Sandra Isabel Jiménez Mateos *
Cuando el mundo estuvo a punto de explotar por la fuerte tensión entre las entonces potencias de Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), los dirigentes de ambos países (el presidente de EEUU, Jhon F. Kennedy y el líder soviético Nikita Khrushchev, respectivamente) estuvieron de acuerdo en que necesitan una forma de comunicación directa y que dejase constancia de sus platicas, para solucionar cualquier conflicto grave que estuviese ocurriendo.
Así, el 20 de junio de 1963 comenzó a funcionar el Teléfono Rojo, que no era un teléfono, si no una línea caliente, un teletipo, de los que se encontraban normalmente en las oficinas de telégrafos de la época.
De hecho, hasta la fecha, no hay ningún teléfono instalado para que hablen de forma directa los presidentes de EEUU y Rusia en caso de crisis, si no que la última actualización que se le hizo a ésta linea es un sistema informático dedicado, para enviar comunicaciones escritas entre ambos países que involucra satélites y fibra óptica.
Cuando se instaló el Teléfono Rojo, era la época de la Guerra Fría, cuando EEUU y la URSS realizaban acciones para afectar a su contraparte por todo el mundo.
La situación se agravó con la llamada «Crisis de los Misiles» en Cuba, llamada así porque EEUU detectó la existencia de bases de misiles nucleares de alcance medio de la URSS en Cuba. Con el tiempo en Rusia se la denomina Crisis del Caribe mientras que en Cuba se le llama Crisis de octubre.
Esto que puso en tensión a todo el aparato militar de Estados Unidos y de la Unión Soviética.
Cualquier incidente pudo haber hecho que estallara la guerra nuclear.
Los antecedentes inmediato a esa Crisis de los Misiles están en la invasión a Cuba por parte de disidentes cubanos entrenados en EEUU que desembarcaron en Bahía de Cochinos, el cual fracasó por completo.
Después de esto EEUU se planteó una invasión ya en abierto, para lo cual implementaron la Operación Mangosta, la que fue descubierta por el aparato de espionaje ruso, quienes le comentaron la situación a Fidel Castro.
Nikita Jrushchov aprovechó la coyuntura para proponer a Fidel Castro la instalación de misiles balísticos de alcance medio, lo cual acepta el dirigente cubano después de tensas negociaciones y pide que el traslado y la instalación de los cohetes se realicen de forma pública, pero los soviéticos piden que se haga hasta que los cohetes queden totalmente operativos.
Las instalaciones para los misiles rusos en Cuba fueron descubiertas por las fotografías de un tipo especial de avión espía estadounidense, el U-2, en vuelo sobre Cuba a mediados de 1962.
A partir de ahí se desencadenó una carrera desenfrenada que puso a todo el mundo en peligro de una guerra nuclear.
El 26 de octubre de 1962 es un día crucial en ésta crisis, pues Nikita Jruschov envió a Kennedy un mensaje personal para llegar a un acuerdo: los buques soviéticos se retirarían si el gobierno estadounidense lanzaba una declaración pública renunciando a derrocar al régimen de Fidel Castro y ofreciendo no patrocinar ningún ataque bélico con ese fin. Ese mismo día el propio Fidel Castro solicita a Jruschov que en caso de una invasión de EE. UU a Cuba, la URSS realice un ataque nuclear contra los EE. UU. aun al costo de desaparecer Cuba e iniciarse una guerra nuclear.
El 27 de octubre iniciaron negociaciones urgentes y secretas entre ambos gobiernos, tanto en Washington como en Moscú, transmitiendo las propuestas de uno y otro bando para solucionar la crisis durante todo el día 27; en esas negociaciones se excluyó a Fidel Castro.
El acuerdo se dio en la madrugada del domingo 28 de octubre. El 29 de octubre Nikita Jrushchov envió a Fidel Castro un informe comunicando los términos del acuerdo entre soviéticos y estadounidenses.
Fidel Castro, dolido, reprochó publicamente y en correspondencia a Jruschov las negociaciones. Kennedy aceptó el retiro de los misiles rusos de Cuba con la condición de no invadir la isla ni apoyar grupo alguno con esa intención.
También aceptaron desmantelar el Misil balístico de alcance medio que tenían instalado en Turquía, país fronterizo con Rusia, lo que fue hecho público hasta que se concretó seis meses después.
Más en los acuerdos posteriores ambos bandos se vieron obligados a hablar a través de intermediarios, porque no querían hacer públicas las negociaciones, lo que provocaba retrasos y malentendidos.
En ese contexto, ambas partes reconocieron que el tiempo de retraso en la comunicación entre el presidente Kennedy y el líder soviético Nikita Khrushchev había contribuido a no poder frenar la escalada de tensión.
Se menciona que Estados Unidos tardó casi 12 horas en recibir el mensaje inicial de 3,000 palabras de Nikita Khrushchev para establecer un acuerdo y rebajar la tensión. Cuando Washington emitió su respuesta, Moscú había enviado otro con condiciones mucho más duras.
Por eso se instaló el Teléfono Rojo, una línea caliente, cuyo establecimiento se acordó el 20 de junio de 1963 y que no era un teléfono, sino un teletipo, de los que se encontraban normalmente en las oficinas de telégrafos de la época.
El documento para instalarla mencionaba la necesidad de «establecer tan pronto como sea técnicamente factible una comunicación directa» entre EEUU y la URSS para comunicarse «en tiempos de emergencia».
Eso fue un auténtico desafío para la época, pues la comunicación se tendría que hacer por cable, por el TAT-1, el primer cable telefónico transatlántico del mundo, el cual, aunque contaba con ciertas protecciones que garantizaban su fiabilidad, también tenía un sistema de respaldo por radio. De hecho, las comunicaciones físicas se cortaron varias veces, como cuando un operador danés de una excavadora dañó el cable mientras trabajaba.
De hecho, la línea comenzó a operar el 30 de agosto de 1963 con cuatro juegos de teletipos con el alfabeto latino en Moscú y cuatro juegos de teletipos con el alfabeto cirílico, fabricados por Siemens en Washington. Estos estaban ubicados en edificios estratégicos de cada país.
Al ser comunicaciones con la más alta clasificación de seguridad, para protegerlas e utilizaba un dispositivo llamado Electronic Teleprinter Cryptographic Regenerative Repeater Mixer II, con un sistema criptográfico de un solo uso.
Pero como no todo el tiempo eran épocas de crisis, para garantizar su funcionamiento la línea se probaba periódicamente. Los estadounidenses enviaban extractos de obras de William Shakespeare, Mark Twain y enciclopedias, mientras que los soviéticos transmitían parte de las obras de Anton Chejov.
Aunque todavía hubo intermediarios –los mensajes tenían que ser traducidos, para a continuación, ser escritos y transmitidos por los operadores– al menos el proceso se aceleró.
En realidad la línea telefónica se utilizó por primera vez durante la Guerra de los Seis Días, en 1967, cuando Estados Unidos apoyaba a Israel, mientras que los soviéticos hicieron lo propio con las naciones árabes.
Después, en la década de 1970 se modificó para emplear sistemas de satélite y de cable submarino, cuando Leonid Brezhnev ocupó el mando del Kremlin.
Despuésla URSS se desmembró, pero el Teléfono Rojo siguió operando entre la Casa Blanca y el Kremlim.
Y es seguro que se debe usar cada vez que hay alguna crisis entre ambas naciones.