Johannes Kepler, astrónomo y matemático, uno de los principales impulsores de la idea de que la Tierra gira alrededor del Sol, nació en Weil der Stadt, en el Sacro Imperio Romano Germánico, el 27 de diciembre de 1571.
Hijo de un mercenario -que sirvió por dinero en las huestes del duque de Alba y desapareció en el exilio en 1589- y de una madre sospechosa de practicar la brujería, Johannes Kepler superó las secuelas de una infancia desgraciada y sórdida merced a su tenacidad e inteligencia.
Es reconocido por formular y verificar las tres leyes del movimiento planetario conocidas como leyes de Kepler; es el fundador alemán de la óptica geométrica y es considerado como el fundador de la astronomía moderna.
Sus padres le despertaron el interés por la astronomía. Con cinco años, observó el cometa de 1577, comentando que su madre lo llevó a un lugar alto para verlo. Su padre le mostró a la edad de nueve años el eclipse de luna del 31 de enero de 1580, recordando que la Luna aparecía bastante roja. Kepler estudió más tarde el fenómeno y lo explicó en una de sus obras de óptica. Su padre partió de nuevo para la guerra en 1589, desapareciendo para siempre.
Kepler terminó su primer ciclo de tres años en 1583 con retraso, debido a su empleo como jornalero agrícola, entre nueve y once años. En 1584, entró en el Seminario protestante de Adelberg y dos años más tarde, en el Seminario superior de Maulbronn.
Obtuvo allí el diploma de fin de estudios y se matriculó en 1589 en la universidad de Tubinga. Comenzó primero a estudiar ética, dialéctica, retórica, griego, hebreo, astronomía y física, y más tarde teología y ciencias humanas. Continuó con sus estudios después de obtener la maestría en 1591.
Fue, de hecho, el primer astrónomo que impulsó en público la teoría heliocéntrica del Universo de Nicolas Copérnico, que asienta que la Tierra gira alrededor del Sol, contraponiéndose al postulado del mundo geocéntrico del astrónomo, matemático y geógrafo griego Alejandrino Claudius Plomeo (c. 90-c.160), quien afirmó que el Sol es el que gira en torno de la Tierra.
Su profesor de matemáticas, el astrónomo Michael Maestlin, le enseñó el sistema heliocéntrico que se reservaba a los mejores estudiantes. Los otros estudiantes tomaban como cierto el sistema geocéntrico, que afirmaba que la Tierra estaba inmóvil y ocupaba el centro del Universo, y que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas giraban a su alrededor.
Graduado en Teología por la Universidad de Tubinga, en 1594, interrumpió su carrera teológica al aceptar una plaza como profesor de matemáticas en el seminario protestante de Graz. Cuatro años más tarde, unos meses después de contraer un matrimonio de conveniencia, el edicto del archiduque Fernando contra los maestros protestantes le obligó a abandonar Austria y en 1600 se trasladó a Praga invitado por Tycho Brahe, quien había quedado impactado por el libro “Prodomus dispertationum cosmographicarum”, que publicó en 1596.
Este es el texto que también motivó a Galileo Galilei a sostener la teoría heliocéntrica.
Instalado en Prada, Johannes Kepler en 1601, sucedió en el cargo de astrónomo imperial en el Observatorio de Praga a Tycho Brache, a su muerte.
Ante éste suceso consiguió tener acceso a todos los datos recopilados por Tycho, mucho más precisos que los manejados por Copérnico. A la vista de los datos, especialmente los relativos al movimiento retrógrado de Marte se dio cuenta de que el movimiento de los planetas no podía ser explicado por su modelo de poliedros perfectos y armonía de esferas. Kepler, hombre profundamente religioso, incapaz de aceptar que Dios no hubiera dispuesto que los planetas describieran figuras geométricas simples, se dedicó con tesón ilimitado a probar con toda suerte de combinaciones de círculos. Cuando se convenció de la imposibilidad de lograrlo con círculos, usó óvalos. Al fracasar también con ellos, «sólo me quedó una carreta de estiércol» y empleó elipses. Con ellas desentrañó sus famosas tres leyes que describen el movimiento de los planetas.
En 1609, publicó: “Astronomía Nova”, y enunció las primeras dos leyes: la 1ª. ley sobre la órbita elíptica de los planetas alrededor del Sol que la enunciaba así: la órbita descripta por los planetas es una elipse, con el Sol en uno de sus focos. La 2ª. ley sobre el aumento de la velocidad planetaria, de acuerdo con la distancia del Sol, es mayor cuando están más cerca del Sol y se mueve más lentamente cuando más lejos del Sol se encuentra su órbita.
En 1618, anuncia la 3ª. Ley, sobre el movimiento de los planetas que la formula así: los cuadrados de los tiempos de revolución de los planetas son proporcionales a los cubos- terceras potencias- de sus distancias media al Sol.
Propuso la idea de emplear como ocular una pequeña lente biconvexa en cuyo principio de basan todos los anteojos o refractores modernos; inventó un telescopio astronómico: “el telescopio de Kepler”.
Estimaba que la marea alta y la marea baja tenían que deberse a alguna fuerza de la Luna; en 1604 observó la nova que lleva su nombre; contribuyó al desarrollo del cálculo infinitesimal.
En 1627, terminó su principal trabajo las Tablas rodolfinas que publicó con el título de “Tabulae Rudolphinae” en homenaje y recuerdo de su mecenas el Emperador de Alemania Rodolfo II. Este trabajo lo realizó después de permanecer en Praga hasta 1926, cuando las dificultades económicas y el clima de inestabilidad originado por la guerra de los Treinta Años lo llevaron a Ulm, donde supervisó la impresión de las Tablas rudolfinas, iniciadas por Brahe, con base en las leyes relativas a los movimientos planetarios que Brahe estableció
En forma póstuma uno de sus hijo editó su obra: “Somnium” donde se comenta la observación de los fenómenos astronómicos contemplados por un observador que se hubiera trasladado a la Luna, recurso muy utilizado posteriormente, pero la paternidad de esta idea le pertenece a Kepler.
En su honor se designó con su nombre a uno de los accidentes de la cara conocida de la Luna.
Kepler murió el 15 de noviembre de 1630 en Ratisbona, en Baviera, Alemania, a la edad de 58 años.
En 1632, durante la Guerra de los Treinta Años, el ejército sueco destruyó su tumba y se perdieron sus trabajos hasta el año 1773. Recuperados por Catalina II de Rusia, se encuentran actualmente en el Observatorio de Pulkovo, en San Petersburgo, Rusia.