En la Trattoria Giovanni, espacio que ha servido otras veces como espacio cultural, recibió de noche a los músicos del festival JazzUV, aunque un tanto desorganizado, después de varios minutos de idas y venidas por parte de los meseros con mesas y sillas, cambiándolas de lugar, tendiendo manteles y cocinando a todo vapor, poco a poco las cosas se fueron ajustando y se comenzó a oír cómo se afinaban los instrumentos.
Los saxofones fueron los primeros en presentarse, luego la batería marcó el ritmo. Entre el aroma a pizza, pasta y el sabor del vino, Enrique Ceja, de radio Teocelo, dio la bienvenida al público.
Con sus palabra los músicos comenzaron a tocar, en la batería se encontraba Yaury Hernández, en la guitarra, Beto Jiménez, en el contrabajo, Oscar Terán, en los saxofones, Alejandro Bustos y Arturo Caraza, así como el trompetista Jordi Albert, coordinador del ensamble de JazzUV.
Y así, a la cuenta de one, two, three, inició el concierto.
Las primeras notas comenzaron a llenar el ambiente, el público de esta noche contó con familias, estudiantes, prensa y algunas parejas, que mientras disfrutaban de la música comían una rica cena, cuyo aroma abría el apetito de los recién llegados.
Y en el ambiente los olores de las distintas comidas se mezclaban al ritmo de las notas de los diferentes instumentos.
Y toda es mezcla llegaba a la zona del placer del cerebro.
Entre pláticas y discusiones la música dio forma a la noche, había gente grabando y tomando fotografías, los que no aplaudían con cada solo y nueva canción. Por un momento Jordi Albert tuvo un problema con su trompeta y tuvo que arreglarla en el escenario mientras sus compañeros seguían tocando sin perder el ritmo hasta que el trompetista retomara la música.
Conforme siguió el concierto, Albert tomó el micrófono para agradecer a los asistentes y decirles que se sentía muy contento de estar tocando con el ensamble de estudiantes del JazzUV y que además, este concierto era para mostrar lo que se hacía en la escuela.
La noche siguió y cuando el concierto llegó a su fin hubo un gran aplauso, los músicos guardaron sus instrumentos, luego se fueron a sentar entre las mesas, algunos tomaron algo o cenaron, no faltó algún admirador que pasara a felicitarlos o hacerles algún comentario, así como algún amigo.
Parecía que la fiesta no acabaría ahí, la trattoria estaba llena de voces y aromas que tal vez seguirían disfrutando más horas de la noche.