En el contexto de los movimientos sociales distinguir entre una movilización de mujeres y una feminista permite entender que “cuerpo de mujer no garantiza pensamiento feminista”, afirmó la antropóloga Marta Lamas.
Durante su participación en el Primer Congreso Nacional de Estudios de los Movimientos Sociales, realizado en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la académica del Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) expuso: no hay que pensar que “ser mujer automáticamente le convierte en feminista, ni da una esencia especial”.
La catedrática del Instituto Tecnológico Autónomo de México dijo ser muy crítica con las posiciones que se dicen feministas y “creen que las mujeres tenemos una conexión especial con la tierra o que somos menos corruptas que los hombres”, entre otras expresiones que se oyen comúnmente.
Uno de los ejes de reflexiones más interesantes del feminismo es precisamente el antiesencialismo; no hay una esencia de mujer ni una esencia de hombre, “somos resultado de procesos culturales y psíquicos”, afirmó.
Hay mucho de inconsciente sobre “cómo fuimos troquelados por la feminidad o la masculinidad y por eso vivimos la violencia simbólica al reproducir pautas que nos hacen daño a nosotros mismos, hombres y mujeres, porque pensamos que eso es lo natural”.
En México ha habido movimientos de mujeres muy valientes y muy importantes, como el de las panistas en el contexto de las elecciones de 1988 en Chihuahua, en el que hubo mucho activismo de las mujeres de la derecha, recordó.
Marta Lamas destacó que hay muchos tipos de movimientos dentro del feminismo y en un principio estaban las que buscaban vinculación con funcionarias del gobierno; “otras arrancamos como autónomas desde los años 70 del siglo pasado y después de 20 años decidimos hacer ONGs y, a la vez, hubo grupos llamados autónomos que nos criticaron por armar estas organizaciones”.
A nivel internacional hubo también el llamado feminismo multiculturalista que planteó que el feminismo de esta segunda ola (porque la primera ola fueron las sufragistas) era de mujeres blancas del primer mundo y que se invisibilizaba la situación de las hindúes, africanas, latinoamericanas, entre muchas otras de distintos orígenes; a partir de ahí hay una reivindicación del feminismo indígena y hoy existen muchas organizaciones de indígenas que se asumen como feministas.
Hoy “nos enfrentamos al hecho de que hay feministas funcionarias, políticas, activistas, lesbianas, indígenas, académicas y hay también hombres feministas”, subrayó.
En relación con el concepto de género dijo que hay tres significados: el primero se refiere a clase, tipo o especie “y nos lleva a hablar de género literario, musical, humano”.
El segundo es la traducción de la palabra inglesa gender, que significa sexo y entonces cuando se habla de gender gap, “nos referimos a la brecha entre hombres y mujeres”.
El tercero, que es utilizado en Antropología, habla de la simbolización que se ha hecho sobre la diferencia sexual: lo propio de los hombres y lo propio de las mujeres.
En ese sentido instituciones como el Vaticano tienen perspectiva de género al señalar que el lugar de las mujeres es en la casa y en la maternidad, por lo tanto hay perspectiva de género progresista y hay perspectiva de género conservadora.
En el momento en que el término género dejó a las ciencias sociales y pasó a las políticas públicas, instituciones como el Banco Mundial y la Organización de las Naciones Unidas, entre otras instancias multilaterales, “lo cosificaron” y entonces la perspectiva de género se vivió con la segunda acepción, es decir como traducción de sexo, y los gobiernos entendieron que debían hacer proyectos para las mujeres y ”se acabó en un ‘mujerismo espantoso’ que nada tiene que ver con el género como una lógica de la cultura”.