El filósofo y sociólogo polaco Zygmun Bauman cree que Europa se ha convertido en un laboratorio para la resolución pacífica de conflictos en un mundo en el que, ahora mismo, hay 99 guerras abiertas y defiende que la idea de unos estados unidos europeos podría «beneficiar mucho» a la humanidad.
Es una de las reflexiones que ha compartido con los alumnos del curso magistral que hoy ha comenzado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y que ha titulado «En el interregno», ese momento en el que la antigua manera de hacer las cosas ya no funciona pero aún no se ha inventado otra.
En ese «territorio desconocido,» donde «no se puede predecir nada ni hacer nada con total certidumbre de éxito», se encuentra ahora la humanidad para este pensador nacido en 1925 que aún recuerda cómo pasó su infancia «temiendo que algo terrible ocurriera» en una Polonia rodeada de enemigos.
Para Bauman, la historia de Europa hasta la II Guerra Mundial era «una escuela de odios mutuos» y con la unificación, que empezó por «la puerta de la cocina», se quiso dejar atrás «siglos de animosidad».
Y cree que los europeos se han convertido en un laboratorio donde, como ocurre en todos, hay «ensayo y error» pero que puede prestar a un mundo lleno de conflictos el «tipo de servicio que más necesita»: ir más allá de ellos y encontrar una solución.
«Europa podría recuperar su posición, no como caballo ganador ni como imperio, sino como profesor», ha subrayado el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2010.
Bauman ha reconocido que su pensamiento está marcado por el pesimismo pero ha añadido que Europa es la excepción a esa regla, una parte del mundo «muy creativa», donde está muy presente la idea de la cultura y de que los seres humanos pueden «reelaborar lo que se ha elaborado antes».
En ese contexto ha defendido que la idea de unos estados unidos de Europa podría «beneficiar mucho a la humanidad» y además no ve un conflicto entre esa unificación y la preservación de las diferencias: «se puede conseguir».
El pensador polaco es el padre del concepto de la modernidad líquida como metáfora del mundo actual, en el que ya no se tiene la sensación de controlar la propia vida. El problema es que para conseguir cualquier objetivo como sociedad es necesario «un terreno firme bajos los pies», es decir, que la política y la sociedad «estén en el mismo lugar».
Pero ve un divorcio entre ambos, un poder sin política y una política sin poder, según Bauman, quien ha señalado, como ejemplo, que los líderes de los países más potentes de Europa se reúnen un viernes para tratar de encontrar una solución a la crisis de Grecia o de España y tomar decisiones y después esperan al lunes, a que abra la bolsa, para ver si han cometido o no un error.
«Ustedes se enfrentan a una larga vida y su tarea debería ser conciliar poder y política. Deben intentar mejorar la sociedad de esa manera: haciendo que ese divorcio se convierta en matrimonio», ha pedido a sus alumnos.
Bauman ha insistido en que las posibilidades de «hacer algo» que tienen los gobiernos es «bastante estrecha». Ninguno puede eliminar, ha dicho, las consecuencias del colapso de la economía ni controlar unas causas que son globales y que exigen soluciones globales.
Y los gobiernos, dice, están sufriendo una doble presión, la de los electores y la de los inversores, que «no se sabe quienes son, no tienen nombre ni dirección ni se les puede escribir una carta». La situación es tal que si siguen los deseos expresados por su nación y éstos no benefician a los inversores, el resultado es «un catástrofe».
«Que el éxito no esté garantizado no es una receta para justificar la inacción. Todo está lleno de riesgos y solo se pueden calcular en parte. Mi consejo es seguir probando, una vez y otra», ha añadido.
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