Esteban Krotz


Más allá del dilema moral por el horror de las masacres recientes, en México actualmente vivimos una crisis generalizada en la que coinciden la falta de legitimidad del estado y una caída de la economía que comenzamos a percibir en toda su dimensión; “es lo que los politólogos llaman crisis de régimen, es decir una crisis del orden político y social al que nos hemos acostumbrado”, indicó el Dr. Alberto Olvera Rivera durante su participación en la segunda mesa redonda del ciclo sobre Inseguridad e Impunidad, que tuvo lugar en CIESAS-Golfo.

Esta situación, abundó, marca el fin de un ciclo que empezó hace 25 años, en los 80, que combinó 3 procesos simultáneos que rompieron con muchos de los mecanismos que articulaban a la sociedad y trastocaron sus reglas.

En primer lugar, el ajuste económico neoliberal que, dirigido por el Estado, mantuvo el control monopólico en empresas privadas y públicas e impidió la competencia, lo cual trajo como consecuencias el desarrollo de una economía poco competitiva y la consolidación de los poderes fácticos.

Otra de las circunstancias señaladas por el académico tiene que ver con el agotamiento del proceso democratizador, que en el caso de México ocurrió “por accidente”, con una alternancia en 2000 no prevista ni calculada por un estado autoritario que mantuvo importantes enclaves de poder, como el control del Senado y la superioridad en el número de legisladores, así como la mayoría de gubernaturas y municipios.

En suma, dijo, el PRI no sólo no se fue sino que, además, triunfó culturalmente en el proceso de transición, porque sus formas, lenguajes, métodos y procedimientos para ejercer la política fueron asumidos por la oposición y aceptados socialmente, lo que llevó a una ‘priización’ de los partidos y no la democratización de la vida política; “Esta transición democrática sólo tocó el aspecto de la competencia electoral pero no el corazón del estado y la cultura política”.

Finalmente, mencionó que el tercero de estos procesos tiene que ver con lo que conocemos como globalización, específicamente en lo concerniente al mercado del narcotráfico; el cual gracias al ajuste neoliberal, a las medidas legales adoptadas por algunos gobiernos sudamericanos y a la cercanía de México con el principal mercado de consumo, impulsó al país como un elemento esencial en la economía internacional de las drogas y a los productores y distribuidores les otorgó un estatus que hasta la fecha sustentan.

A manera de conclusión, el investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la UV glosó que la crisis actual ha generado una nueva relación entre Estado y Sociedad, fundamentada en una política social focalizada, en la que el gobierno se vincula ya no con actores sociales con derechos sino con sujetos dependientes de su propia política, en un estado de relación que no genera ciudadanía sino clientela y en un ejercicio político que no está basado en derechos sino en la medición de fuerzas.

De esta manera, agregó, se puede explicar la ‘hipermovilización’ de la sociedad con prácticas de protestas radicales y focalizadas para negociar incluso los asuntos más elementales; y a una administración estatal que atiende necesidades fragmentadas, dispersas y en múltiples frentes; necesidades que nunca se resuelven de manera integral, sino por emergencias que se resuelven un día y regresan al siguiente.

“En estas circunstancias, el Estado, para poder funcionar, necesita que no haya una verdadera vigilancia del ejercicio del poder; en otras palabras, necesita de la corrupción sistémica para ser totalmente flexible en la toma de decisiones y cambiarlas súbitamente para favorecer a unos en vez de otros”.

Para terminar su participación, Olvera Rivera subrayó en la necesidad de llevar a cabo reformas de fondo en el país para atender las causas de la crisis en la que vivimos y evitar que fenómenos concretos como la extrema violencia vuelvan a repetirse; “mientras no se atienda eso no vamos a avanzar mucho”, puntualizó.

 

Las tragedias recientes son resultado de un proceso de creación y repetición de una cultura política: Esteban Krotz

Por su parte, el Dr. Esteban Krot, docente e investigador de la Universidad Autónoma de Yucatán, basó su ponencia en el papel de los científicos sociales en analizar la situación que padece México para entenderla y en la medida de lo posible, cambiarla.

“No se trata de entender que el gobierno es malo sino por qué está organizada la sociedad de tal manera que pueden ocurrir sucesos como la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, de la ejecución de 22 en Tlataya, del asesinato de 72 en San Fernando, Tamaulipas; y, si vamos más atrás, de 45 en Acteal”, señaló.

En ese sentido, detalló el deber de los especialistas de las ciencias sociales en recopilar, valorar y sistematizar la información sobre los temas de mayor importancia en el país, de modo que puedan funcionar como guía u orientación sobre qué datos son importantes y fidedignos y en dónde buscarlos.

Esto, agregó, es algo simple de enunciar pero complicado en hacer ya que las políticas existentes en la academia priorizan la generación de un producto y dejan de lado actividades no programadas como la tarea de estar informado de los temas de interés para la población en general.

Otro aspecto que destacó el investigador de la Universidad Autónoma de Yucatán, es la obligación de prestar atención a la deficiencia del estado mexicano para cumplir con su razón de ser esencial, que es la vigencia de las garantías constitucionales y los derechos humanos básicos.

“Para entender mejor esta situación es necesario incluir en el análisis de estas tragedias, el punto de vista de las víctimas; no sólo el de los investigadores, analistas, periodistas y medios de comunicación; y eso implica buscar la información no sólo en revistas o centros de investigación, sino en los informes que hacen los centros de Derechos Humanos y las Organizaciones no gubernamentales que atienden estos casos”, dijo.

Esteban Krotz hizo hincapié en el trabajo que deben realizar los antropólogos para advertir en la cotidianidad rastros y conductas que anticipen situaciones como las ocurridas recientemente; pues en las relaciones familiares, entre vecinos, en el club deportivo, en la organización religiosa, en las relaciones de género; están presentes conductas autoritarias, de discriminación, de corrupción, que llevadas al extremo traen graves consecuencias.

“Tenemos una doble tarea, descubrir en la cotidianidad, en nuestra realidad chiquita, ese tipo de conductas, de formas de tratar a la personas, de estructuras en las tomas de decisión, de uso de los recursos públicos; para poder demostrar que son consecuencia de una forma de organizarse del conjunto, que no son resultado, como se han querido explicar los casos recientes, de una persona desquiciada, de una mente criminal; todo es resultado de un proceso social, de un proceso de creación y repetición de una cultura política”, explicó.

Por último, hizo un llamado a la ética profesional de los estudiosos de las ciencias sociales para que reflexionen su deber de responder a la necesidad de los ciudadanos de entender su situación y a participar en la transformación de la sociedad “para que tragedias como las que hemos vivido últimamente no se repitan”.

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