Sandra Isabel Jiménez Mateos *
El Castillo, la pirámide principal de la antigua ciudad de Chichén Itzá, en Yucatán, fue orientada para fungir como un marcador astronómico, a partir del cual los sabios mayas ajustaban el año, además de ser el centro de un cosmograma que en sus cuatro puntos cardinales mantiene una alineación con los cenotes Sagrado, Holtún, Xtoloc y Kanjuyum.
En 2012, el arqueólogo Ismael Arturo Montero García dio a conocer —con base en valores de orientación— que el paso cenital del Sol por esta estructura prehispánica ocurre los días 23 de mayo y 19 de julio, asomándose al amanecer en el eje de su esquina noreste en dirección hacia el Templo de las Mesas.
En su observación, se percató que la pirámide (orientada a ~292° 30’) “apunta al ocaso del paso cenital con sólo un grado de desviación respecto a la entrada del cenote Holtún, receptáculo de ofrendas que se encuentran en proceso de estudio”, anotó el entonces director de Posgrado de la Universidad del Tepeyac.
La importancia de registrar sistemáticamente el paso cenital del Sol, explicó, permite ajustar con eficiencia un calendario de tal manera que, a través de los años, éste no quede desfasado. Los mayas lo consiguieron al articular tres sucesos para un mismo día en Chichén Itzá, el primero de ellos, la observación de la salida del astro alineada a la esquina noreste de El Castillo.
En segundo lugar, la ausencia de sombra lateral al mediodía (que podía ser registrada con una estela) y, finalmente, valiéndose de la orientación de la escalinata oeste de El Castillo, que corresponde al rumbo por donde del Sol se oculta para ese mismo día en que ocurre el paso cenital, el 23 de mayo y el 19 de julio.
Arturo Montero, en el libro «El sello del Sol en Chichén Itzá», de la editorial de la Fundación Cultural Armella Spitalier, refiere que desde El Castillo, como observatorio, se marcaba el “eterno retorno” del astro, lo que remitía a la sociedad maya, “a instancias temporales que iban más allá de la existencia humana en la construcción de un tiempo de larga duración.
“El ‘eterno retorno’ tenía como punto prominente la posición del Sol sobre el horizonte para el día del paso cenital; a este suceso se sumaban los solsticios y los equinoccios, además de otras fechas señaladas para el calendario ritual. Este conocimiento era indispensable para sincronizar los ciclos agrícolas con las temporadas de lluvia y sequía”.
Arturo Montero verificó también que el paso cenital del Sol también tiene un efecto en el cenote Holtún, ubicado a 2 km al oeste de El Castillo en línea recta. Alrededor de las 13:00 horas, el resplandor del astro se posa como un halo en la entrada rectangular del cenote, la cual mide 2.40 m de largo y 1.39 m de ancho, “lo que tenemos es un observatorio astronómico solar de notable precisión, en un entorno natural.
“Este modelo basado en el paso cenital se ha registrado en el Altiplano Central. En el caso de los mayas, lo tenemos para el periodo Posclásico (900-1200 d.C.), y al parecer es similar en cuanto a función a los observatorios cenitales de Monte Albán, Teotihuacan, Xochicalco y Cantona”.
“El Castillo corresponde al periodo Clásico Terminal, entre los siglos IX y XI, y pareciera que para esta última fase constructiva de la ciudad se tomó en cuenta el cosmograma, el cual alude a una idea compartida con el resto de Mesoamérica, donde el universo era comprendido como un plano horizontal con cuatro rumbos y una quinta dirección como eje justo en el centro”.
El Castillo corresponde al periodo Clásico Terminal, entre los siglos IX y XI, y pareciera que para esta última fase constructiva de la ciudad se tomó en cuenta el cosmograma, el cual alude a una idea compartida con el resto de Mesoamérica, donde el universo era comprendido como un plano horizontal con cuatro rumbos y una quinta dirección como eje justo en el centro,
Esta concepción podría estar repitiéndose en la entrada del cenote Holtún, cuya boca pudo ser labrada con esa forma rectangular por los propios mayas, asimismo, si se trazara una diagonal al centro de la misma, tendría una alineación exacta a la salida del Sol, al noreste.
El agua del cenote Holtún fue vital para los antiguos mayas, así lo demuestra la disposición de una rica ofrenda en una plataforma a 6 m de profundidad, y aunque actualmente se encuentra inundada, es posible que en la época prehispánica el espejo de agua estuviera a un nivel más bajo del actual.
- Investigadora académica del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES), Universidad Veracruzana