Arely León Sánchez, egresada de la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana (UV) y colaboradora durante cuatro años en las Casas de la Universidad y en el Voluntariado de esta casa de estudios, realizó una estancia de seis meses en el Museo de Arte de San Juan, en Puerto Rico, experiencia que calificó de maravillosa y llena de magia, porque el trabajar para la comunidad es muy gratificante.
“Las expectativas que tenía de la estancia fueron superadas por mucho, porque tan sólo la posibilidad de estar en el Museo de Arte me permitió aprender más”, expresó en entrevista.
Cabe mencionar que la estancia fue de julio a diciembre de 2013, como parte de la primera convocatoria publicada por el Programa de Voluntariado Universitario lanzado por la Red Talloires.
Narró que cuando llegó inmediatamente fue asignada al área de contabilidad del museo, lo cual le causó extrañeza y un poco de preocupación, pues aunque ella es contadora de cuentos, no sabía nada sobre contar números.
Tiempo después, recordó, se abrió una posibilidad para que hiciera lo que ella mejor sabe hacer: dar talleres de lectura para los niños y jóvenes, gracias a que la chica responsable del programa de narraciones de cuentos del museo salió de vacaciones. “Así fue como me dieron la oportunidad”.
El área de educación, describió, es fabulosa desde la forma en que se trabaja con los niños, jóvenes y familias que llegan a visitar el museo, hasta la manera de inclusión de niños ciegos y sordos. “Esto representó un verdadero reto del que me siento muy agradecida por haberlo tenido, por el valioso aprendizaje que obtuve”, compartió.
Su actividad no se limitó sólo al Museo de Arte, comentó que se trasladó a una escuela elemental (jardín de niños y primaria) en una comunidad apartada porque sus alumnos no tienen la facilidad para hacer una visita; entonces la finalidad es acercar a los pequeños toda la riqueza que alberga el inmueble a través de talleres de lecturas ligadas al acervo cultural.
“En esta escuela los niños me llamaban ‘Miss de los cuentos’, eso me emocionaba mucho. También los maestros hicieron una evaluación de los talleres, les gustaron mucho las técnicas y la manera en que trabajé con los niños”, reconoció.
Básicamente, explicó, los talleres que impartió, tanto dentro como fuera del museo, estuvieron enfocados en buscar cuentos y/o literatura que estuviera relacionada con las obras de arte que se muestran en el museo.
Colaboración con otras instituciones
Arely mencionó que también conoció otros museos y participó en una diversidad de eventos organizados por otras instituciones como el Consulado Mexicano, el Estuario de la Bahía de San Juan e incluso en un reclusorio.
Detalló que con el Consulado Mexicano colaboró en una exposición dedicada a José Guadalupe Posada, mediante el desarrollo de talleres para los niños. En el Estuario de la Bahía de San Juan la invitaron a impartir un taller de cuentos y dibujo para niños, y el tema principal fue el agua.
También participó en el Festival de la Palabra que tuvo lugar en el museo, el cual reúne a destacados escritores, así como en La Campechada, un festival que se hace en honor a un artista plástico o escritor.
“Para mí fue muy importante interactuar con otras instituciones para averiguar qué están haciendo y cómo lo están haciendo, sobre todo conectar con ellos en la pasión de la gestión y difusión de la lectura”, subrayó.
Otra importante experiencia que compartió con más detalle fue el taller de lectura que impartió en un reclusorio, el cual fue resultado de una invitación que le hiciera una de las voluntarias del museo, quien es maestra en Arte Industrial en dicho lugar.
“Fue una experiencia muy fuerte e impactante el trabajar con reclusos, debo confesar que cuando empecé con la actividad me temblaban las piernas pero no por miedo a los internos que me miraban fijamente, sino por no hacerlo bien”, indicó.
“Ellos me agradecieron el que no los haya juzgado y que les compartí el gusto por la lectura, además confesaron que nadie les había leído un cuento y quizá si se los hubieran leído no estarían presos. Fue una confesión que me hizo llorar mucho cuando llegué a mi casa.”
Señaló que fue gracias a las herramientas brindadas por la UV primero en el aula, luego como parte de las Casas de la Universidad y finalmente en el Voluntariado, lo que le permitió realizar una estancia en Puerto Rico donde aplicó todo lo aprendido hasta el momento.
“La Universidad me dio las herramientas para comprender y leer los textos, entender su estructura; si combinas la técnica más el gusto, tienes un buen resultado. Sólo puedo agradecer que exista un programa de Casa UV y de vinculación con la comunidad”, acotó.
Los proyectos
Al preguntarle sobre los proyectos que tiene en puerta, adelantó que tiene planeado regresar con sus niños de la comunidad de El Conejo, ubicada en las faldas del Cofre de Perote, para continuar con sus talleres de inducción a la lectura y a la escritura de cuentos.
Además espera la pronta publicación de un libro de cuentos, rituales y leyendas de la siembra, los cuales fueron recopilados por los niños y la comunidad en general.
Hasta la fecha, enumeró, ha logrado recopilar con la ayuda de los pequeños alrededor de 18 leyendas, seis rituales, un número indefinido de cuentos y de juegos infantiles.
En la actualidad los intereses de Arely apuntan hacia otra faceta interesante: “Me estoy centrando en trabajar con niños sordos y para ello estoy aprendiendo el lenguaje de señas en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana, porque me gustaría compartir con ellos los cuentos”.
La universitaria también compartió un exhorto para todos los estudiantes, para que realicen su servicio social o trabajen en las comunidades, porque “es una experiencia que los va a nutrir mucho e incluso más que en las aulas, aunque sabemos que en éstas se nos dan las herramientas básicas”.