SINC. Desde el siglo XVI, la explotación agropecuaria tradicional de abejas de la miel se ha expandido por todo el territorio español. En el Parque Nacional del Teide alcanza la mayor densidad de colmenas por kilómetro cuadrado del mundo. Pero lejos de ser un motivo de orgullo para la isla, las abejas de la miel están alterando en gran medida el sistema natural de la zona.
Un estudio, publicado en la revista Ecosistemas y que recoge las conclusiones de trabajos realizados durante los últimos 15 años, demuestra que la presencia de Apis mellifera está provocando una disminución de la riqueza de especies de polinizadores nativos, lo que conlleva efectos negativos directos e inmediatos en la reproducción de algunas plantas exclusivas de la isla, como el tajinaste rojo (Echium wildpretii) y la retama del Teide (Spartocytisus supranubius).
Los resultados sugieren que esta actividad agropecuaria produce una fuerte competencia por los recursos naturales (polen y néctar) entre la abeja y los polinizadores nativos, muchos de ellos endémicos, y únicos en este ecosistema. “Los polinizadores nativos quedan desplazados de la red de interacciones beneficiosas planta-polinizador por la abeja doméstica, que consume gran parte del néctar disponible y no les permite aprovechar las flores”, dice Alfredo Valido, autor principal del estudio e investigador en la Estación Biológica de Doñana (CSIC).
Por esta razón, los científicos recomiendan la supresión de las colmenas en el interior del parque como medida inmediata de conservación, antes de alcanzar una situación de no retorno: «La prohibición no llevaría un impacto económico significativo en la población», aseguran.
Una polinización de peor calidad
El efecto de la abeja más cosmopolita es doblemente negativo: disminuye la diversidad de polinizadores nativos y, al sustituirlos, lleva a cabo una polinización de peor calidad, lo que promueve la autofecundación (visitan muchas flores dentro de cada planta individual). Esto se traduce en una bajada de la productividad, es decir, menor cantidad de semillas por fruto.
Además, la calidad también se pierde en sus genes, lo que podría provocarles una desviación genética conocida como «depresión por endogamia” (pérdida de diversidad genética en la descendencia).
“Medir estas alteraciones y conocer cómo se conjugan con el efecto que está produciendo el cambio climático en el Parque Nacional del Teide, donde se ha registrado un incremento en las temperaturas medias anuales de 0,14ºC por década desde 1944, es el siguiente paso”, declara Valido. La respuesta de las plantas autóctonas a estos cambios climáticos dependerá de que se preserve adecuadamente su diversidad genética y el vigor de sus poblaciones.
Para los científicos, prohibir esta actividad en el parque sería la recomendación “más inmediata y lógica desde el punto de vista ecológico”, advierte. La simple acción de no permitir a los apicultores (más de 135 en 2012) el uso de este espacio natural público protegido “sería la medida de conservación más efectiva, rápida, y sin coste económico alguno para neutralizar en un 100% el impacto que está generando la abeja doméstica en el parque”, asegura Valido.
Referencia bibliográfica:
Valido, A., Rodríguez-Rodríguez, M. C., & Jordano, P. (2014). “Impacto de la introducción de la abeja doméstica (Apis mellifera, Apidae) en el Parque Nacional del Teide (Tenerife, Islas Canarias)” Ecosistemas, 23(3), 58-66.