¿Podrán las baterías de los celulares y otros dispositivos electrónicos cargarse con bioenergía? Tal vez sí, si se utilizan bacterias “electrogénicas” capaces de producir electricidad a partir de la biodegradación de efluentes domésticos e industriales.

En eso están pensando investigadores del Laboratorio de Bioelectroquímica del Área Electroquímica y Corrosión del Instituto en Ciencia y Tecnología de Materiales (INTEMA), en la ciudad de Mar del Plata.

“Las bacterias, que pertenecen a los géneros Geobacter y Shewanella, producen electrones al respirar que pueden ser recogidos con electrodos”, señaló a la Agencia CyTA la bióloga Luciana Robuschi, becaria en ese centro de investigación que depende del CONICET.

Robuschi imagina que estas bacterias podrían cargar nuestros celulares o cámaras digitales en el futuro cercano, con el añadido de que se pueden alimentar con la materia orgánica contaminante de aguas residuales domésticas o industriales.

Un prototipo experimental demostró la viabilidad del proyecto. Los científicos construyeron un dispositivo electroquímico con un electrodo transparente que les permitió observar al biofilm o comunidad de bacterias mientras producían corriente.

Sin embargo, la potencia todavía es baja. “Mediante el empleo de un microscopio Raman, que nos permite ver si las bacterias tienen electrones o no, observamos que las células que están más lejos del electrodo no pueden respirar bien; o dicho de otra forma, no pueden contribuir a la producción de corriente”, dijo Robuschi. El objetivo de los investigadores ahora es mejorar la conducción electrónica e incrementar la corriente en no menos de 300 por ciento, para lograr que la tecnología sea sustentable.

Los resultados de este trabajo fueron descritos en la edición internacional de la revista “Angewandte Chemie”, una publicación de la Sociedad de Química de Alemania y una de las más influyentes en esa disciplina.

Del proyecto también participan los doctores en química Juan Pablo Tomba y Mariela Desimone, el licenciado en biología Germán Schrott, el ingeniero químico Sebastián Bonanni y el doctor en biología Juan Pablo Busalmen, quien dirige la investigación.

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