Hace entre cuatro y cinco millones de años los homínidos empezaron a caminar erguidos. Como consecuencia, la pelvis de las mujeres se estrechó para garantizar una mejor locomoción al andar. Una vez establecido el movimiento bípedo, el tamaño del cerebro aumentó considerablemente, y con ello el de los bebés al nacer. Esta es la razón que explica la falta de espacio en el canal de parto de los humanos modernos durante el alumbramiento.
A pesar de la mortalidad asociada al parto –en la actualidad un 8% de las muertes maternas se deben a distocias mecánicas, sobre todo por desproporciones cefalopélvicas–, las mujeres no han desarrollado de forma general una pelvis más ancha a lo largo de la evolución. Sin embargo, ante una aparente falta de cambios morfológicos, un equipo de investigadores europeos ha encontrado una conexión entre el tamaño de la pelvis, la estatura y la dimensión de la cabeza de la mujer.
El estudio, publicado hoy en la revista PNAS, sugiere que la forma de la pelvis de la mujer está asociada a la estatura y al tamaño de su cabeza. Hasta ahora, se desconocía esta asociación pero se presumía que, en general, las mujeres pequeñas tienden a tener partos más difíciles que las mujeres altas.
Los científicos demuestran que la circunferencia de la cabeza, por un lado, y la altura, por otro, no varían de forma independiente: están ligados a la forma de la pelvis. “La mujeres con cabezas grandes, comparadas a las que tienen cabezas pequeñas, poseen un canal de parto adaptado de alguna manera para que los neonatos de grandes cabezas pasen más fácilmente”, asegura a Sinc Barbara Fischer, investigadora en el departamento de Biociencias de la Universidad de Oslo (Noruega) y autora principal del trabajo.
Mujeres pequeñas, parto más fácil
Para esta bióloga evolutiva, esto tiene mucho sentido porque el tamaño de la cabeza se hereda. “Las mujeres con grandes cabezas tienden a dar a luz a bebés con cabezas grandes”, recoge Fischer, quien señala que esta adaptación contribuye a mejorar el momento del nacimiento. El hueso sacro –situado encima del coxis– es más corto en estas mujeres por lo que deja más espacio en el canal del parto para la salida del neonato.
Por otro lado, tanto mujeres como hombres con cabezas más pequeñas tienen una forma de cavidad pélvica más ovalada lo que dificulta la salida del bebé en el momento del parto en el caso de las mujeres. Lo mismo ocurre con las personas altas que tienden a tener una pelvis menos redonda.
En el caso de mujeres de pequeña estatura, el estudio demuestra que estas poseen una pelvis más redonda que la de las altas, que es fruto de una adaptación a una fuerte presión de la selección al nacer. “La cavidad pélvica redonda que hemos descubierto en mujeres pequeñas, que es beneficiosa para dar a luz, también se ha observado en hombres pequeños”, dice Fischer.
Los hombres, que comparten con las mujeres casi todo el material genético, salvo el sexo, presentan características similares a las de las mujeres, como sucede con la forma de la pelvis más redonda u ovalada. “Lo que es favorable para un solo sexo, también ocurre en el otro sexo, aunque no parece que haya una finalidad inmediata”, indica la experta.
Junto al antropólogo de la Universidad de Viena (Austria), Philipp Mitteroecker, la científica realizó diversos análisis en 3D a partir de los datos recogidos de 99 pelvis humanas –seleccionadas en los años 80 por investigadores estadounidenses para mejorar el diseño y la seguridad de los asientos de los coches a partir de la morfología de este hueso–, y usó las mediciones de estatura y cabeza de unos 3.000 esqueletos del Museo de Ciencias Naturales de Cleveland (EE UU) para explicar estos cambios.
Según apunta a Sinc la experta, tanto la forma de la pelvis, como la estatura y la circunferencia de la cabeza están “genéticamente determinadas”. “Algunas combinaciones de estas características están conectadas genéticamente a través de la evolución, y si son favorables, se repiten en el futuro. Esto es lo que creemos que ha sucedido durante la evolución humana con la pelvis, el tamaño de la cabeza y la estatura”, observa Fischer.
A pesar de haber identificado estos patrones, los investigadores aclaran que el riesgo individual de un parto complicado «depende de varios factores ambientales y genéticos”, concluyen los científicos.
Referencia bibliográfica:
Fischer et al. “Covariation between human pelvis shape, stature, and head size alleviates the obstetric dilemma” PNAS 20 de abril de 2015
(SINC)