Héctor Cerezo Huerta
A veces es necesario perderse para poder encontrarse. Un coach no es lo único que necesitas” “ |
ADVERTENCIA: El presente artículo es una crítica de carácter divulgativo sobre algunas falacias del coaching y sus riesgos inherentes, tales como el fomento de la ilusión de cambio personal y la promoción del pensamiento irracional. Así también, se aborda una reflexión del coaching como el escenario “ideal” para el intrusismo profesional. Cabe señalar, que no es mi intención descalificar al coaching como una metodología de entrenamiento y acompañamiento con sustento y experiencia propia, sin embargo constituye una obligación profesional denunciar la existencia de prácticas que podrían connotarse como abusos terapéuticos, así como una desmedida industrialización y mercadeo de productos y servicios “coaching” que operan al amparo exclusivo de la ganancia económica, aprovechando la mentalidad gnóstica de consumidores, sus creencias, carencias y prioridades de vida.
I. Buscando a tu “Coach Trainer” interno
¿En qué momento consultar con un Psicólogo resultó algo negativo, mientras que reunirse con un Coach se convirtió en una actividad legítima y esnobista del cambio personal? A pesar del enmascaramiento, cuando se habla de coaching se alude invariablemente a la Psicología y las diversas ciencias del comportamiento. Los coaches deben asumir con el mismo optimismo desbordante y apertura mental que los caracteriza que las competencias requeridas para inducir, acompañar y monitorear procesos de cambio y autodescubrimiento difícilmente se adquieren con la lectura de textos motivacionales, certificaciones multiniveles onerosas o al cubrir por mero requisito cientos de horas aparentes de “formación”. El formador competente asume que su entrenamiento nunca termina y que por ello el afinamiento de habilidades pedagógicas, éticas y personales constituyen una obligación permanente.
La Psicología ha estado interesada desde hace miles de años en la felicidad, el bienestar y el crecimiento personal; mucho antes de la llegada explosiva con bombo y platillo del coaching. La función curativa de la palabra, el acompañamiento terapéutico y la consejería se rastrean desde la Grecia clásica, en las ceremonias de los templos de Apolo y Asclepio, en la mayéutica de Sócrates, la epodé, la catarsis emocional y el diálogo terapéutico en la tragedia griega, ya eran algunas formas de terapias dialogales en la antigüedad (Fraguaz, 2007).
Sin embargo, la plenitud de la época postcontemporánea donde el mandato es sentir y no pensar, promueve la existencia de técnicas e intervenciones que si bien no son directivas y se orientan al logro de objetivos de superación personal, parecen invertir sus esfuerzos en consolidar un Pseudo Yo personal, en imprimir un sello indeleble de individualismo y pragmatismo existencial que obliga a “facilitadores” y participantes a buscar respuestas concretas y no preguntas críticas, por lo que se reduce la subjetividad humana a ecuaciones de entrenamiento estratégico, operatividad y no patologización de la conducta humana.
El coaching se presenta como una metodología que mejora el bienestar, el rendimiento laboral y personal de los individuos y como una herramienta que permite al “sujeto” pensar por sí mismo, liberar su potencial y gestionar sus objetivos. Es interesante constatar que, en la mayoría de las conceptualizaciones de coaching se insiste en posicionarlo como un sistema de entrenamiento que atiende exclusivamente a personas que “no presentan problemas clínicamente significativos de salud mental o malestar psicológico” (Vicente, Berdullas y Castilla, 2012). La cuestión es que sus “argumentos” en torno a la mente, a la salud mental y al cambio individual y grupal son profundamente tautológicos, eclécticos al extremo y aderezados con un preocupante tono de fundamentalismo ideológico.
La mayoría de los coaches no tienen formación o entrenamiento psicológico ni pedagógico, jamás han comprendido e intervenido en verdaderos procesos formativos, no cuentan con experiencia laboral, entrenamiento clínico básico o práctica situada en instituciones públicas o privadas. Tampoco han sometido a prueba investigativa sus rudimentarias hipótesis cognitivas y mucho menos han reflexionado sobre las implicaciones éticas de las ideas que defienden con tanta vehemencia.
