El tradicional foco incandescente (o bombilla) ha resultado muy útil desde que la patentara Thomas Edison hace más de 130 años. Pero de este emisor térmico de alta temperatura solo se aprovecha una pequeña fracción de su luz irradiada, ya que la mayor parte se emite en el infrarrojo, invisible para el ojo humano, y por tanto, en este contexto, desperdiciada.
Esta semana investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en EE UU) describen en la revista Nature Nanotechnology una nueva metodología para reciclar y ajustar esa luz infrarroja, al tiempo que optimiza la que se emite en longitudes de onda visibles ‘útiles’.
Para demostrarlo han creado una bombilla incandescente de mayor eficiencia energética mediante nanoestructuras fotónicas especiales que filtran la luz emitida según su longitud de onda, transmitiendo la visible y reflejando la infrarroja en multitud de ángulos. Como los filtros no están en contacto directo con el emisor, las temperaturas pueden ser muy altas.
Los investigadores confían en aplicar el prototipo que de momento han desarrollado para mejorar, en el futuro, el rendimiento de los emisores térmicos calientes, incluidos los dispositivos termofotovoltaicos.