La botadura del HMS Beagle, la corbeta de diez cañones perteneciente a la Marina Real Británica que entre 1831 y 1835 conduciría a Darwin alrededor del mundo, se realizó en las aguas del río Támesis, el 11 de mayo de 1820 en los astilleros de Woolwich. En julio de ese mismo año formó parte de la flamante flota a la que Jorge IV pasó revista con motivo de su coronación. También fue el primer barco que navegó bajo el entonces recién acabado Puente de Londres.
Pero, de momento, ahí quedó todo. A partir de ese instante, nadie fue capaz de encontrarle mejor destino y el barco pronto quedó en dique seco; varado durante cinco años sin mástiles ni aparejo. Sólo cuando la Marina Real decide convertirlo en barco de exploración comienza la auténtica historia del HMS Beagle.
En 1825 el Almirantazgo británico ordenó que dos buques fueran preparados para inspeccionar las costas meridionales de América del Sur. El 27 de septiembre de 1825 el Beagle atracó en el astillero de Woolwich para reparaciones y alistarse para sus nuevas tareas.
En mayo de 1826, sus cañones fueron reducidos a seis, el Beagle zarpó desde Plymouth al mando del Capitán Pringle Stokes. Acompañaba al HMS Adventure en una exploración hidrográfica de la Patagonia y Tierra del Fuego en el extremo meridional de Sudamérica.
Las naves zarparon de Plymouth el 22 de mayo de 1826 rumbo a Río de Janeiro puerto en el que fondearon el 10 de agosto del mismo año, luego de hacer escala en Madeira, Tenerife y Saint Jago.
A medida que el barco se iba adentrando en esas aguas desoladas, su capitán pasaba de la melancolía a la depresión; se encerró en su camarote durante dos semanas para terminar pegándose un tiro y muriendo a los 12 días. No era precisamente un buen comienzo para un barco de exploración; esta maldición podría haber comprometido el futuro del Beagle de no ser por la enorme capacidad que los seres humanos tienen para aprender de la experiencia.
Así, el encargado de devolver el Beagle a Inglaterra fue el lugarteniente Robert FitzRoy, un aristócrata de 23 años. El joven es ascendido a capitán el 27 de junio de 1831 y el 4 de julio de ese mismo año recibe la orden, esta vez al mando del Beagle, de zarpar por segunda vez a Tierra del Fuego.
Fitzroy pensó que, si no quería acabar como Pringle Stokes, le convenía encontrar un acompañante, y alguien que recogiera información útil durante el viaje. El elegido es Charles Darwin, un recién licenciado de la Universidad de Cambrige, cuya intención era visitar los trópicos antes de incorporarse como vicario a una parroquia rural.
El resultado de este segundo viaje es ampliamente conocido. Darwin se adentró en la jungla preguntándose por el origen de su diversidad. Escaló montañas y encontró fósiles de conchas marinas: ¿había llegado alguna vez el nivel del mar a esa altura? ¿o era la corteza terrestre capaz de plegarse hasta ese punto? Capturó pájaros en distintas islas del archipiélago de las Galápagos y observó a las iguanas marinas. Hablaba de sus hallazgos con el Capitán FitzRoy hasta altas horas de la noche, debatiendo sobre la creación y tratando de asimilar estas pruebas que parecían contrarias a sus propias creencias.
A su vuelta a Inglaterra en 1836, Darwin vuelve a su casa de campo y, tras años de intenso trabajo, publica El origen de las especies en 1859.
Mientras Charles Darwin se debatía con su conciencia para encajar sus hallazgos en un libro, el HMS Beagle zarpaba en 1837 hacia un nuevo viaje, esta vez bordeando la costa de Australia.
Con el tiempo, la progresiva transformación de este antiguo navío de guerra en instrumento de paz se completa al destacarlo como guardacostas en el río Roach para impedir el contrabando en la costa de Essex.
Sus últimos días reflejan una progresiva decadencia; los comerciantes de ostras se quejaron de que bloqueaba el paso y el barco se vendió a William Murray y Thomas Rainer, quienes usaron la madera para construir una granja.
De los casi cinco años que duró la expedición, Darwin estuvo tres años y tres meses en tierra y dieciocho meses en la mar.
Notas relacionadas:
- Nace “La Teoría de la Evolución de las Especies”, el 1 de julio de 1858
- Darwin y el meticuloso método que lo convirtió en el padre de la evolución