Describen dos mutaciones que generan resistencia a insecticidas en las vinchucas

Vinchucas. / CCT LA PLATA


Los piretroides son los insecticidas químicos más utilizados para combatir plagas que afectan cultivos o la salud humana y animal. Como todo compuesto de este tipo, actúan inhibiendo procesos biológicos a nivel molecular, y con el tiempo muchas veces seleccionan mecanismos de resistencia en las especies a las que deben atacar, permitiéndoles sortear el efecto del veneno y seguir con vida.

El caso de las vinchucas es el objeto de estudio de un grupo de científicos de La Plata dirigido por Sheila Ons, investigadora adjunta del Conicet en el Centro Regional de Estudios Genómicos (CREG, UNLP), que logró descubrir dos mutaciones distintas por los cuales se genera esta resistencia en las provincias de Salta y Chaco, y cuyas descripciones se plasmaron respectivamente en las revistas InfectionGenetics and Evolution, en 2012, y PLOS Neglected Tropical Diseases, en 2014.

“En 2005 se reportó por primera vez en la región del Gran Chaco la presencia de individuos muy resistentes a los piretroides. Tanto, que para morir necesitaban una dosis cien veces superior a lo normal”, cuenta Ons y continúa: “Estos insecticidas son compuestos que se utilizan desde hace más de 20 años y cuyo reemplazo por otros no es sencillo, dado que son seguros para el ambiente y los mamíferos”.

En ese momento los primeros en observar y describir la situación en esa región del norte argentino y sur de Bolivia fueron expertos del Centro de Investigación en Plagas e Insecticidas (Cipein, Conicet-Citefa). El equipo del CREG se interesó entonces en el estudio a nivel genético a las poblaciones resistentes de Triatoma infestans, es decir, vinchucas, para así determinar por qué ya no respondían como antes al efecto del veneno.

A partir de antecedentes de situaciones similares en cucarachas, moscas y mosquitos, la hipótesis inicial de los investigadores apuntó a una posible mutación en el canal de sodio, la molécula blanco, es decir, sobre la cual ejercen su acción los piretroides. Ubicada en la membrana de las neuronas, esta proteína se encarga de transmitir el impulso nervioso.

“El insecticida modifica su funcionalidad, provocando que permanezca abierta más tiempo del que debería y por ende dando lugar a una híper excitación que provoca la muerte. Por eso, por ejemplo, al envenenar un bichito, es frecuente verlo moverse rápidamente antes de morir”, explica Ons.

En ese camino, el equipo logró secuenciar genéticamente una parte importante del canal de sodio, comprobando sus sospechas iniciales: las vinchucas más imbatibles presentaban allí una mutación que lo hacía menos sensible al piretroide. Este rasgo, a su vez, difería entre las poblaciones de Salta y Chaco. “La observación nos permitió describir dos marcadores de resistencia que hacen posible estudiar directamente el gen: ir al campo, tomar un grupo de insectos, extraer ADN y verificar si la variación está presente o ausente”, detalla la especialista.

Fue así que el equipo diseñó y patentó a través del Conicet y la UNLP dos ensayos que, sin necesidad de secuenciar genéticamente desde cero el canal de sodio de cada insecto, permiten detectar la presencia de alguna de las dos mutaciones; la que se encontró en Salta o la de Chaco, denominadas L 1014F y L925 I respectivamente.

Importancia en las campañas de rociado

Otro de los autores de ambas publicaciones es Gastón Mougabure Cueto, investigador adjunto del Conicet en el Centro de Referencia de Vectores (CeReVe, Ministerio de Salud de Argentina) y que hasta hace pocos meses se desempeñaba en el Cipein, organismo colaborador de la OMS y la OPS en susceptibilidad y resistencia a insecticidas en Chagas y dengue, y encargado a nivel nacional de asesorar en la planificación de monitoreos de eficacia de los productos en uso.

En este sentido, el experto destaca la importancia del conocimiento científico a la hora de implementar campañas de rociado: “Hay distintos niveles de resistencia. Cuando es alta, se detecta por lo que se llama ‘falla a campo’, es decir, cuando los bichos siguen vivos después de recibir el veneno. Si es baja, en cambio, se revela solamente en el laboratorio a través de ensayos toxicológicos. Son poblaciones que la presentan de manera incipiente, pero que va camino a aumentar si se les continúa aplicando el mismo producto. Por eso estos resultados nos permiten adelantarnos a ese hecho y modificar la estrategia”.

Si bien existen otros tipos de compuestos y métodos de acción para el control de vectores, el rociado de las viviendas en zonas endémicas sigue siendo imprescindible, ya que el principal problema radica en la convivencia de la vinchuca con el ser humano. “Hay grupos de investigación que estudian vías indirectas para reducir la población del insecto a través de collares o productos similares a la pipeta antipulgas para los animales domésticos, también expuestos a la picadura”, indica.

“También existen estudios que buscan emplear agentes biológicos que enfermen y maten a T. infestans. Son alternativas excelentes, pero todavía falta tiempo de desarrollo y mientras tanto no hay nada que iguale los resultados del rociado de casas con insecticidas”, apunta Mougabure Cueto. Asimismo, subraya la efectividad de los piretroides frente a otros químicos, especialmente debido a “sus condiciones amigables con el medio ambiente y su alta selectividad, es decir, la capacidad de atacar solo a un blanco específico sin hacer daño a ninguna otra especie”, según describe.

(CONICET/DICYT)

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