Desde hace varias décadas, la Ciudad de México ha dejado de ser la región más transparente que algunos escritores describían en la primera parte del siglo XX, para convertirse en una de las urbes con mayores índices de contaminación no solo del aire, también del suelo, agua, sonora y lumínica.
Este problema de contaminación no es exclusivo de la zona metropolitana de la Ciudad de México, también lo comparten metrópolis como Puebla, Tlaxcala, Toluca, Guadalajara, Monterrey y Cuernavaca, por mencionar solo algunas.
La contaminación ha sido producto de la relación del crecimiento, desarrollo económico y cambio tecnológico que se han generado en las ciudades a lo largo del tiempo, comentó Claudia Tello de la Torre, especialista en economía regional y urbana.
“La exigencia de mayores niveles de productividad en los diferentes sectores de actividad económica y el desarrollo tecnológico han provocado que los ecosistemas no estén preparados para enfrentar la contaminación”, señaló la investigadora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) adscrita al Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora.
En el marco del Día Mundial de las Ciudades, que se conmemora el 31 de octubre, es importante analizar estos problemas de contaminación porque más de 60 por ciento de los mexicanos vive en áreas urbanas, según información del estudio Delimitación de las zonas metropolitanas de México 2010, realizado en conjunto por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), el Consejo Nacional de Población (Conapo) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Cuando el aire se vuelve irrespirable
En el primer semestre de 2016, la Ciudad de México sufrió una de sus peores crisis de contaminación, los índices alcanzaron hasta 200 puntos Imeca (índice metropolitano de la calidad del aire).
Lo cual llevó a la Comisión Ambiental de la Megalópolis (Came) a tomar algunas medidas más drásticas para reducir el uso del automóvil.
Isela Orihuela, profesora-investigadora del Centro Interdisciplinario de Estudios Metropolitanos (Centromet), señaló que la contaminación del aire influye en la salud por la exposición de altas concentraciones de contaminantes en la atmósfera.
“De acuerdo con la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), en 2010 ocurrieron tres millones de muertes prematuras causadas por este tipo de contaminación, la cual afecta en mayor medida a grupos vulnerables como niños y ancianos. Las enfermedades ligadas a este tipo de contaminación son cáncer de pulmón, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias y enfermedades pulmonares crónicas”.
La especialista en política pública reconoció que el tema de la contaminación del aire es un problema complejo que requiere medidas eficientes que regulen las emisiones contaminantes provenientes de las industrias y de la generación de energía basada en combustibles fósiles.
Entre las acciones que recomendó para mitigar la contaminación en las grandes ciudades, se encuentran el uso de tecnologías limpias que ayuden a disminuir las emisiones contaminantes en la generación de energía, establecimiento de estándares de emisiones en automóviles e industrias, impuestos a las emisiones contaminantes, reducir el congestionamiento vehicular, introducir el tema en la planeación territorial y transitar hacia ciudades más verdes.
Agua, fuente de enfermedades
Además del aire, otro elemento fundamental para la vida es el agua. Precisamente este líquido ha sido determinante para el desarrollo económico, político y social, ya que alrededor del agua se han asentado, crecido y consolidado las metrópolis.
En diversos periodos históricos se ha visto cómo las grandes ciudades contaron, o aún cuentan, con ríos o acuíferos que permiten el desarrollo industrial, y en esto México no ha sido la excepción.
Actualmente en la zona centro-norte del país, se concentra 27 por ciento de la población, se genera 79 por ciento del producto interno bruto (PIB) y se cuenta solo con 32 por ciento del agua, según el estudio Situación y contexto de la problemática del agua en México.
Pero más allá de la escasez del líquido, las ciudades y metrópolis enfrentan otro desafío, se trata de la contaminación del agua. Ya que actualmente “todas las ciudades mexicanas tienen diversos grados de contaminación, tanto de los cuerpos de agua superficiales como de sus acuíferos”, indicó la especialista en el tema del agua, Citlalli Aidee Becerril Tinoco.
La investigadora del Conacyt adscrita al Centromet mencionó que de acuerdo con el documento Estadísticas del agua en México, en el país hay 260 sitios clasificados como fuertemente contaminados, más otros tantos que están considerados como contaminados.
Los sitios altamente contaminados se localizan, principalmente, dentro de las cuencas hidrológico-administrativas Aguas del Valle de México, Balsas, Lerma-Santiago-Pacífico, Pacífico-Sur y Península de Baja California.
Resaltó que “la contaminación del agua tiene impactos negativos en las ciudades tanto de manera directa como indirecta porque puede causar efectos nocivos en la salud de la población, ya sea en el corto, mediano o largo plazo, depende del tipo de contaminantes y sus concentraciones”.
Para disminuir la contaminación del agua es necesario que los gobernantes implementen políticas públicas que eviten que se regresen aguas de desecho sin tratamiento previo a los cuerpos de agua. Además es necesario invertir en investigación e innovación y en campañas para el cuidado de los cuerpos de agua.
Destacó que si bien algunas de estas medidas son costosas, vale la pena invertir en ello de manera constante y no permitir que los periodos de gobierno afecten la continuidad de los proyectos.
¿A qué suena tu ciudad?
Por si los dos tipos de contaminación ya explicados fueran poco, las ciudades enfrentan otro más; se trata de la acústica o sonora, la cual tiene repercusiones muy graves en la salud.
