La dignidad humana es una dimensión de la ética humana que remite a un valor único, insustituible e intransferible de toda persona, con independencia de su situación económica y social, edad, sexo, religión, sistema de creencias, origen racial o preferencia sexual y que se asocia al respeto absoluto que se merece.
En la práctica profesional del nutriólogo, el principio del respeto es el más importante ya que tiene en cuenta la dignidad humana. Toda persona debe tratarse con respeto absoluto, ya sean pacientes, familiares o grupos de trabajo. Gracias a nuestra formación universitaria y práctica clínica, hemos podido entender los siguientes principios éticos y humanísticos:
- El nutriólogo debe tener en cuenta la cultura, la historia personal y social de los individuos y grupos.
- Los valores, las creencias y costumbres de las personas determinan los hábitos alimentarios y repercuten en la respuesta y el compromiso frente a los tratamientos nutricionales. 7
- Tenemos la obligación de decir la verdad y de no mentir, ni engañar al paciente, unida al imperativo de una comunicación clara, precisa y oportuna según el nivel sociocultural y las condiciones físicas, psicológicas y emocionales de los individuos y colectivos.
- El respeto a la dignidad humana, incluye tener en cuenta el derecho a la privacidad y a la intimidad, por lo que el secreto profesional es el garante del mantenimiento de la confidencialidad, que consiste en no divulgar, ni permitir que se conozca la información que se obtenga directa o indirectamente durante el ejercicio profesional, sobre la vida, la salud, la enfermedad y la muerte de la persona o de los grupos con quienes interactuamos en el ejercicio profesional.
- Dentro de la nutrición comunitaria, el nutriólogo ha de tener en cuenta la integralidad, es decir, la totalidad de cada uno de ellos en cada una de sus dimensiones, inclusive sus hábitos y creencias alimentarias, su estado biológico y social, sus sentimientos e imaginarios y sus condiciones económicas y sociales en su conjunto.