Me parece una necesidad profesional cuestionar algunos planteamientos, ámbitos de aplicación y prácticas del coaching; en particular por la compleja influencia del postmodernismo, sincretismo y argumentación endeble que correlaciona únicamente variables psicológicas individuales, olvidando que el sujeto, aunque importante, no representa el único factor en el aprendizaje y desarrollo de habilidades. Su historia personal, su clase social, su salud mental y consecuentemente sus oportunidades laborales, profesionales, y económicas, su época histórica y las herramientas que tenga a su disposición, todas ellas no solo apoyarán su crecimiento sino que serán parte integral de él.
II. Coaching: ¿Bola de nieve o avalancha?
Cerca de 273,000 resultados generados en 0.23 segundos es el resultado que arroja una búsqueda discreta en Google al teclear “Coaching” como key word. La información desplegada es abundante en cuanto a talleres, cursos, diplomados, certificaciones “multiniveles”, organizaciones profesionales, bibliografía, perfiles de facilitadores y coaches, servicios de consultoría empresarial, educativa y organizacional, así como tipos y modalidades de coaching usando todas las combinaciones posibles que puedas imaginar con el atractivo anglicismo. Es importante señalar que la descripción que a continuación se presenta es por desgracia parcial, pues cotidianamente florecen expresiones y tipologías de coaching cada vez más sofisticadas, sin que organismo o institución representativa del área de la salud mental en México, asuman una postura clara y contundente respecto al intrusismo profesional, a la necesidad de una certificación y monitoreo del ejercicio profesional, a la usurpación de actividades laborales, al abuso terapéutico y en innumerables casos, a la manipulación emocional disfrazada de transformación personal y desarrollo humano. La lista es meramente indicativa y por supuesto no es interés del artículo describir cada propuesta; más bien pretende mostrar que una técnica de entrenamiento parece ser más importante que toda la investigación psicológica de la conducta humana. A saber, éstas son algunas modalidades de coaching:
- Coaching ontológico
- Coaching académico para investigadores
- Coaching transformacional
- Coaching cognitivo
- Coaching de sombra
- Coaching coercitivo
- Coaching de atracción
- Coaching con PNL (Programación neurolingüística)
- Coaching personal
- Coaching de vida
- Coaching educativo y docente
- Coaching deportivo
- Coaching ejecutivo
- Coaching organizacional
- Coaching familiar
- Coaching laboral
- Coaching para el liderazgo
- Coaching de experto
- Performance coaching
- Career coaching
- Skills coaching
- Coaching de equipos
- Coaching transpersonal
- Coaching de parejas
- Coaching del amor
- Coaching para el liderazgo sexual y erótico
- Coaching nutricional
- Coaching espiritual
- Coaching literario para poetas y escritores
- Coaching politico
- Coaching financiero
- Coaching jurídico
- Coaching sistémico
- Coaching de salud
- Coaching para ONG´s
- Coaching social para emprendedores
- Autocoaching
- Coaching de empleabilidad
- Coaching para jóvenes y adultos con TDAH (Trastorno de déficit de atención e hiperactividad).
Semejantes ámbitos de aplicación, modalidades y tipologías iniciaron en la década de 1980 cuando se concibió al coaching como una práctica formativa en Estados Unidos de América y desde entonces es indudable que la expansión del área ha sido comparable con la metástasis de un proceso canceroso. Nadie hubiera imaginado que una disciplina “bola de nieve” que tenía el objetivo de incrementar el rendimiento individual de los deportistas se convertiría a la postre en una verdadera “avalancha” que ahora pretende insertarse en todos los campos de la actividad humana.
