La evolución de la marcha humana se basaba, hasta el momento, en una investigación de la década de 1930. Este estudio afirmaba que los pies humanos funcionan de manera muy diferente a los de los simios, debido al desarrollo de los arcos en la zona media del pie y la supuesta rigidez en el borde exterior.

Investigadores de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) han realizado un nuevo estudio con más de 25.000 pasos humanos recogidos en una cinta sensible, en un laboratorio de su universidad.

Según sus resultados, que publica la revista Proceedings of the Royal Society B, a pesar de haber abandonado la vida en los árboles hace mucho tiempo, los pies de los humanos han retenido una cantidad sorprendente de flexibilidad, similar a la de los pies de grandes simios, como los orangutanes y los chimpancés, que siguen siendo, en gran medida, arborícolas.

«Durante mucho tiempo se ha asumido que ya que poseemos arcos laterales y mediales en los pies –un lateral supuestamente rígido y que se apoya en los huesos–, estos se diferencian notablemente de los de nuestros parientes más cercanos, cuya parte media del pie es totalmente flexible y contacta de forma regular con el suelo», declara Robin Crompton, del Instituto de Enfermedades Crónicas y Envejecimiento de la Universidad de Liverpool.

Sin embargo, este hecho nunca se había probado cuantitativamente. Los científicos hallaron que la gama de presiones ejercidas bajo la parte media del pie humano, y por tanto, los mecanismos internos que los impulsan, son muy variables. “Tanto es así que en realidad se superponen con las realizadas por los grandes simios”, añade el experto.

Adaptación del árbol al suelo

Hasta este estudio, se pensaba que los seres humanos que hacen contacto con el suelo con la región media del pie son principalmente aquellos que sufren de diabetes o artritis, ya que ambas condiciones pueden tener un impacto sobre la estructura de los pies. La investigación demostró, sin embargo, que dos tercios de los voluntarios sanos realizan algunas pisadas con toques de medio pie con el suelo, sin indicios de no ser un aspecto de una marcha normal y saludable.

«Nuestros antepasados probablemente desarrollaron una primera flexibilidad en sus pies cuando eran arborícolas, pero con el paso del tiempo, al haber más y más animales habitando en el suelo, desarrollaron algunas nuevas características para permitir que nos movamos rápidamente», expuso Karl Bates, investigador del mismo instituto que Crompton.

Aún y todo, el científico señala que los humanos no se adaptaron a la vida en la tierra tanto como otros animales que viven en el suelo “ni de lejos”, como caballos, liebres y perros. Sus experimentos muestran que los pies no son tan rígidos como se pensaba, sino que son una variación con las de otros grandes monos.

«Nuestra hipótesis es que a pesar de convertirse en habitantes casi exclusivamente del suelo hemos mantenido la flexibilidad en los pies para poder hacer frente eficazmente a las diferencias entre terrenos duros y suaves que nos encontramos en la larga distancia a pie. La siguiente parte de nuestro estudio será probar esta teoría, que podría ofrecer la razón por la cual los seres humanos pueden correr más rápido que un caballo, por ejemplo, durante largas distancias sobre u n terreno irregular», concluye Bates.

Referencia bibliográfica:

Karl T. Bates et al.  «The evolution of compliance in the human lateral mid-foot»Proceedings of the Royal Society B 280, 21 de agosto de 2013


Los comentarios están cerrados.