Manuel Martínez Morales
La voz poética es un extenso territorio cuya geografía se hace y rehace continuamente pues hay que reescribir, día con día, no sólo el cambiante paisaje poético que lo conforma, sino también las comunidades que la habitan y las regiones que la forman al relacionarse entre sí.
Hay poetas, y colectivos de poetas, que recorren sectores específicos de este vasto, y a veces abrupto territorio. Así, tenemos regiones definidas por el género, la época en que se fundaron y desarrollaron, o bien por la forma o temática del verso.
Al igual que la geografía moderna, Geografía de la voz es un intento de aproximarse, a través de la palabra poética, a toda una serie de fenómenos naturales y sociales, cómo son y cómo han cambiado para llegar a ser lo que son.
Mirna Valdés Viveros, en su poemario Geografía de la voz, se propone cartografiar una región específica y –en tanto cartografía- constituye un documento territorial referido a la zona por ella elegida: la voz femenina.
De estos poemas puede afirmarse que ofrecen un sistema de proyecciones para pasar del mundo a la plana escrita mediante la palabra, la voz poética.
En este subcontinente de la voz, el deseo amoroso ocupa un lugar central, mas no el deseo amoroso que nada tiene que ver con la bestialidad o con una problemática etológica cualquiera, sino que Mirna se acerca a este punto nodal de la poesía tal vez apegada a lo que sostiene Félix Guattari, en La noción de cuerpo: “Cuando éste asume esa forma estamos ante algo que pertenece precisamente a la naturaleza del tratamiento del deseo en la subjetividad capitalística. Hay un cierto tratamiento serial y universalizante del deseo que consiste precisamente en reducir el sentimiento amoroso a esa suerte de apropiación de lo otro, apropiación del cuerpo del otro, del devenir del otro, del sentir del otro. Y a través de este mecanismo de apropiación se produce la constitución de territorios cerrados y opacos, inaccesibles precisamente a los procesos de singularización, ya sean del orden de la sensibilidad personal o de la creación, ya del orden del campo social, de la invención de otro modo de relación social, de otra concepción del trabajo social, de la cultura, etc.”
En palabras de la poeta:
La condición humana
sometida
al designio de las estrategias de la geopolítica.
El cuerpo, tu cuerpo, nuestro cuerpo
desapareciendo
entre el silbido de una canción en la necrópolis,
al son de un quark encantado (invisible).
Chido, ¿no?
El poemario de Mirna Valdés ha merecido comentarios de poetas como Antonio Orihuela, quien ha dicho: “creo que estamos ante un libro hermoso, florido, atento a las mujeres y a todos los de abajo, hecho palabra con ellos.”
Y Mario Jaime Rivera: “Me gusta el tono combativo, de crítica social y el dolor por los destinos de las mujeres en un mundo injusto. Solo una mujer puede entender eso, ese desgarre y el cuerpo de otra en la materialidad y la violencia. El verso ‘Hay un grito inmisericorde agitando el mar’ es el aullido ese tan eterno como los acontecimientos que desgarran, los que los poetas atesoran en sus mentes infinitas.”
Voz cargada de sentido, la de Mirna Valdés, delineando fronteras difusas entre realidad y deseo que nos hace encontrar ese aliento rebelde que no nos dejará dormir en medio de esta pesadilla. Que mantiene abiertos nuestros sentidos, despojándonos de esperanzas inútiles y reintegrándonos a la realidad del hombre que no logra salir de la prehistoria.
Geografía de la voz nos remite también, como en el ritual amoroso, a la geografía del cuerpo, cuerpo de cartografía ilimitada, tibio y palpitante, cuerpo solidario reflejante de la vida y el dolor, que no da tregua a la mentira bajo la lluvia de fuego, y nos mantiene atados a la vida, enfermos de conciencia.
El libro Geografía de la voz, de Mirna Valdés, será presentado el próximo viernes 27 de mayo, a las 18 horas, en la Pinacoteca Diego Rivera. Lo esperamos.