Uno de los aspectos que resultan más impactantes y paradójicos del coaching es que se publicita como una propuesta que sugiere haber descubierto los “secretos” del cambio conductual y desarrollo humano, cuando en realidad si se leen con detenimiento sus textos, se acude a sus talleres, se escucha con cuidado a los coaches y se analiza con rigurosidad científica e investigativa sus propuestas, encontraremos un aparato teórico, metodológico y técnico “Frankestein” en las que igual se integran planteamientos filosóficos Socráticos, en particular de la Mayéutica, de la filosofía existencialista y fenomenológica alemana (Nietzsche, Heidegger y Wittgestein), hasta nociones del pensamiento complejo, la teoría sistémica, la biología del conocimiento de Humberto Maturana e incluso se recurre a matices psicológicos usados falazmente y provenientes del psicoanálisis, la psicoterapia centrada en el cliente de Carl Rogers, la psicología humanista de Abraham Maslow, la psicoterapia Gestalt de Fritz Perls, la logoterapia de Victor Frankl, la psicoterapia cognitiva de Albert Ellis, la terapia narrativa, los postulados comunicativos de Bateson y Watzlawick, las tesis constructivistas de Jean Piaget y hasta la incorporación de nociones del aprendizaje organizacional de Peter Drucker y Peter Senge.
Tal amalgama de saberes y paradigmas configuran un sistema complejo y bien construido que explota formas de manipulación narcisista y envuelve a sus adeptos y defensores bajo la dinámica de transformación personal radical y trascendental. Ahora bien, si reflexionamos con rigurosidad algunas de las prácticas del coaching, en particular del llamado coaching coercitivo, encontramos que invariablemente presenta rasgos comunes en cuanto a su sectarismo, nula o deficiente formación profesional de sus promotores en la Psicología, un marcado énfasis individualista, una visión pragmatista de lo ontológico y el uso de técnicas de lavado pasivo de cerebro y confrontación o “quiebre” emocional, mismas que terminan por convocar a sujetos vacíos, alienados y sin sentido de vida ante una versión prostituida de nuestro desarrollo humano y carácter transpersonal.
El coaching mantiene ciertas similitudes con las modalidades new age en la salud mental, al diseminarse como la peste mediante sistemas universitarios, centros de bienestar integral, firmas de consultoría, institutos de desarrollo humano o por medios más abiertos como la televisión, el radio, la prensa, las redes sociales, páginas web, ferias de emprendimiento, experiencias de aprendizaje organizacional, cursos, talleres y entrenamientos de fin de semana, además de un sistema bibliográfico ampliamente disponible hasta en los anaqueles de cualquier supermercado común y corriente.
En este sentido, no debe perderse de vista que es la Psicología, la disciplina que está jugando un papel clave para el desarrollo de un coaching profesional de alta calidad y no al revés, y será a través de la consolidación de una nueva subdisciplina denominada Psicología del coaching (Grant y Cavanagh, 2007) como la técnica permitirá el diseño de relaciones éticas y humanas que acompañen y faciliten procesos de autodescubrimiento en las vidas de las personas. La investigación y práctica de los procesos de cambio conductual (Salama, 2004) han sugerido que quién no quiere cambiar, no cambiará y que el éxito de un entrenamiento depende de la voluntad hacia el cambio, más que de la capacidad del coach para generarlo.
III. Coaching para neuróticos ¡Transforma tu vida…por niveles!
En opinión de Salama (2002), un neurótico es una persona que tiene asuntos pendientes en el ámbito emocional […] De hecho, la mayoría de las personas somos neuróticas, ya que generalmente quién más, quién menos, tenemos memoria de muchas situaciones inconclusas agrupadas desde aquellas en las que habríamos deseado hacer o decir algo, hasta en las que sí actuamos y luego nos arrepentimos. Cuantas más creencias falsas y asuntos pendientes, más débil se encontrará el Yo y nuestra calidad de vida será menor.
Hace unas semanas, escuche decir a un coach la siguiente frase: “El coaching no es terapia. Un coach no evalúa ni diagnostica tu salud mental. Tampoco es un servicio de búsqueda de empleo, agencia de trabajo, outplacement o headhunter” y por ende le cuestionaba ¿Entonces cómo descartas que tus usuarios no tienen un problema mental y si precisamente la salud o patología es un prerrequisito y condición del cambio y logro de objetivos? Yo tenía que ser objeto de experimentación y él sin saberlo, el mío. Su silencio fue revelador y aumentó la urgencia de escribir este texto. Sin embargo es muy probable que por ello, el mismo entrenador atienda sin saberlo no sólo a neuróticos, sino a sujetos con severos trastornos de personalidad, problemas depresivos, ansiosos y con defensas acentuadas y extremadamente rígidas, y su enorme ignorancia no le permite comprender que no debe, ni puede intervenir.
