La lagartija de turbera Zootoca vivipara, a diferencia de otros lacértidos, es ovovivípara, dando puestas con juveniles vivos ya desarrollados. Al igual que ocurre en otras especies de reptiles, esta pequeña lagartija insectívora crece sin los cuidados parentales por lo que las lagartijas recién nacidas se enfrentan al gran reto que supone conseguir su primera comida, ya sea un insecto o una araña, sin la ayuda de sus padres.

Un estudio del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) y del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia, publicado en la revista Current Biology, ha evaluado las consecuencias a corto y largo plazo de la primera comida ingerida por la lagartija de turbera.

Los investigadores modificaron la experiencia temprana de las lagartijas, mediante la captura de hembras grávidas a las que se trasladó al laboratorio para tener sus puestas. A la mitad de los juveniles se les proporcionó una primera comida, mientras que la otra mitad tuvo que obtenerla en el campo.

Posteriormente, una vez liberadas todas las lagartijas en el punto de captura de las madres, se las siguió durante dos años para estudiar las consecuencias del experimento en la dispersión natal, el crecimiento, la supervivencia y el éxito reproductivo.

Impacto

El experimento demuestra que una simple comida tiene un gran impacto en la vida de la lagartija. Los jóvenes que fueron alimentados se dispersaron menos desde su lugar de origen que aquellos que tuvieron que valerse por si mismos. Los investigadores también han detectado cambios en el crecimiento y en la supervivencia de los jóvenes hasta dos meses después. Pero lo más sorprendente son los efectos observados en la reproducción, ya que dos años después las hembras que no habían sido alimentadas tuvieron puestas más grandes.

Esta «resonancia fenotípica», o respuesta desproporcionada a sucesos pequeños, pone de manifiesto la relevancia que pueden llegar a tener eventos pequeños y efímeros, como una comida, los cuales pueden cambiar la vida de los individuos y afectar a las sendas evolutivas de las poblaciones, según los autores del trabajo.

“Nuestros datos muestran que una única comida en un momento crucial puede marcar la diferencia y tener un impacto duradero. Los juveniles a los que se alimentó en el laboratorio dieron lugar a una proporción menor de individuos que se dispersaron y tuvieron una mayor probabilidad de sobrevivir” comenta Pedro Aragón, del MNCN, que añade: “Pequeños cambios dentro del rango ambiental común podrían empujar a las poblaciones y a las especies hacia direcciones no previstas de acuerdo con la selección natural clásica”.

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