Una investigación realizada por científicos de varios centros estadounidenses, en colaboración con la Universidad de Ámsterdam, indica que un nivel reducido de glucosa en sangre puede provocar más discusiones de pareja y enfrentamientos.
Según el trabajo, que se publica esta semana en la revista PNAS, “el autocontrol requiere de energía en forma de glucosa en sangre y cuando esta energía se agota puede ocasionar una erosión de esta capacidad”, señala Brad Bushman, autor principal del estudio y profesor de Comunicación y Psicología de la Universidad de Ohio (EE UU).
Para llegar a esta conclusión, los investigadores realizaron un experimento con 107 parejas casadas durante 21 días en el que midieron la cantidad de glucosa en la sangre dos veces al día. Al final de los 21 días, las personas con menores niveles de glucosa tenían más estallidos de ira hacía su pareja.
El estudio, que ha tardado tres años en completarse, comenzó con una petición a las parejas participantes para que valoraran frases como “me siento satisfecho con nuestra relación”.
Luego, a todos los voluntarios se les dio un muñeco de vudú que representaba a su pareja y 51 alfileres. Al final del día, durante 21 días consecutivos, los voluntarios debían insertar entre cero y 51 alfileres, dependiendo de lo enfadados que estuvieran con su cónyuge. Esto lo hacían solos sin la presencia de la pareja.
Además, cada participante usó un medidor de glucosa para comprobar los niveles antes del desayuno y cada noche antes de acostarse, durante los 21 días que duró el experimento.
Los resultados revelaron que cuanto más bajo era el índice de glucosa, más alfileres clavaban en el muñeco que representaba a su pareja. “Esta asociación se manifestó incluso cuando previamente habían afirmado mantener una buena relación”, explica Bushman.
Tras los 21 días las parejas fueron llevadas a un laboratorio para llevar a cabo la segunda parte del experimento.
En esta fase, los voluntarios participaron en un juego en el que se les dijo que iban a competir contra su cónyuge –aunque el oponente era en realidad un ordenador–. La tarea consistió en ver quién era capaz de pulsar más rápido un botón cuando un objetivo de forma cuadrada se ponía rojo en la pantalla. El ganador de cada una de las 25 partidas podía controlar el volumen y la duración de un sonido estridente que su pareja escucharía a través de auriculares. En realidad, el ordenador les dejaba ganar la mitad de las veces, indican los autores.
“Dentro de los límites éticos del laboratorio, les dimos a los voluntarios un arma que podían usar para molestar a sus parejas con ruidos desagradables”, añade Bushman.
Las conclusiones apuntan a que las personas con menores índices medios de glucosa en las noches enviaban sonidos más altos y durante mayor tiempo a sus cónyuges. Todo ello, con independencia de la satisfacción en sus relaciones y de si eran hombres o mujeres.
Según el autor principal, “hay una clara relación entre los impulsos agresivos, como los que hemos observado con los muñecos, y una conducta agresiva real”.
Brad Bushman considera que la glucosa es el combustible del cerebro, y que el autocontrol requerido para lidiar contra los impulsos de agresividad y de ira precisa mucha energía y esa energía procede en parte de la glucosa.
“A pesar de que el cerebro representa solo el 2% de nuestro peso corporal, consume un 20% de nuestras calorías”, añade.
El científico concluye con “un consejo simple pero efectivo: antes de tener una conversación difícil con su pareja, asegúrese de que no tiene hambre”.
Referencia bibliográfica
Brad J. Bushman, C. Nathan DeWall, Richard S. Pond, Jr., and Michael Hanus. “Low glucose relates to greater aggression in married couples,” PNAS 2014.