El entierro de un individuo de alto rango de la antigua sociedad zapoteca, acompañado de una ofrenda, fue descubierto por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), en la tercera tumba de la Zona Arqueológica de Atzompa, en Oaxaca.
Luego del hallazgo, hace tres meses, de un complejo funerario inédito, compuesto por tres cámaras mortuorias, los investigadores lograron ingresar al tercer sepulcro prehispánico donde, entre otros objetos, se encontró una vasija roja con un rostro humano, que se estima data de 650 – 850 d.C.
A diferencia de los otros dos espacios fúnebres, que fueron vaciados y cancelados, éste conserva restos mortales de un individuo y una ofrenda en excelente estado de conservación, informó la doctora Nelly Robles García, coordinadora nacional de Arqueología del INAH.
Se trata posiblemente de la cámara más antigua del edificio funerario, la cual fue rellenada cuidadosamente con capas intercaladas de tierra y piedras, a fin de conservar lo mejor posible los elementos depositados.
Al interior de la tercera cámara se hallaron restos óseos de un individuo — probablemente del sexo masculino— de alto rango en la antigua sociedad zapoteca, de cuyos restos mortales sólo se encontraron vértebras, costillas y huesos de la mano, además del esternón, la pelvis y el cráneo.
El material óseo será sometido a estudios de antropología física, con el objeto de determinar patologías, edad, nutrición, el estado de salud que tuvo y si existen deformaciones intencionales con fines culturales.
Junto a dicha osamenta también se halló un cráneo fragmentado, perteneciente a otro personaje, que quizá fue depositado a manera de ofrenda, así como una pequeña jarra tubular de color negro y partes de un cajete.
Al fondo de la tercera cámara también se descubrió una urna antropomorfa de barro, cuyo personaje tiene ornamentos, como orejeras y un tocado que estaba desprendido y que se encontró a un costado de la pieza, bajo una laja de piedra, detalló el arqueólogo Eduardo García, al referir que esta pieza formaba parte de la ofrenda mortuoria de un individuo adulto.
El vaso de más de 1,100 años de antigüedad, mide 50 cm de altura, quizá con el tocado alcance 70 cm aproximadamente, y tiene cerca de 30 cm de diámetro. El personaje representado posiblemente está en posición sedente, lo que se sabrá conforme avance la excavación.
Una de las características más sobresalientes de la pieza, que puede apreciarse por su estado de conservación, es el pigmento rojo con que fue pintada, que al parecer podría haberse obtenido del cinabrio o de la hematita.