¿Por qué nadie osaría rebatir a un físico una explicación sobre elasticidad de materiales y toda explicación ofrecida por uno de nosotros como Psicólogos puede tener réplica de cualquier imbécil que no tiene formación alguna en salud mental? Definitivamente, algunos coaches y sus tendencias extravagantes y pseudocientíficas constituyen un segmento preocupante. Las creencias ciegas en las opciones de crecimiento humano siempre implican una dosis de irresponsabilidad; quizás por eso a tantos les fascina.
La cuestión es que el coaching tiene límites mucho más amplios de los que declara; no quita neurosis, ni trastornos de personalidad y menos aún conductas simuladoras e improductivas que se han arraigado como estrategias de supervivencia vital. Si te sientes enfermo, vacío o sin un sentido de vida, busca un Psicoterapeuta competente, no un coach. La psicoterapia te sacará del hoyo, no abordará sólo el síntoma y favorecerá la toma de consciencia de tus pensamientos, afectos y conductas, y quizás después, si así lo decides, el coach te puede apoyar a encontrar formas de ensuciarte menos en cada caída existencial. Lo que no debe ocurrir en cualquier interacción que acompañe el crecimiento personal es querer vivir al máximo haciendo lo mínimo y suponer que el comportamiento de compra de los productos y servicios de coaching compran también tu redención.
El coaching ha sido rotulado y colocado en una verdadera camisa de fuerza bajo la “marca” y slogan de cambio personal, felicidad, emprendimiento, desarrollo humano y entrenamiento de habilidades listas por descubrir. El coaching ha terminado por convertirse en el icono y nueva idolatría de los fundamentalistas de la conducta humana y no en una técnica digna de crítica propositiva. En varios sentidos, las diversas modalidades y tipos de coaching han terminado por divulgarse con la única intención de que sean masivamente «consumidos», sin importarles demasiado las implicaciones psicológicas, éticas y metodológicas que derivan al gestionar procesos de entrenamiento, cambio y aprendizaje experiencial.
Es tal la vorágine y avance desmedido del coaching que entre ellos mismos se denuestan y recomiendan “tips” para detectar a los falsos coaches. Tales contradicciones develan abruptamente la incontrolable entrada de verdaderos intrusos y oportunistas al campo de la salud mental, pero perfectamente dispuestos a aprovechar la popularidad de esta herramienta de gestión del talento con tal de beneficiarse del enorme negocio. A río revuelto ganancia de pescadores, ya que la dinámica de intrusismo difícilmente se genera en otros ámbitos profesionales como la medicina, la física, la química o las ciencias exactas, se presenta fundamentalmente en el campo de las ciencias de la conducta, donde los hipócritas pueden moverse conscientes que la mayoría de los usuarios no siempre saben discriminar al profesional de quién no lo es.
Finalmente, quiero concluir con una invitación y un regalo a modo de metáfora. Mi invitación es para las personas, empresas y organizaciones que en algún momento suponen requerir del coaching como estrategia de mejora, pues antes de contratar e invertir sus esfuerzos por gestionar el talento humano, bien pueden reflexionar a profundidad ¿qué es lo que realmente necesitan y para qué lo requieren? Quizás les resultaría más útil y conveniente invertir de inicio en un diagnóstico de necesidades de capacitación, en el diseño de programas que garanticen procesos pedagógicos y formativos permanentes para su talento humano, en la consolidación de sus departamentos de psicopedagogía o tutoría, en la implementación de experiencias de aprendizaje organizacional, en su planeación prospectiva, en la gestión emocional de directivos y colaboradores, en consultoría ética, en la mejora de su cultura organizacional e incluso en la implementación de servicios de counseling, mentoring o psicoterapia individual, familiar o grupal.
