Manuel Martínez Morales
¿Cómo ser libre si sólo es hacedera
la libertad tolerada para que no atentes
contra los muros rígidos y las fosas más profundas del silencio?
¿Quién es libre?
Luis Cardoza y Aragón, en Dibujos de ciego.
Te crees libre, Mané, sólo porque puedes deambular sin topar con pared por el laberinto que el poder ha trazado para que lo recorras interminablemente como sonámbulo, acompañado de otros sonámbulos que sueñan -como tú- que comen y fornican libremente. Y desde lo alto del poder se mean sobre ustedes y les dicen -por la prensa, la televisión y las intangibles redes sociales- que está lloviendo, que no sean pendejos, que abran el paraguas y dejen de estar chingando. Y arriba ríen a carcajadas, brindando alegremente por la democracia y la libertad de expresión, huecas palabras que tanta riqueza les ha deparado.
Virtud y fortuna, recomendaba con seriedad Maquiavelo, como fórmula infalible para llegar y mantenerse en el poder. Combinadas en adecuadas proporciones y en su tiempo debido, aconsejaba al príncipe.
Y a los discípulos de Maquiavelo les vale madres que sueñes con los inigualables jardines flotantes de Abisinia donde alguna vez creíste encontrar el amor. Todo lo que les interesa es que sigas buscando moscas verdes en el cuerno de rinoceronte, mientras pedaleas sin descanso para que ellos y su descendencia vivan del trabajo ajeno. Pero no todo está podrido en palacio; uno de los aprendices del maquiavelismo del águila y el nopal aconseja a sus compinches que, si el pueblo los favorece y llegan de jodido a presidentes municipales, no hay que bañarse en dinero sino en regadera para salpicar y tener la conciencia tranquila evitando la cárcel, porque del escarnio y la burla no los salva ni el bendito Google al servicio de la CIA. No, no todo está podrido, ¡ya huele a muerto cabrones, dense cuenta!
(La libertad es la celda creada por la imaginación colectiva que compartes.)
Imaginación colectiva, ¡mis huevos!, exclama Mané, preso en su libertad, harto de las variantes del edén perdido, fábrica de sueños diseñada por los mandones para que tragues camote haciéndote creer que es Crème brûlée. Pues no hay edenes perdidos, ¿ya te expulsaron otra vez, güey? ¿Sería edén el infierno si se hubiera perdido?
No esperes compasión, ya hasta te quieren despojar de la imaginaria libertad de expresión, reducida en este tiempo de penuria a su mínima expresión. Otra vez despiden a la vertical periodista Carmen Aristegui y su equipo por descobijar las transas del mandón; y te arrebatan la ilusoria libertad que creíste encontrar en las putas redes sociales, que sirven para casi pura chingada.
Pero los dioses se ponen paranoicos si adivinan que quieres comportarte en lo posible ajeno a los condicionamientos de los limbos de toda actividad humana. ¡Eso si que no!
Aunque tú, Mané, y algún otro desaforado que viven en limbo de la poesía científica, o la ciencia poética –no es lo mismo atrás, que en ancas, diría mi abuelita- aspiran a dar ciertas revelaciones del amor, de lo sagrado y la muerte, del espanto de la belleza, de lo infinito y lo efímero, de los asombros del cuerpo… Una recapitulación de los graffiti de lo mágico del laberinto común, sin plural, infinitamente singular, como recomienda Luis Cardoza y Aragón, el gran profeta del desastre del progreso y la modernidad. Pues, profería Cardoza: “Quieres decir lo que a todos ha ocurrido. La vida diaria es el gran acontecimiento inusitado. Las cosas más simples, las débiles sombras de las anunciaciones. Procuras aproximarte a ellas, perplejo por su novedad repetida. Sientes para con nosotros la obligación catártica de entregar la literalidad corporal descubierta por el fervor poético religioso en su verdadero sentido: el de religar.”
