Ayer se cumplió un año de la llegada de la misión Rosetta de la ESA al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, que alcanzará el perihelio de su órbita la semana que viene.
Rosetta comenzó su emocionante y largo viaje en el año 2004, visitando la Tierra, Marte y dos asteroides en camino hacia su destino final, al que llegó el 6 de agosto de 2014. Desde entonces esta misión europea se ha convertido en la primera de la historia en acompañar a un comenta y en posar una sonda – Philae – sobre su superficie.
Los equipos de la misión se enfrentaron a grandes retos para aprender a ‘volar’ en un entorno impredecible y en ocasiones inhóspito. La nave ha recogido una gran cantidad de sorprendentes datos sobre este fascinante cometa, estudiando su interior, su dramática superficie y la nube de polvo, gas y plasma que lo rodea.
“Rosetta es una misión de exploración científica, y cada día descubrimos algo nuevo que estudiar y tratar de comprender”, explica Nicolás Altobelli, científico en funciones del proyecto Rosetta.
“Hemos recogido una gran cantidad de información sobre el cometa durante este primer año de operaciones en su entorno, y estamos ansiosos por continuar su estudio durante un año más”.
Hasta la fecha, entre los logros de la misión destaca el descubrimiento de que el agua que transporta el cometa tiene un ‘sabor’ diferente al de la que llena los océanos de la Tierra, alimentando el debate sobre el papel que habrían jugado los cometas y los asteroides a la hora de traer agua a nuestro planeta.
Rosetta también detectó por primera vez nitrógeno molecular en un cometa, lo que ofrece importantes pistas sobre las temperaturas a las que se formó 67P. El nitrógeno molecular era bastante común durante la formación del Sistema Solar, pero se necesitan unas temperaturas muy bajas para que quede atrapado en el hielo. Los datos recogidos por Rosetta respaldan la teoría de que los cometas se formaron en el frío y distante cinturón de Kuiper.
Las medidas realizadas por Rosetta y por Philae durante el descenso de éste último han permitido determinar que el núcleo del cometa no está magnetizado, al menos a gran escala.
Se piensa que los campos magnéticos jugaron un papel muy importante en el Sistema Solar primitivo, desplazando pequeños granos de polvo magnetizados. Sin embargo, los datos de Rosetta indican que su importancia se redujo en cuanto las partículas se empezaron a aglutinar para formar bloques de metros o decenas de metros de diámetro.
Estos son sólo algunos ejemplos de los numerosos descubrimientos científicos que está realizando Rosetta, y la mayoría de ellos se basan tan sólo en los datos recogidos durante los primeros meses de operaciones junto al cometa.
La semana que viene el cometa pasará por el perihelio, el punto más próximo al Sol de su órbita de seis años y medio. El 13 de agosto Rosetta y el cometa se acercarán a 186 millones de kilómetros del Sol, aproximadamente un tercio de la distancia a la que se encontraban en agosto del año pasado.
“Los días en el entorno del perihelio son muy importantes desde un punto de vista científico, ya que el calor del Sol y las emisiones de polvo y gas alcanzarán su máximo, ofreciéndonos información inédita sobre esta parte clave del ciclo de vida de un cometa”, añade Nicolás.
“Por ejemplo, los cambios en la superficie del cometa podrían dejar al descubierto materia que todavía no ha sido alterada por la radiación solar o por los rayos cósmicos, abriendo una ventana al subsuelo del cometa. Ésta es la primera vez en la historia de la exploración de los cometas que podremos estudiar cómo cambia su superficie a medida que varía su actividad”.
Rosetta ha sido testigo de cómo ha ido aumentando la actividad del cometa a lo largo de los últimos meses, a medida que sus hielos se calientan, se subliman y son expulsados al espacio, arrastrando con ellos el polvo del cometa. El gas y el polvo han formado una atmósfera difusa, o coma, alrededor del núcleo del cometa y una larga cola que ya se extiende más de 120.000 kilómetros, aunque sólo se puede observar desde la distancia.
Esta misión europea se encuentra en una posición privilegiada para descubrir dónde y cómo se desarrolla esta actividad en la superficie del cometa. A principios de este año Rosetta se acercó a menos de 6 kilómetros del núcleo, pero a medida que los niveles de polvo y gas han ido aumentando, ha tenido que alejarse para mantener una distancia segura. Actualmente Rosetta se encuentra a unos 250-300 kilómetros de la superficie del cometa.
“Al acercarnos al perihelio, las operaciones en las proximidades del cometa se han vuelto especialmente complejas: los mayores niveles de polvo cometario interfieren con los sensores de estrellas de Rosetta, sin los cuales la nave no se puede ubicar en el espacio”, explica Sylvain Lodiot, responsable de las operaciones del satélite Rosetta.
“Todos los equipos involucrados, como los de dinámica y control del vuelo o el de operaciones científicas, han tenido que adaptarse a estas circunstancias ‘sobre la marcha’. Tuvimos que replantear completamente las operaciones del satélite y empezar a planificar las operaciones científicas con sólo unos pocos días de antelación, semanas como mucho. Esto ha sido un gran reto, pero sin duda hace que la misión sea todavía más emocionante”.
Un aspecto muy importante del estudio global que está realizando Rosetta será la observación de cómo disminuye la actividad del cometa tras el paso por el perihelio, cuando empiece a alejarse del Sol. Durante esta fase Rosetta se podrá volver a acercar a su núcleo y determinar cómo ha cambiando su superficie durante la aproximación al Sol.
“Un año después de su llegada, Rosetta ha realizado grandes logros, desde el aterrizaje de Philae a los numerosos descubrimientos científicos que se están publicando”, añade Patrick Martin, responsable de la misión Rosetta.
“Está previsto que las operaciones científicas continúen un año más para observar el comportamiento del cometa tras el paso por el perihelio. La misión de Rosetta terminará en septiembre de 2016, cuando intentemos aterrizar el propio satélite sobre la superficie del cometa”.
(ESA)