No olviden que en la industria del coaching abundan los pseudoformadores, los títulos apantallantes, las acreditaciones sin validez, los cursos de formación “express” y la posibilidad de contratar servicios que difícilmente comprendan las causas de un problema y se centren en disminuir sus efectos. Una verdadera “aspirina” para tratar un “cáncer” individual, grupal u organizacional.
Deseo también regalarles una analogía circense que muestre la complejidad de los procesos de acompañamiento y que el coaching parece no entender cabalmente. Imaginen a ese hombre-bala tan popular en todos los circos. Para tal acto se hace una preparación cuidadosa del cañón y se ponen toda clase de redes y protecciones para que el “volador” no vaya a sufrir un accidente. Todo esto es el equivalente del acompañamiento que hace el Psicólogo. Pero, después de la detonación del cañón y después de sentir el violento impulso de la plataforma lanzadora, en ese momento dramático el volador está solo, todo depende de él. Su cuerpo debió haber estado en posición adecuada en el momento del lanzamiento y tuvo que “acomodarse” en cierto ángulo y en cierto arreglo para que el vuelo se realice como se planeaba. El punto más importante de esta analogía es que el volador está solo en esos pocos segundos de recorrido de su trayectoria y que no hay nada que lo ayude a lograr el objetivo excepto el mismo. Se creó todo el apoyo necesario y se pensó con detalle en posibilidades diferentes, pero todo ese trabajo no elimina de ninguna manera la posibilidad de fracaso de que el hombre-bala aterrice en un lugar inapropiado.
El Psicólogo y cualquier otro gestor del talento nada pueden hacer con una persona una vez que ha iniciado el fomento de sus potencialidades. Aquí la actividad del entrenador, Psicólogo o consultor se convierte en un acto de fe en las posibilidades de la persona. Simplemente no podemos, y en todo caso, no debemos volar con ellos. Observar ese dramatismo es lo único que el entrenador puede hacer y dejar que la persona sienta en toda su magnitud el conflicto cognitivo y el dramatismo de la vida real. Un terrible error entre los que se dedican al crecimiento humano es su “bien intencionado” deseo de ayudar, forzar el cambio o peor aún “quebrar emocionalmente” a las personas, pues consideran que su éxito representa en gran medida el nuestro.
Sin embargo, tenemos que ser muy cautos al respecto, para no violar o atentar en contra de la dignidad humana. Por supuesto ayudar directamente a las personas es nuestra labor pero no todo el tiempo. Algunas veces ayudamos más no estorbando la dinámica del conflicto y solución de problemas con recursos propios. Un Psicólogo no usa frases motivacionales, ni supone que el acompañamiento de personas se reduce a administrar eficientemente el tiempo, las finanzas personales y la productividad laboral, ante todo comprende que no proveer suficiente acompañamiento es tan malo como proveer apoyos compulsivos hasta que las personas logren ciertos resultados casi sin conflicto. Aquel coach que cuida hasta el último detalle para que sus usuarios resuelvan toda situación problemática y no promueve la generación espontánea de soluciones dentro del sujeto ayuda muy poco a este.
Referencias:
- Fraguas, D. (2007). ¿Hubo una psicoterapia verbal en la Grecia Clásica? Frenia. Revista de Historia de la Psiquiatría, 7, 167-193.
- Grant, A; Cavanagh, M. (2007). Coaching psychology: How did we get here and where are we going? InPsych, June, 6-9.
- Salama, H. (2002). Psicoterapia gestalt. Proceso y metodología. México, D.F: Alfaomega.
- Vicente, A; Berdullas, S; Castilla, C. (2012). Coaching Psychology: Una subdisciplina psicológica emergente? Infocop, 56, 3-6. Disponible en: http://www.copc.org/documentos/files/coaching/coach.pdf
Héctor Cerezo Huerta: Doctor en Psicología Educativa y del Desarrollo por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor-Investigador del Departamento de Humanidades del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Profesor-Instructor de Educación Continua de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, UNAM. Experto en Formación pedagógica y Psicología basada en evidencias. Soy UNAMor verdadero.
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