Manuel Martínez Morales
La plutocracia, después de haber destruido el poder real por la fuerza bruta con disfraz de democracia, ha comprobado y reducido a la nada esta democracia. El dinero es el que habla, el que imprime, el que radia, el que reina, y los reyes, lo mismo que los jefes socialistas, tienen que acatar sus decretos y aún, por extraña paradoja, que suministrar los fondos para sus empresas y garantizar sus utilidades. Ya no se compra a la democracia: se la embauca.
Bernard Shaw
El sistema político mexicano muestra acusados signos de barbarie que se agudizan día con día. Y si la barbarie se contrapone a la civilización, entonces México se mueve en un proceso contra-civilizatorio que se vuelve amenazante para la mayoría de quienes habitamos este hermoso y contradictorio país.
La expresión “socialismo o barbarie” fue utilizada por primera vez por Rosa Luxemburgo, en 1916, para señalar la disyuntiva que enfrentaba el mundo de entonces: continuar por el camino depredador y destructivo hacia el cual se encaminaba el capitalismo y que no podía desembocar más que en la barbarie, o bien cambiar el rumbo y construir otra forma de organización social que no podía –ni puede- ser otra que el socialismo.
Parafraseando la consigna de Luxemburgo, ajustada al aquí y ahora del México bárbaro, bien podríamos proclamar que no tenemos otra alternativa más que elegir entre educación o barbarie, para acceder a mejores niveles de vida y bienestar.
Entendida la educación –sostiene Mané- en su sentido más profundo, es decir como el proceso mediante el cual hombres y mujeres se hacen de los conocimientos, instrumentos, recursos y valores que les permiten “estar mejor” en el mundo. Situados en esta perspectiva, puede apreciarse cómo lo que hoy se hace pasar por educación –basada en las nociones más rupestres derivadas de un conductismo trasnochado- es sencillamente la reducción de ésta a la simple “instrucción”: asimilar información y adquirir competencias y habilidades; dejando de lado el conocimiento que apunta a “la razón profunda de las cosas” y, sobre todo, a la valoración crítica (por tanto, ética) de “estar en el mundo”. Así comprendida, la educación se vincula estrechamente al conocimiento y desarrollo científico y tecnológico.
La educación, por tanto, es antídoto contra la barbarie.
La barbarie de quienes hoy gobiernan México se refleja en estos momentos en los anunciados recortes presupuestarios a la ciencia y la tecnología. Con esta medida estamos hipotecando el futuro; esto es trágico, se detendrían valiosas iniciativas, dicen científicos que han sido galardonados con el Premio Nacional de Ciencias y Artes. Manifestaron preocupación y enojo por el recorte planteado por el Ejecutivo federal en su proyecto de presupuesto para el siguiente año a ciencia y educación. Señalaron que de concretarse ‘‘se hipotecaría el futuro del país’’.
El recorte que se propone al sector de ciencia, tecnología e innovación (CTI) en conjunto pasará de 91 mil 650 millones de pesos aprobados en 2016, a 85 mil 833 millones para el próximo año. En particular, para el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) se plantea asignar 26 mil 963 millones de pesos, esto es, 7 mil millones menos que los 34 mil 10 que se le aprobaron para este año. Esa cifra equivale en términos reales (considerando la inflación) a 23.3 por ciento menos.
En el caso de la educación, el proyecto del Ejecutivo plantea destinar 265 mil 704.2 millones de pesos, 10.3 por ciento menos de lo que se asignó para el actual ejercicio presupuestal. En lo que toca a los niveles medio y superior, la reducción sería de 10 mil 80 millones.
Para la ganadora del Premio Nacional de Ciencias Sociales en 2012, Susana Lizano, los recursos para estos rubros deben subir. ‘‘México es un país que necesita tecnología y ésta viene de la ciencia básica y aplicada. Y para estas áreas se necesitan apoyos’’.
Jaime Urrutia, ganador de este premio en 2009, indicó que en los pasados tres años la inversión para sector de ciencia, tecnología e innovación creció, lo que permitió ampliar diversos programas y crear nuevos, y fortaleció al sector, lo que ‘‘dará la posibilidad de afrontar las dificultades presupuestales’’ para el siguiente año.
Ante el inminente recorte, Urrutia, quien preside la Academia Mexicana de Ciencias, propuso trabajar y tener más apoyo de los diferentes niveles de gobierno, particularmente de los estatales, así como de impulsar una mayor participación de la iniciativa privada.
Por su parte, Alejandro Frank, galardonado en 2004, consideró que la probable disminución presupuestal ‘‘es trágica’’ debido a que se detendrían valiosas iniciativas. Reconoció que en los primeros tres años del actual sexenio hubo un incremento importante y necesario. Y si bien, dijo, en el caso del sector de ciencia, tecnología e innovación no se iba a alcanzar uno por ciento del producto interno bruto (PIB) –como se comprometió el titular del Ejecutivo, Enrique Peña Nieto, al principio de su gobierno–, había esperanza en que se mantuvieran los presupuestos al alza.
‘‘Se tiene una mirada a corto plazo. Hay que diferenciar entre las cosas urgentes y las importantes. Aún no tengo claro en qué otras áreas se va a recortar, pero es muy grave hacerlo en ciencia y educación, donde la inversión es una apuesta por el futuro y el desarrollo del país.’’
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.