Usted es físico y químico. ¿Qué le hizo escapar de los laboratorios para escribir libros?
En realidad no he huido de la ciencia, solo he puesto un pie fuera. Desde el principio tenía claro que podía llegar a ser un investigador mediocre pero no me convertiría en uno brillante. Ser escritor te da la oportunidad de apreciar el trabajo científico en diferentes áreas y eso me atrapó. Ahora estoy cada día más interesado en cómo la ciencia interacciona con el resto de la sociedad.
¿Su experiencia como editor en Nature también influyó en el cambio?
Tuve suerte de trabajar en Nature después de terminar el doctorado. Me permitió profundizar en muchas áreas científicas y me motivó para comenzar a escribir sobre ellas. Esa no era una parte esencial de mi trabajo de editor, pero descubrí que me gustaba y acabe convirtiéndome en un escritor freelance.
En sus libros habla sobre temas tan variados como el color, el agua, la música… ¿Encontrar una fuente de inspiración es también una cuestión de curiosidad?
El principio que me sirve de guía es encontrar algo que me permita aprender algo nuevo. Hay autores a los que les gusta especializarse, pero no es mi caso. Ni yo ni los editores sabemos qué es lo que va a triunfar, por eso lo más importante para mí es encontrar algo que me enganche.
¿El secreto de la comunicación de la ciencia es contar algo que le interese a uno mismo?
Sí, una persona escribe mejor cuando le interesa el tema. Es lo que le digo a la gente que me pregunta qué hacer para ser un escritor de ciencia: encontrar algo que realmente te apasione.
¿A la gente le atrae la ciencia?
Cada vez está más claro que el público quiere saber sobre ciencia, solo hay que encontrar la forma de transmitirla. Por ejemplo, el interés de la gente por el acelerador de partículas del CERN ha crecido a pesar de que las cuestiones que plantea son muy difíciles de comprender. La sociedad tiene hambre de conocimiento científico.
Usted afirma que los grandes experimentos como los del CERN deberían estar justificados por la curiosidad. Sin embargo, esta razón no parece suficiente para que se invierta en ellos.
Debería serlo. Una sociedad que no se encuentre preparada para invertir dinero en proyectos de investigación básica está enferma.
Pero muchos científicos tratan de justificar sus investigaciones desde el punto de vista del rendimiento económico…
Lo que sucede es que las administraciones presionan a los científicos para que justifiquen el interés económico de sus estudios a través de los supuestos beneficios que obtendrán. Es una tendencia muy perjudicial porque la mayoría no tienen ni idea de lo que se extraerá de sus estudios.
¿Usted cree que la curiosidad ha sido el motor del desarrollo de la ciencia y la investigación?
La curiosidad siempre ha sido parte de la naturaleza humana. Hay una buena razón evolutiva: cuanto mejor entendamos nuestro entorno, más fácil será que sobrevivamos en él. Sin embargo, el término “curiosidad” ha tenido diferentes significados a lo largo del tiempo. En tiempos antiguos, era una palabra negativa; la persona curiosa era la que se inmiscuía en asuntos que no le incumbían.
¿Cuándo cambió la manera de entenderla?
En Europa ocurrió en el siglo XVII, cuando la Iglesia dejó de ser tan poderosa, nació una clase media, gente con más riqueza y tiempo, y ser curioso dejó de estar mal visto. La gente empezó a mirar a través de microscopios y telescopios, quería saber la forma de la pata de un insecto o cómo era la Luna.
¿La sociedad actual fomenta la curiosidad?
En ciencia la demanda cada vez mayor de un retorno económico de la investigación pone barreras a la curiosidad. En el sistema educativo cada vez resulta más difícil mantener la curiosidad natural de los niños. Muchos profesores solo enseñan a pasar el examen y los alumnos aprenden muy pronto qué deben saber solo para aprobar. El mundo está lleno de gente curiosa, pero la sociedad pone obstáculos.
En otro de sus libros, Contra Natura. Sobre la idea de crear seres humanos, habla sobre la creación de vida artificial. ¿Los hallazgos de nuestra curiosidad nos asustan?
La historia más famosa es la de Frankenstein, donde parece ser que cuando algo tiene un aspecto peligroso lleva a resultados peligrosos. Sin embargo, yo entendí ese libro como una advertencia de que las cosas salen mal cuando no aceptamos las responsabilidades que conllevan ciertas investigaciones.
Entonces hacer preguntas requiere cierta responsabilidad.
Sí. A veces es difícil de aceptar para los científicos. No hay preguntas que no debamos plantear, pero siempre que damos rienda suelta a nuestra imaginación sí debemos pensar detenidamente sobre lo que vamos a hacer con ese conocimiento.