El conocimiento científico y tecnológico no es suficiente para hacer frente a la acelerada pérdida de biodiversidad que enfrenta el mundo, porque el principal problema radica en la resistencia que opone poco más de la séptima parte de la población mundial a cambiar sus comportamientos, afirmó el doctor José Sarukhán Kermez, coordinador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.
Durante su participación en la mesa redonda La investigación Aplicada sobre el medio ambiente en el futuro de México, celebrada en la Casa Rafael Galván de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el investigador emérito del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México dijo que al ser causante del impacto ambiental, la humanidad tiene también la posibilidad de reducir tal efecto.
Advirtió que el mundo se encuentra básicamente frente a un problema que si bien está alimentado de información científica y requiere del conocimiento de las causas y la mecánica de cómo se generan y se desarrollan, ésta no es una problemática “eminentemente no científica y relacionada con el comportamiento humano”.
Reconoció que se han buscado soluciones tecnológicas al tema ambiental, pero que resultan insuficientes frente a la dimensión geoambiental y geoecológica del fenómeno.
En realidad, “el problema básico es cambiar el comportamiento, no tanto de los siete mil millones de habitantes del mundo, sino quizá de unos mil 200 millones de habitantes que son quizá los más reacios a ese cambio”.
Por otra parte definió la biodiversidad como la vida en la tierra, que se halla no sólo en los organismos que vemos, sino “por debajo de los organismos” y que es la diversidad genética de las poblaciones de cada especie.
Esta variabilidad genética, afirmó el investigador, tiene un papel fundamental porque son elementos que dan viabilidad y resistencia a enfrentar problemas ambientales a las especies, de tal manera que mientras más variabilidad genética, mejor pueden encararse los cambios ambientales al clima, sequías intensas o a la introducción de contaminantes en un ambiente.
El otro nivel, es el de los ecosistemas, que son expresiones de los organismos a un tipo de suelo, una geología o un régimen pluvial, entre otros componentes ambientales.
Las plantas, organismos vertebrados e invertebrados y microorganismos hacen ensamblajes que responden a estas condiciones y son también los encargados de proveer de “servicios –tal como se les ha llamado para calentarles la oreja a los economistas– a los seres humanos”.
El especialista advirtió que a pesar de la importancia que poco a poco se ha dado a la conservación de los ecosistemas, hoy no hay actividad humana más destructora de la diversidad biológica que la producción de alimentos.
Si bien es necesario hacer el cambio de los bosques y selvas a campos agrícolas, “porque no queda de otra”, es cierto que “no hemos aprendido a valorar lo que sacamos de ese cambio y lo que se pierde del recurso” y éste es uno de los temas de investigación más importantes en este campo, afirmó.
Sarukhán Kermez señaló que no se puede pensar en tener crecimiento económico sostenido en un planeta que tiene un tamaño fijo, con recursos perfectamente definidos y con una población que crece exponencialmente, y cuya demanda de recursos es mayor.
Al inaugurar la mesa redonda convocada por la UAM y el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, y que se enmarca en el Proyecto Hacia dónde va la ciencia en México, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el doctor Enrique Fernández Fassnacht, rector general de la UAM, indicó que cuando hablamos del medio ambiente no nos referimos exclusivamente al cuidado de la flora y fauna, sino también a la gestión de un futuro posible para nuestra sociedad.
Agregó que el balance medioambiental requiere también de la discusión sobre temas fundamentales como el adecuado uso de los recursos naturales para garantizar la seguridad alimentaria; el necesario equilibrio entre desarrollo rural y urbano, y la previsión de medidas que aminoren los efectos del cambio climático en la calidad de vida de las personas.
El análisis de los caminos por desarrollar en la materia debe también considerar al contexto en el que se avizoran riesgos importantes en el corto y mediano plazos, donde se vuelve urgente la construcción de estrategias de intervención con la participación de todos los actores sociales, subrayó.
Se debe considerar que de acuerdo con datos del Population Reference Bureau para 2012, la población mundial podría aumentar casi 30 por ciento durante los siguientes 40 años, lo que supondrá una demanda creciente de recursos naturales –cuya disponibilidad es cada vez menor–, y enfrentar un proceso de degradación creciente de los ecosistemas, así como una mayor generación de contaminantes atmosféricos y de residuos sólidos.
Adicionalmente, de acuerdo con estudios recientes realizados para la UNESCO y la FAO, un tercio de la población mundial enfrenta condiciones de escasez de agua; y más de un tercio de todas las especies conocidas podrían extinguirse si el cambio climático continúa sin control alguno.
Estas circunstancias ambientales, dijo, comprometen seriamente la calidad de vida de las personas y el bienestar de las sociedades y nos urgen a construir acciones que, a partir del conocimiento científico, el desarrollo tecnológico y la innovación contribuyan a crear círculos virtuosos en torno a la administración de recursos naturales y el cuidado de la biodiversidad.
El doctor Edward Peters Recagno, director general de Investigación sobre ordenamiento ecológico y conservación de los ecosistemas del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, señaló que la biodiversidad representa el capital natural de la nación y es equivalente o más importante que otros incluso el financiero.
A su vez el doctor Gerardo Cevallos González, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, sostuvo que cada tres meses se reporta en el mudo un problema ambiental nuevo, desde la acidificación de los océanos, las pandemias o la aparición de enfermedades emergentes, lo que refleja la magnitud del problema, y advirtió que el crecimiento de la población y la distribución desigual de la riqueza son los problemas básicos que generan la destrucción de los ecosistemas.
En la inauguración de esta mesa estuvo también la doctora Leonora Rojas Bracho, en representación del doctor Francisco Barnés Regueiro, presidente del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático.