Buongiorno, del INGV: “Al ejecutar nuestro algoritmo de procesamiento en la GEP, ahorramos tiempo muy valioso, ya que se elimina la necesidad de realizar búsquedas, descargar y procesar los datos manualmente. Además, es posible extraer rápidamente series cronológicas de datos a partir de un único píxel corregistrado para destacar tendencias graduales dentro de un área limitada”.
El segundo servicio, utilizado principalmente tras las erupciones, son los mapas de vigor vegetativo, que permiten evaluar la salud de la flora y los terrenos agrícolas alrededor de los volcanes. Desarrollado por Noveltis en Francia, este servicio se basa en el procesamiento de imágenes ópticas, incluyendo datos de Sentinel-2.
El tercero es la monitorización de cambios de alta resolución, desarrollado por el Centro Aeroespacial Alemán (DLR), que emplea series temporales de imágenes de radar con una resolución de 50 m procedentes de Sentinel-1.
“Las imágenes de radar pueden capturarse por la noche y aunque esté nublado, por lo que suponen una ventaja significativa para la vigilancia —explica Virginie Pinel, del Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) francés—. Las variaciones entre imágenes pueden utilizarse para cartografiar depósitos eruptivos, como la lava, y depósitos explosivos, sin que nadie tenga que acceder físicamente al área afectada. Conocer el alcance de los depósitos eruptivos es crucial para evaluar un evento volcánico y los posibles riesgos de deslizamiento posteriores”.
De los aproximadamente 1.500 volcanes terrestres en activo, los 22 monitorizados fueron seleccionados debido a una combinación de actividad reciente e interés científico. Incluyen algunos volcanes que ya cuentan con una importante estructura de vigilancia en tierra, como el Vesubio en Italia, designado Supersitio con Riesgo Geológico y Laboratorio Nacional (GSNL) permanente por el Grupo de Observación de la Tierra (GEO), así como otros volcanes en Latinoamérica y el Sudeste Asiático, en ocasiones con una menor disponibilidad de datos terrestres.
Estos servicios de prueba se pusieron en marcha como respuesta al taller de la ESA celebrado en 2015 sobre Observación por Satélite de la Tierra y Reducción del Riesgo de Desastres. Se calcula que más de 500 millones de personas de todo el mundo viven en el radio de exposición potencial a un volcán.
La GEP es una de las seis Plataformas de Explotación Temática desarrolladas por la ESA para suministrar datos a las comunidades de usuarios. Estas plataformas en la nube, que constituyen un nuevo elemento del segmento de tierra que proporciona resultados satelitales a los usuarios, ofrecen un entorno online para acceder a la información, las herramientas de procesamiento, los recursos informáticos y las herramientas para la colaboración en las comunidades. Su finalidad es facilitar la elaboración de información de calidad a partir de las enormes cantidades de datos medioambientales que genera el programa Copernicus y otros satélites de observación de la Tierra.