Y es precisamente este intento de religar, de buscar la comunión –comunicación íntima y profunda- con el prójimo lo que verdaderamente asusta al poder. Aunque los invitados a tus tertulias quisquillosas se ríen de ti cuando escuchan tales afirmaciones, en los recintos del poder brota la paranoia, fingida pero inapelable:
“En un discurso pronunciado en Nueva York, el jefe de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), John Brenner, afirmó que las redes sociales y otras tecnologías de la información dificultan las acciones de combate a las organizaciones terroristas, como el Estado Islámico, pues son utilizadas para coordinar operaciones, atraer nuevos reclutas, difundir propaganda e inspirar a simpatizantes a través del mundo para que actúen en su nombre…”
Nada nuevo bajo el sol, escribe sonriente Mané, recordando que en 1928, mucho antes de las prolíficas redes sociales, Edward Bernays, sobrino de Freud y fundador de la industria de las relaciones públicas, afirmaba: “Si se consiguiera comprender el mecanismo y los resortes de la mentalidad colectiva, ¿acaso no podrían controlarse y movilizarse las masas a discreción sin que se dieran cuenta?…La manipulación consciente, inteligente, de las opiniones y los hábitos organizados de las masas desempeña un papel importante en una sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo social imperceptible forman un gobierno invisible que dirige realmente el país.”… (¿Que Televisa impuso a Peña Nieto como Presidente de México? Vaya novedad…)
“Las minorías inteligentes deben permanente y sistemáticamente, someternos a su propaganda…Nos gobiernan en virtud de su autoridad natural, de formular las ideas que necesitamos, de la posición que ocupan en la estructura social. Poco importa como reaccionamos individualmente ante esta situación toda vez que en la vida cotidiana, tanto si se piensa en la política como en los negocios, en nuestro comportamiento social o en nuestros valores morales, de hecho, estamos sometidos a este número relativamente restringido de gentes en disposición de comprender los procesos mentales y los modelos sociales de masas. Son ellos los que tiran los hilos: controlan la opinión pública, explotan las viejas fuerzas sociales existentes, inventan otras formas de unir al mundo y de guiarlo”. (Citado por Armand Mattelart, en Un mundo vigilado. Paidós, 2009)
A estas alturas del tiempo, estos mismos cabrones son expertos en arrojar buscapiés distractores para que Mané y compinches se entretengan firmando cartitas de protesta, y los sedicentes “anarquistas” rompan los ventanales de sucursales bancarias; eso es precisamente lo que quieren, que la raza se distraiga en acciones inofensivas sin poner en jaque al poder, empleando esas mismas técnicas de control y manipulación. La paranoia que muestran es ficticia, saben lo que hacen. En la escala de peligrosidad que han diseñado, Noam Chomsky y Carmen Aristegui tienen un puntaje más alto de peligrosidad para el sistema que quien coloca un petardo en la puerta de un banco o quien se inmola envuelto en bombas en un mercado.
¿Terrorismo? Puro petate de muerto…
(Lo propio es lo más extraño. Lo más ignorado. Con suma facilidad te engañas sin quererlo. Cómo es tuyo todo eso que no conoces, que no conocerás. Cómo eres tuyo. Cómo no lo eres. Perdido en el mar, te reflejas en ello buscando tu identidad, tu inminente soberanía. Su encantado espejo edifica imagen diversa, en la cual no te reconoces. Y cuando sirves de espejo, en su imagen te hallas más que en ti mismo. Pero no lo suficiente. Espejo frente a otro espejo, punción sin fin. No te ves. No aciertas a verte.)
Entonces, montados en virtud y fortuna si se quiere, debe darse la lucha también en el terreno de las ideas, no para fabricar otras que igualmente sirvan para manipular a las masas, sino para destruir esa fábrica que a lo largo de casi un siglo la clase dominante ha perfeccionado. Y construir ese otro imaginario.
-De ser pendejo e ignorante nunca te librarás Mané, si ya los zapatistas y nuestros hermanos indígenas lo están haciendo. Arrímate un poquito a ese fuego y a esa palabra, para que aprendas.
(Y tu, lector, que no has venido a leer sino a participar, viscoso de incertidumbre, aúllas bajo las duchas de tus manicomios, todo tú en el hormiguero de tu lenguaje y en los sueños. Y creas, al leerlo, a ese alguien ficticio que escribe, a ese alguien ficticio que lee, que está en el interior del personaje que es el propio lector desvanecido, como en un deber penúltimo, en tus hormigas. ¿Cómo no te das cuenta, encadenado sobre la roca, de que los cuervos son tus entrañas, devorándote?)
Haciéndose pendejo y pretendiendo que entiende, invocando virtud y fortuna, o a las causas y los azares –como ha cantado Silvio Rodríguez- Mané se encamina al bar más cercano para adormecer sus agotadas neuronas, mientras escucha “Stormy Weather”, interpretada por Etta James….
Ni pex, dijo el pez.