Sandra Isabel Jiménez Mateos *
Luigi Galvani, científico y médico italiano, quien descifrará la naturaleza eléctrica del impulso nervioso, lo que lo llevó a descubrir el sistema nervioso en los animales, nació el 9 de septiembre de 1737, en Bolonia, Italia.
El descubrimiento fue accidental, mientras disecaba una pata de rana; su bisturí tocó accidentalmente un gancho de bronce del que colgaba la pata, con lo cual se produjo una pequeña descarga, y la pata se contrajo espontáneamente.
El 6 de noviembre de 1780 fue cuando inició sus experimentos con ancas de ranas sometidas a la influencia de la electricidad artificial, producida con su máquina electrizante, construída ese mismo año, formada por dos metales diferentes y los fluidos naturales extraídos desde una rana disecada, lo que provocaba que las extremidades convulsionaran.
Mediante repetidos y consecuentes experimentos, Galvani se convenció de que lo que se veía eran los resultados de lo que llamó «electricidad animal». Galvani identificó a la electricidad animal con la fuerza vital que animaba los músculos de la rana, e invitó a sus colegas a que reprodujeran y confirmaran lo que hizo.
A partir de entonces Galvani comenzó a incluir en sus conferencias pequeños experimentos prácticos que demostraban a los estudiantes la naturaleza y propiedades de la electricidad. Aplicaba una pequeña corriente eléctrica a la médula espinal de una rana muerta, y se producían grandes contracciones musculares en los miembros de la misma. Estas descargas podían lograr que las patas (incluso separadas del cuerpo) saltaran igual que cuando el animal estaba vivo.
En 1786, Galvani obtendrá los mismos efectos con la electricidad natural de la atmósfera y luego con el solo contacto con una plancha de hierro, inaugurando con estas experiencias un nuevo campo de investigación en neurofisiología y electroterapia. En 1791, como conclusión de sus estudios sobre la naturaleza eléctrica de la actividad neuronal publica: «Comentario sobre el efecto de la electricidad en la movilidad muscular» donde expuso la teoría de la existencia de una fuerza vital de naturaleza eléctrica que regiría los sistemas nerviosos y muscular; con esto el fenómeno galvánico se hizo público, conocido en todo el mundo y comenzó a ser estudiado por gran cantidad de científicos.
Galvani atribuyó el fenómeno de las convulsiones a un efecto de condensador realizado por las ancas de las ranas, pero nada pudo deducir de esta opinión errónea, que fue rectificada en 1792 por el físico italiano Alessandro Volta, mediante los experimentos que realizó en la Universidad de Pavía. Volta confirmó que los resultados eran correctos pero no quedó convencido con la explicación de Galvani. Los cuestionamientos de Volta hicieron ver a Galvani que aún restaba mucho por hacer. La principal traba a su explicación era el desconocimiento de los motivos por los que el músculo se contraía al recibir electricidad. La teoría obvia era que la naturaleza del impulso nervioso era eléctrica, pero quedaba demostrarla.
El fisiólogo llamó a esta forma de producir energía «bioelectrogénesis». A través de numerosos y espectaculares experimentos —como electrocutar cadáveres humanos para hacerlos bailar la «danza de las convulsiones tónicas»— llegó a la conclusión de que la electricidad necesaria no provenía del exterior, sino que era generada en el interior del propio organismo vivo, que, una vez muerto, seguía conservando la capacidad de conducir el impulso y reaccionar a él consecuentemente.
En su honor se denomina «galvánica» a la electricidad desarrollada por el contacto de dos metales diferentes con un líquido interpuesto, a las fuentes de energía eléctrica continua y a las acciones de las corrientes eléctricas en el organismo humano.
En su honor el matemático y físico francés André-Marie Ampère propuso en 1820 que el aparato para la medición del paso de la corriente eléctrica se denominara «galvanómetro».
En 1797 cuando todos los profesores universitarios fueron «invitados» a firmar un juramento de lealtad al emperador extranjero Napoleón Bonaparte durante la época de la invasión de éste a Italia, con enorme integridad y nacionalismo, Galvani se negó a hacerlo, y como consecuencia fue inmediatamente despedido de todos sus cargos.
Galvani, en cuyo honor se denominó a un cráter de la Luna, murió menos de un año más tarde, el 4 de diciembre de 1798, en Bolonia, Italia.
* Investigadora académica del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES), de la Universidad Veracruzana