Jimena de Gortari, investigadora del Departamento de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana (UIA), indicó que la Ciudad de México registra alrededor de 70 u 80 decibeles (dB), considerando que el umbral auditivo va desde cero hasta 140 dB, en donde 140 es similar al despegue de un avión.
La Ciudad de México es la metrópoli que registra los niveles más altos de contaminación sonora en el país y uno de los más altos en América Latina.
El problema es que a partir de la exposición de ciertos decibeles de ruido las personas pueden experimentar enojo, ira, aumentar los niveles de glucosa en la sangre, incremento de la presión sanguínea, sudoración excesiva, secreción de adrenalina y tensión muscular, entre otros. Además de la pérdida auditiva.
Señaló que si bien el ruido es un elemento inseparable de la concentración de muchas personas, sí se pueden establecer ciertas políticas públicas para disminuir el impacto del ruido. Por ejemplo, en Europa se tienen reglamentos de construcción y de obras que incluyen medidas como tener pantallas acústicas.
En pocas palabras, sí se puede tener una ciudad en constante movimiento, con ruido pero sin llegar a niveles que puedan poner en riesgo la salud de los habitantes, destacó la especialista.
El lado oscuro de la contaminación
Las ciudades y metrópolis del país también enfrentan fuertes problemas de contaminación lumínica, de hecho la Ciudad de México es una de las urbes con mayor contaminación de este tipo junto con Hong Kong, París, Madrid y Tokio, indicó Héctor Solano Lamphar, investigador del Conacyt adscrito al Centromet.
Según el especialista en contaminación lumínica, la Ciudad de México registra en promedio 16 magnitudes por segundo de arco al cuadrado, escala logarítmica utilizada en astronomía para definir el brillo superficial de objetos estelares.
“Hablando de contaminación lumínica, entre menor es el nivel, mayor la contaminación. 22 magnitudes por segundo de arco al cuadrado es el grado de cielo nocturno natural”.
No obstante, la Ciudad de México no es la única en el país que registra altas intensidades, Ecatepec, Guadalajara, Puebla, Monterrey, Tijuana y Ciudad Juárez tienen entre 17 y 18 magnitudes por segundo de arco al cuadrado.
Este tipo de contaminación, al igual que las anteriores, afecta la salud de las personas, ya que altera los ciclos de sueño, genera estrés o irritabilidad a largo plazo. Además de que pudiera verse directamente relacionado con distintos tipos de cáncer, ya que la melatonina se ve dañada por la iluminación.
Además de impactar en la salud, la contaminación lumínica también afecta el bolsillo de la administración pública, ya que se calcula que tiene un costo de aproximadamente 14 mil millones de pesos al año.
“Se han realizado unos cálculos basándose solamente en el costo que constituye la electricidad utilizada en la iluminación pública y un porcentaje promedio de gasto energético (aproximadamente un 40 por ciento de la radiación proveniente de la iluminación pública es desperdiciada en la atmósfera en México). Se estima que la generación de electricidad utilizada en la iluminación pública le cuesta al país 37 mil millones de pesos anuales. Por lo tanto, se puede deducir que solamente la contaminación generada por sistemas de iluminación pública representa un costo de 14 mil millones de pesos al año”.
A esa cifra faltaría agregar el costo de la contaminación lumínica generada por la iluminación privada. Además de los costos por la atención de enfermedades relacionadas con este tipo de contaminación.
El costo social
Además del costo económico, los diversos tipos de contaminación tienen un impacto social bastante alto, ya que afectan directamente la calidad de vida de los habitantes de las ciudades.
Para Luisa Rodríguez Cortés, especialista en segregación socioespacial y derecho a la ciudad, los diferentes tipos de contaminación afectan de manera diferenciada a los habitantes urbanos.
El tipo y localización de las viviendas y los lugares de trabajo, el acceso a servicios básicos y áreas verdes, así como a sistemas de transporte público de calidad, hacen más vulnerables a ciertas poblaciones, exponiéndolas a un conjunto de contaminantes y dificultando la atención o reducción de los efectos nocivos derivados de los mismos.
“Los efectos de la contaminación en la calidad de vida adquieren diversos matices, de acuerdo con la mayor o menor vulnerabilidad que viven los habitantes en las ciudades, las herramientas con las que cuentan para hacer frente a sus impactos, y el papel que tienen las instituciones del gobierno para aminorar la contaminación y sus consecuencias sociales e individuales”, afirmó.
¿Se puede vivir en una ciudad sin contaminación?
De acuerdo con los especialistas en temas metropolitanos, sí se puede lograr vivir en una ciudad sin contaminación o con índices más bajos, pero para ello tienen que trabajar en conjunto empresarios, gobierno y sociedad.
“Es preciso trabajar en una cultura del cuidado del medio ambiente, mediante la cual se puedan prevenir las situaciones de emergencia derivadas de la contaminación en las ciudades y no enfocarse únicamente en las acciones de contingencia. Para esto, es fundamental además fortalecer los mecanismos metropolitanos que permitan la atención preventiva y coordinada de los procesos y presiones sobre el medio ambiente que resultan de la urbanización acelerada”, concluyó Luisa Rodríguez Cortés.
Verenise Sánchez
Ciudad de México (Agencia Informativa Conacyt)