La selección natural en el trepadero favorece el ascenso de una nueva especie darwiniana:
el mediocris habilis.
Gabriel Zaid
A pesar de las quejas de los investigadores sobre la persistente insuficiencia de recursos para el desarrollo científico y tecnológico, nunca antes en la historia de la ciencia en nuestro país se habían producido más obras, más libros, más artículos y más investigaciones científicas de todo tipo como en la actualidad; nunca como ahora las editoriales universitarias le habían dado tanto espacio en sus acervos a la producción proveniente, particularmente de las ciencias sociales y las humanidades; nunca como ahora habían existido tantos apoyos y recursos públicos para que los investigadores puedan divulgar difundir sus obras… “y nunca como ahora se había publicado tanta chatarra como la que se atreve a publicar la mayoría de los científicos sociales y humanistas mexicanos, aunque nadie lo reconozca.” Así lo afirma César Cansino, investigador de la BUAP, en La chatarrización de la ciencia, en http://textoshereticos.wordpress.com/2012/02/10/la-chatarrizacion-de-la-ciencia.
Sin embargo, afirma Cansino, habrá que precisar que la problemática de las ciencias exactas, igualmente sumidas en el abandono y el retraso en nuestras universidades es de un tipo especial. En este caso, la producción científica tiene sus propias reglas y los resultados de investigación alcanzados sólo cuentan si se publican en las revistas especializadas con reconocimiento internacional en cada disciplina. Aquí la producción no puede ser por definición abundante sino selectiva. Ningún resultado de investigación en el campo de la neurofisiología en México, por poner un ejemplo cualquiera, tendrá valor científico si no aparece publicado en The Journal of Neurophysiology, la revista más reconocida mundialmente en el campo. Todo lo que un neurofisiólogo publique en otro lado no será más que divulgación científica, no investigación original. El problema aquí es que los investigadores en ciencias exactas en países subdesarrollados como el nuestro simplemente no pueden competir con sus pares en los países desarrollados, que les llevan años luz de ventaja.
Los países pobres no producen Premios Nobel en ciencias duras, salvo quizá alguna muy rara excepción. Y pese a que no podemos meter en el mismo saco a las ciencias sociales y a las ciencias exactas, también estas últimas han sido víctimas a su modo del modelo de desarrollo científico estatal, pues los físicos, los biólogos, los químicos y demás científicos duros de nuestro país han debido subirse al tren de la “puntitis”, publicando a diestra y siniestra.
Por otra parte, no es casual que en el programa estatal de estímulos a los investigadores del país, el SNI, los investigadores de ciencias sociales y humanidades casi doblen en número a los de las ciencias exactas.
Hay una realidad que ya no puede ocultarse o minimizarse, apunta Cansino, so riesgo de seguir alimentando un engaño con graves consecuencias para el desarrollo científico en el país. El sistema estatal de promoción de la ciencia en México no sólo ha sido insuficiente sino también contraproducente en relación con sus propios objetivos. Tal y como está concebido, promueve más la mediocridad que la excelencia, más la simulación que la honestidad, más la fuga de cerebros que su retención en el país. La situación ha llegado a niveles tan alarmantes que si no se corrige la estrategia cuanto antes la ciencia y la tecnología nacionales en lugar de coadyuvar al desarrollo de nuestro país serán un reflejo más del desastre y la ruina que hoy padecemos en todos los ámbitos.
Las estrategias y los programas oficiales de desarrollo científico deben distinguir de manera neta entre las ciencias sociales y las humanidades, por una parte, y las ciencias exactas, por la otra. Los criterios para calificar las aportaciones de los investigadores de unas y otras no pueden ser asimilados. De hecho, colocarlas en el mismo saco es uno de los peores errores cometidos por el SNI y que explica en buena medida los resultados descritos antes.
La situación señalada por Cansino, en su provocador ensayo es real y delicada puesto que implicaría que los esfuerzos y recursos dedicados al desarrollo científico y tecnológico no están dirigidos en la dirección correcta, y pueden conducir a resultados contraproducentes.
Por ejemplo, publicar artículos en revistas especializadas no debe ser un factor determinante a la hora de calificar la producción de los científicos sociales y los humanistas, no al menos como en el caso de los investigadores de las ciencias exactas, donde una publicación en el Journal más reconocido de su especialidad vale más que cien libros. En las ciencias sociales, por el contrario, los artículos publicados en revistas especializadas no trascienden como los libros, en parte porque tienen una circulación restringida o porque no se consumen más que por los propios especialistas.
Una posible conclusión es que debían modificarse simultáneamente varias características estructurales y de concepción de los programas de estímulos a los académicos e investigadores, como el SNI y el PROMEP.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.